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MENSAJE EN MUNDO-VISIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DE LA ILUMINACIÓN DE LA ESTATUA
DE CRISTO REDENTOR EN EL CORCORVADO DE RÍO DE JANEIRO


Lunes 12 de octubre de 1981

 

[El Santo Padre repitió desde Castelgandolfo el mismo gesto que había realizado Pío IX, y pulsando el mismo botón preparado por Marconi, dio, vía radio, el impulso que iluminó la estatua de Cristo. Seguidamente el Santo Padre dirigió en portugués al pueblo brasileño y a todos los espectadores el siguiente mensaje:]

 

Queridos hermanos de Brasil:

Con sumo gusto he accedido a la invitación que me ha hecho amablemente la "Fundación Guillermo Marconi" y la "Marconi International Fellowship", de pulsar el botón para encender vía radio las luces que ahora admiramos iluminando la grandiosa y querida estatua de Cristo Redentor, erigida en el Corcovado hace cincuenta años. Lo hacemos también en homenaje a Marconi, genial inventor que presentó a mi gran predecesor Pío XI en febrero del mismo año de 1931, la emisora de Radio Vaticano cuya instalación había dirigido él. En este gesto de encender por medio de la radio, Pío XI veía "una nueva maravilla de la ciencia" que permitía iluminar desde lejos la sagrada imagen del Señor y la hacía aparecer "cual visión celestial de claridad espléndida en las sombras de la noche".

En este jubiloso acontecimiento que tiene lugar en el contexto de la entrega solemne del séptimo "Marconi International Fellowship" al profesor Seymour A. Papert, yo deseo ver un homenaje de la ciencia a la fe, homenaje de la capacidad humana de penetrar en los secretos de las fuerzas de la naturaleza y dominarlas, a la fe fundada en la Revelación del Verbo encarnado, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf.Jn 1, 9) sobre el sentido de la vida, sobre el significado último de las vicisitudes terrenas de cada persona y de toda la historia "en tu luz vemos la Luz"(Sal35, 10).

Cuántos y qué enormes progresos se han realizado en estos cincuenta años desde las investigaciones científicas y tecnológicas hasta el campo de la telecomunicación. De modo que lo que parecía entonces casi milagroso, hoy es corriente.

Hago votos cordiales para que estos progresos con los que el hombre, hecho a imagen de Dios, refleja la misma acción del Creador del Universo y cumple su mandato de señorear y dominar la tierra (cf. Laborem exercens,4), se orienten al servicio exclusivo del hombre, de cuya dignidad es garante Cristo Redentor del hombre, en su significado más hondo, y contribuyan a la comprensión, entendimiento y solidaridad entre los hombres.

Es éste el augurio que dirijo con satisfacción al ilustre investigador a quien se confiere en esta ocasión el séptimo "Marconi International Fellowship", e incluyo en él los nombres de los nobles investigadores que fueron distinguidos con el Premio en años anteriores, y a cuantos en estos momentos toman parte en este acto solemne.

Recordando además la visita que tuve la alegría de hacer al Corcovado en julio del año pasado, me complazco en abrazar espiritualmente con gran afecto como para prolongar el gesto del Cristo del Corcovado, a la generosa tierra brasileña entera con todos sus queridos habitantes, agradecerles una vez más la acogida calurosa que me brindaron, y repetirles que guardo en el corazón a todos y cada uno con sus alegrías y sufrimientos, preocupaciones y aspiraciones justas. "Que este momento de encuentro y de encanto —decía entonces y repito ahora— perdure en nuestros corazones y en nuestra memoria, y se convierta en fuente de paz y gracia para todos, ricos y pobres, potentes y débiles, y de modo especial para 'los más pequeños' que sufren en el cuerpo y en el espíritu".

A cuantos han organizado este encuentro por los caminos del éter, a las autoridades y al mundo de la ciencia que toman parte en la entrega del Premio Marconi, a toda la nación brasileña y a cuantos nos oyen por radio o televisión, mi afectuosa bendición paterna en nombre de Cristo Redentor y de la Madre de nuestra confianza, Nuestra Señora Aparecida.

 


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