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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL COMITÉ DIRECTIVO DE LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN
INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO SOCIO-ECONÓMICO


Sábado 15 de diciembre de 1979

 

Señor presidente,
señoras y señores:

1. Me complace recibiros hoy con ocasión de la reunión del Comité directivo que ve congregado en Roma a todo el equipo dirigente de vuestra Organización de Cooperación Internacional para el Desarrollo Socio-Económico, CIDSE, el cual participa en el esfuerzo de los cristianos por dar testimonio de la caridad de Cristo a todos los hombres, ocupándose sobre todo de la promoción colectiva.

2. Al comienzo de este encuentro, ¿cómo no fijar nuestra mirada primeramente en la caridad del Señor que nos une y nos inspira? Un amor que no pasará jamás, nos dice San Pablo; un amor que nos empuja cada día a que la acción sea de verdad espejo de la solicitud del Señor con todos los hombres y, en particular, con las multitudes que le movieron a piedad y a las que quiere seguir desvelando el esplendor y riquezas infinitas del amor de Dios, pero esta vez por nuestro medio.

De esta fuente espiritual inagotable brotan todas las formas de ayuda y todo compartir auténticamente cristianos. Han sido innumerables a lo largo de los siglos y se han esforzado en adaptarse a las necesidades; por ello siguen floreciendo aún en nuestros días con gran variedad. Recuerdo siempre con alegría todas estas obras numerosas y todas esas asociaciones católicas cuyos miembros se consagran cada día a actividades muy diferentes, pero con fidelidad a la Iglesia y al sólo y único Espíritu el que está actuando en el mundo a fin de que los hombres se reconozcan hermanos y lleguen a decir juntos un día: "Padre nuestro que estás en los cielos...".

3. Al tener el gozo de recibiros para compartir vuestras preocupaciones, queridos hermanos, no faltan razones hoy para que yo juzgue necesario poner ante vuestros ojos y meditar, en cierto modo, un instante sobre la realidad espiritual que es el corazón mismo del cristianismo, es decir, el amor de Dios que se nos da y debe ser la fuente y la inspiración de nuestra acción. Y saco inmediatamente la primera conclusión que se impone por sí misma: ni las personas ni las organizaciones pueden considerar jamás su cualidad de "católicos" y, por consiguiente, el vínculo con la Iglesia, como algo sobreañadido y externo. Por el contrario, el vínculo espiritual con el Señor y su Iglesia es tan profundo que constituye el verdadero fundamento de la actividad del cristiano y le confiere su valor último; hay que renovar constantemente esta convicción.

4. Os dedicáis a impulsar el desarrollo, Esta dedicación determina vuestros puntos de vista en relación más concreta con la complejidad de las realidades económicas y sociales de hoy, junto con todo lo que ello comporta de consideraciones técnicas y contactos humanos. Sabéis asimismo que no se trabaja eficazmente sin tener segura la financiación indispensable y sin administrar con acierto los recursos. En estas tareas complejas y difíciles ponéis toda vuestra competencia y afán de servicio, esforzándoos en caminar sobre las huellas del siervo fiel encomiado por el Señor; y aprovecho esta ocasión para daros las gracias de todo el saber y la actividad que desplegáis al servicio de esta causa.

5. Para responder a la exigencia que he subrayado hace un instante, hace falta también que el mismo afán de eficacia y realismo, de realismo cristiano, inspire vuestra acción en todos los niveles, os dé el sentido de la complementariedad de tareas y os lleve a coordinar vuestros esfuerzos con los de otros organismos, ya que todo ello está exigido por el deseo de mejor eficacia y por el deber de hacer realmente presente la única caridad de Cristo. Esta exigencia de coherencia cristiana no puede pasaros desapercibida. En la Iglesia, las Conferencias Episcopales a su nivel y los obispos en las diócesis, responden por su parte a esta necesidad al ser garantes de la coherencia de la vida cristiana en cada país, no sólo en el plano de la unidad de la fe sino también en el de las actividades varias. Asimismo en el terreno de la caridad y la ayuda al desarrollo mi predecesor el Papa Pablo VI quiso garantizar tal coherencia, la del testimonio más aún que la de la eficacia práctica con la fundación del Pontificio Consejo Cor Unum, del que es miembro la CIDSE. Cada una a su manera, estas instituciones hacen posible a las varias iniciativas el poner de manifiesto concretamente la universalidad del amor de Cristo a todos los hombres. Haría falta que la búsqueda de la autonomía o de la eficiencia técnica o financiera, jamás hicieran olvidar la colaboración con aquéllas.

6. Conviene que la CIDSE y los varios organismos nacionales que la componen estén realmente y cada vez más, en relación con las Conferencias Episcopales de sus respectivos países y con las de los países en que desplegáis vuestras actividades, así como con el Pontificio Consejo Cor Unum, cuya misión consiste, como su mismo nombre indica, en garantizar la unidad de orientación de los organismos católicos con el Papa y con su solicitud de Pastor universal. Al manifestaros este deseo y puesto que sois miembros de Cor Unum, os remito a las directrices muy precisas que tuve ocasión de dar recientemente cuando se celebró la última asamblea general de este organismo.

En este campo las reflexiones que ya habéis comenzado en unión con el Consejo Cor Unum, deben proseguirse para obtener todos los frutos que hay derecho a esperar. Os aliento de todo corazón a ahondar en las motivaciones propiamente espirituales que deben guiar vuestras empresas personales y colectivas; fieles como ya lo he pedido "en enjuiciar de modo propiamente cristiano, evangélico, los acontecimientos; ...lo cual constituye el fundamento de la doctrina social de la Iglesia... y lleva su actividad caritativa mucho más allá de las perspectivas propiamente técnicas o políticas que con demasiada frecuencia condicionan en el mundo la evaluación de las necesidades y el modo de remediarlas" (Discurso a la Asamblea general de «Cor Unum», 27 de octubre de 1979. L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 9 de diciembre de 1979, pág. 6).

7. Os agradezco vuestra disponibilidad de la que es prueba vuestra presencia aquí hoy. En este tiempo que nos recuerda el deber de estar preparando siempre su venida, sea el Señor vuestra fuerza antes de ser vuestra recompensa. Muy de corazón le encomiendo todas vuestras intenciones y le pido que os bendiga y bendiga a vuestras familias y todo lo que hacéis en su servicio y en el de vuestros hermanos necesitados.

 



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