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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A LOS ENFERMOS Y PEREGRINOS
CON OCASIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me uno con alegría a todos vosotros que, como cada año, participáis, en la basílica vaticana, en el encuentro de peregrinos, enfermos y voluntarios organizado conjuntamente por la Unión nacional italiana de transporte de enfermos a Lourdes y santuarios internacionales (Unitalsi) y la Obra romana de peregrinaciones. Saludo a cada uno con afecto.

En primer lugar, saludo al cardenal vicario, a los obispos y a los numerosos sacerdotes presentes, y saludo también con gran cordialidad a vosotros, queridos peregrinos que habéis acudido para revivir el clima típico de Lourdes; a vosotros, queridos responsables de la Unitalsi y de la Obra romana de peregrinaciones; a vosotros, queridos voluntarios; y sobre todo a vosotros, queridos enfermos, a los que me siento particularmente cercano.

2. La sugestiva celebración eucarística y mariana que estáis viviendo en la basílica de San Pedro asume un significado especial en el día en que la liturgia hace memoria de la bienaventurada Virgen María de Lourdes.

La celebración del 11 de febrero nos hace remontarnos con el pensamiento a la gruta de Massabielle, en los altos Pirineos franceses, donde en el año 1858 la Virgen se apareció dieciocho veces a santa Bernardita Soubirous. Desde aquella gruta, que se ha convertido en lugar de oración y esperanza para numerosos peregrinos procedentes de todas las partes del mundo, la  Inmaculada sigue invitando a la oración, a la penitencia y a la conversión. Es el mismo mensaje de Cristo:  "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15), que nos recuerda la liturgia de la Cuaresma, recién comenzada. Acojámoslo con humilde y dócil adhesión. La llegada de enfermos y personas que sufren a los pies de la Virgen constituye una exhortación incesante a confiar en Cristo y en su Madre celestial, que nunca abandonan a los que acuden a ellos en el momento del dolor y de la prueba.

3. Al morir en la cruz, Cristo, el varón de dolores, cumplió el designio de amor del Padre y redimió al mundo. Queridos enfermos, si unís vuestros sufrimientos a los de Cristo, podéis colaborar con él en la salvación de las almas. Esta es vuestra misión en la Iglesia, la cual siempre tiene clara conciencia del papel y el valor de la enfermedad iluminada por la fe. Por tanto, queridos enfermos, nunca es inútil vuestro sufrimiento. Más aún, es muy valioso, porque así compartís, de forma misteriosa pero real, la misma misión salvífica del Hijo de Dios. Por eso, el Papa cuenta mucho con el valor de vuestras oraciones y vuestros sufrimientos. Ofrecedlos por la Iglesia y por el mundo; ofrecedlos también por mí y por mi misión de Pastor universal del pueblo cristiano.

4. Desde la basílica de San Pedro la mirada se dirige ahora hacia muchas otras localidades, donde hoy se reúnen las comunidades cristianas con ocasión de la XIII Jornada mundial del enfermo y, de modo especial, hacia el santuario "María, Reina de los Apóstoles", en Yaundé, Camerún. Allí tienen lugar las principales celebraciones de este importante acontecimiento eclesial, sobre el tema:  "Cristo, esperanza de África". El continente africano, al igual que la humanidad entera, necesita experimentar el amor misericordioso del Señor y la ayuda de la Virgen María, sobre todo en los momentos de sufrimiento y enfermedad.

Que María, Mujer del dolor y de la esperanza, tenga piedad de los que sufren y obtenga para cada uno la plenitud de vida. Que a todos los estreche junto a su corazón de Madre.

Virgen santísima, Reina de África y del mundo entero, ¡ruega por nosotros! A todos envío con afecto mi bendición.

Vaticano, 11 de febrero de 2005.

JUAN PABLO II

 



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