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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO ECUMÉNICO DE PEREGRINOS DE CAMERÚN

Castelgandolfo
Miércoles 15 de agosto de 1979

 

Es para mí una alegría recibirte hoy, querido hermano en el Episcopado, así como a todos cuantos representan aquí a vuestro querido país del Camerún.

Os deseo ante todo una feliz peregrinación a la tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, que vinieron de muy lejos para predicar el Evangelio. Ellos nos recuerdan siempre que la Iglesia puede instalarse y ensancharse por todo el mundo, porque tiene sus raíces en el sacrificio del Señor y en el de cuantos quieren seguirle, dando así testimonio de la unidad deseada por el Señor, que rogó por ella.

Por eso, yo me alegro que vuestra peregrinación sea ecuménica. Que vuestra voluntad de conocer cada vez mejor al Señor, para mejor servirle, pueda guiaros siempre sobre el camino que conduce a la unidad que El quiere para su Iglesia.

Yo me uno, en fin, a vuestra oración. ¡Son tan numerosas nuestras intenciones!

La fiesta que celebramos solemnemente hoy nos invita a confiarnos filialmente a la Virgen María, elevada al cielo, imagen de la Iglesia del futuro. En Ella nuestra esperanza ya se ha realizado; ¿quién podría mejor conducirnos a Cristo que la que nos lo dio? Por medio de Ella, yo recomiendo a su divino Hijo el porvenir espiritual de cada uno de vosotros y de vuestros familiares, de vuestras parroquias, comunidades y diócesis, de vuestra patria y de todo el inmenso territorio africano; sin olvidar, siguiendo a San Pablo, la preocupación por todas las Iglesias, así como por la paz y la justicia en el mundo.

De todo corazón, os doy la bendición apostólica.

 



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