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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A UNA REPRESENTACIÓN DE JÓVENES
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


Sábado 23 de diciembre de 1978

 

Queridos jóvenes:

Es para mí motivo de gran alegría y de íntimo consuelo espiritual recibiros esta mañana, representantes regionales de la Acción Católica de los Jóvenes, que junto con vuestros solícitos dirigentes habéis venido a presentar al Papa vuestra felicitación de Navidad.

Saludo de corazón y de manera especial al querido mons. Cé, que va a cesar como consiliario general de la Acción Católica para hacerse cargo del ministerio pastoral que se le ha confiado; y al presidente de la Acción Católica, prof. Mario Agnes.

Querría disponer de más tiempo para dar cumplida expresión a tantas y tantas cosas como siento debería deciros; pero, no siendo ahora posible, aplazo el tema, más largo y adecuado al afecto que tengo por vosotros, jóvenes, para otra ocasión más oportuna.

Por ahora me limito a daros las gracias por esta grata visita y a intercambiar la felicitación de una buena Navidad y de un feliz año nuevo. Sé que para 1979 habéis elegido el eslogan: "¡Eh, aquí estamos también nosotros!". Este lema, aunque expresado en amigable forma jocosa, sintetiza bien la razón de vuestra actividad que quiere ser, ante todo y sobre todo, presencia cristiana y testimonio evangélico en medio del ambiente en que vivís. Pero recordad que, si queréis que esta presencia sea eficaz y fructuosa, es preciso que os comprometáis a conocer cada vez mejor a Cristo y a tomar de El, que es gran amigo de los jóvenes, la fuerza para ser realmente, no sólo con el deseo, la sal de la tierra y la luz del mundo moderno (cf. Mt 5, 13-14).

Al regresar a vuestras hermosas regiones de Italia, a las que representáis aquí, decid a vuestros amigos de Acción Católica que el Papa os ama particularmente y os sigue en la gozosa elección que habéis hecho de Cristo, a quien en estos días veneráis bajo la forma de pequeño Infante. Decidles que el Papa está con todos los jóvenes: con el recuerdo continuo, con benevolencia paterna, con la oración incesante y con la bendición apostólica que ahora imparto de corazón a vosotros, a todos los jóvenes a quienes representáis y a vuestras queridas familias, en prenda de las mejores gracias de Jesús Niño.

 



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