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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS AGENTES ITALIANOS DE LA SEGURIDAD PÚBLICA
QUE PRESTAN SERVICIO EN LOS ALREDEDORES
DE LA CIUDAD DEL VATICANO


Lunes 22 de enero de 1979

 

Distinguidos señores:

También vosotros habéis querido venir al Papa para presentarle vuestra afectuosa felicitación por el año nuevo recién comenzado.

Dirijo mi saludo sincero y cordial a cada uno de vosotros, y lo hago extensivo a vuestras respectivas familias. A todos expreso mi agradecimiento y estima por esta visita y por tan gentil felicitación.

Quiero presentar también mi gratitud al inspector jefe por las amables palabras con que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos.

Me llena de alegría este primer encuentro con vosotros, que tenéis la misión de salvaguardar el orden público en las cercanías del Vaticano.

La tarea que desarrolláis con esmero y solicitud es ciertamente importante y delicada; exige un profundo sentido de responsabilidad y una actitud de dedicación total al propio deber; requiere fuerza de voluntad e interés por el ideal, en un trabajo humilde y sin apariencias, no siempre bien valorado por el público, pero tan beneficioso para el bien de la comunidad.

Aprovecho la ocasión para exhortaros paternalmente a estar siempre a la altura de vuestra misión, y a corresponder a la confianza puesta en vosotros.

Además, vuestra permanencia en el centro de la cristiandad, adonde acuden multitudes inmensas continuamente a recibir luz para el entendimiento y alivio en las vicisitudes de la vida; el hecho de llevar a cabo vuestro trabajo cerca del Vicario de Cristo que, por mandato divino, es "fundamento de la Iglesia" y "Maestro de la verdad", os ayuden a profundizar cada vez más en vuestra fe cristiana, y os comprometan a una vida ejemplar. Hago votos para que vuestras convicciones y vuestra coherencia os llenen de alegría y consuelo en el cumplimiento de vuestro deber.

Os aseguro un recuerdo especial en mi oración: Que el Señor esté cercano a vosotros en vuestras fatigas y en vuestras responsabilidades. Y que la Santísima Virgen os asista y acompañe siempre.

Mientras invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la abundancia de los mejores dones celestiales, os doy de todo corazón, a vosotros y a vuestros seres queridos, la propiciadora bendición apostólica.

 



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