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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A POLONIA

SALUDO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL LLEGAR A LA CIUDAD DE SAN ESTANISLAO


Cracovia, miércoles 6 de junio de 1979

 

Queridísimos hermanos y hermanas:

Por inescrutable designo de la Providencia, tuve que dejar la sede episcopal de San Estanislao en Kraków (Cracovia) y, desde el 16 de octubre de 1978, ocupar la de San Pedro en Roma. La elección hecha por el Sacro Colegio fue para mí expresión de la voluntad de Cristo mismo. A esta voluntad deseo permanecer siempre sumiso y fiel, deseo además servir con todas mis fuerzas la gran causa a la que he sido llamad, es decir, el anuncio del Evangelio y la obra de la salvación. Os doy las gracias porque me habéis ayudado espiritualmente, sobre todo con vuestras oraciones.

Si digo esto en mis primeras palabras con las que os saludo, lo hago porque Cristo escribe sus llamadas en el corazón vivo del hombre. Y mi corazón estaba, y no ha dejado de estar, unido con vosotros, con esta ciudad, con este patrimonio, con esta "Roma polaca".

Aquí, en esta tierra, he nacido.

Aquí, en Kraków, he pasado la mayor parte de mi vida, comenzando con la matrícula en la Universidad Jagellónica en 1938.

Aquí recibí la gracia de la vocación sacerdotal.

En la catedral de Wawel fui consagrado obispo, y desde enero de 1964 heredé el gran patrimonio de los obispos de Kraków.

Kraków, desde los más tiernos años de mi vida, ha sido para mí una síntesis particular de todo lo que es polaco y cristiano. Ella me ha hablado del gran pasado histórico de mi patria. Ha representado para mí de modo sublime el espíritu de su historia.

Recuerdo la antigua Kraków de mis años juveniles y universitarios, y la Kraków nueva, esa que con la construcción de Nowa Huta casi se ha triplicado. Esa en cuyos problemas he participado como Pastor, como obispo, como cardenal.

Hoy saludo a esta mi querida Kraków como peregrino.

Saludo a todo lo que la forma: el testimonio de la historia, la tradición de los reyes, el patrimonio de la cultura y de la ciencia y, al mismo tiempo, la moderna metrópoli.

Sobre todo, os saludo a vosotros, habitantes de Kraków, a todos y a cada ano. Vuelvo a vosotros come a una gran familia durante estos días del jubileo le San Estanislao.

¡Os siento tan cercanos! A causa de este alejamiento al que el Señor me la llamado, os siento todavía más cercanos.

Quiero expresaros mis sentimientos y deseos con las palabras de San Ignacio de Antioquía: "Os conceda ahora todo bien en abundancia la gracia del Señor... En efecto, como vosotros me habéis consolado de tantas formas, así os consuele a vosotros el Señor Jesús. Me habéis demostrado vuestro amor, tanto cuando estaba presente, como cuando estaba ausente; el Señor os recompense por ello" (Carta a los fieles de Esmirna, IX. 2 Sources Chrétiennes, X. 164).

Deseo, durante estos pocos días que estaré con vosotros, hacer lo mismo que he hecho siempre: anunciar "las grandezas de Dios" (Act 2, 11), dar testimonio del Evangelio y servir a la dignidad del hombre. Así como la sirvió San Estanislao hace tantos siglos.



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