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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS TRABAJADORES DE LAS CANTERAS DE MÁRMOL DE CARRARA


Sábado 15 de marzo de 1980

 

1. ¡Bienvenidos, hijos queridísimos! Saludo fraternalmente a vuestro obispo, mons. Aldo Forzoni, que ha querido presidir esta peregrinación organizada por vuestra Asociación, testimoniando de este modo también el afecto que le une a todos vosotros.

Y os saludo a vosotros, trabajadores de las canteras de mármol, y a vuestras familias; y os doy las gracias de corazón por la alegría que me proporcionáis con esta visita, cuyo significado acaba de explicar ahora vuestro compañero. Sed portadores de mi saludo a vuestros amigos que comparten la fatiga, dificultades y riesgos de un trabajo agotador como el vuestro.

2. La Providencia ha querido que también yo, en cierto período de mi vida, hiciera la dura experiencia del trabajo en las canteras. Por ello he podido darme cuenta personalmente de las dificultades que comporta; no basta la fuerza, se necesita destreza, dominio de los nervios, prontitud de reflejos, valor. No es suficiente saber manejar la maquinaria; hay que tener familiaridad con la montaña y conocer sus secretos y las insidias que esconde. Sobre todo se necesitan dotes morales sólidas para resistir la fatiga de una jornada pasada en el manejo de los mazos neumáticos, los cinceles y las almádenas.

Y luego están los imprevistos y los accidentes que en pocos segundos pueden transformar el ambiente de trabajo en escenario de tragedia; también de esto tuve experiencia, y son sucesos que quedan grabados en el alma para toda la vida.

Espero que las mejoras llevadas a efecto en la legislación del trabajo, las modalidades crecientemente adecuadas de previsión social, la tempestividad y eficiencia de los controles, hagan cada vez más segura y menos agotadora la prestación de vuestro trabajo. Pero al mismo tiempo expreso el augurio de que vuestra fatiga sea sostenida e iluminada por la fe en Cristo, porque sólo su palabra puede dar sentido pleno a vuestra existencia, ofreceros consuelo en vuestros sufrimientos y abrir perspectivas de ciclo a vuestras esperanzas. Sabed ver en Cristo a un amigo, pues también El ha experimentado la dura fatiga del trabajo manual y os puede comprender plenamente.

3. Y ¡amad a su Madre! Habéis querido dar a vuestra Asociación el nombre de "Obra de la Virgen de los trabajadores de las canteras de mármol", y sé que en las distintas cuencas marmóreas santificadas por vuestro sudor y regadas a veces por vuestra sangre, le habéis dedicado dignas estatuas que son meta de peregrinaciones en determinados períodos del año.

Estoy seguro de que la Virgen Santa se inclina sobre cada uno de vosotros. No dejéis de dirigirle un recuerdo cuando os aprestáis al trabajo por la mañana y cuando volvéis de él al atardecer. La Virgen sabrá estar a vuestro lado para aliviar vuestra fatiga, velará solícita por vosotros y vuestras familias, os custodiará a lo largo del camino de la vida y os ayudará a transformar cada una de vuestras penas en medio de elevación y mérito para la eternidad.

Y alguna vez decid una oración también por mí, para que después de haber ejercido un tiempo vuestro trabajo, sepa cumplir las tareas no menos gravosas que el Señor ha querido encomendarme.

A vosotros, a vuestros queridos amigos que trabajan en las canteras de Carrara, a cuantos están dedicados a elaborar el mármol y a las familias de todos, mi afectuosa bendición apostólica.

* * *

Tras leer el discurso, el Papa hablando espontáneamente dijo las siguientes palabras: 

Quisiera añadir un saludo especial y muy cordial a todos los representantes de vuestras familias, a las madres de estas familias, a los hijos de las mismas y a todos los compañeros de trabajo, a todos los ambientes de trabajo.

Como yo he tenido una experiencia semejante a la vuestra, sé muy bien la importancia que tienen la solidaridad y la amistad de los que trabajan juntos. He de confesaros que entre las experiencias más hermosas de mi vida se cuentan siempre la solidaridad y amistad de que disfruté cuando era obrero en medio de otros obreros. Es una experiencia hondamente humana y muy estimulante. En el trabajo, en la experiencia del trabajo no faltan momentos difíciles, momentos tristes. En esos momentos la amistad y solidaridad entre los trabajadores nos ayudan y confortan. Y esta amistad, estas muestras de solidaridad que he vivido cuando era obrero yo también, han permanecido en mi alma hasta hoy como algo muy valioso.

Quiero dedicar un saludo especial a las viudas de los obreros muertos en el trabajo, a las familias huérfanas. Quiero decirles una palabra de ánimo, de consuelo cristiano. Cuando se lucha por condiciones de trabajo justas, por condiciones de vida del trabajador que sean justas, hay que tener presente siempre la dimensión plena de la vida de cada uno de nosotros, es decir, la dimensión cristiana, la dimensión que nos da la religión. Sin las respuestas que nos ha dado Jesucristo en el Evangelio y nos las sigue dando siempre a los interrogantes fundamentales sobre la vida humana que se plantean a todo hombre, sea profesor, sacerdote, científico, trabajador u obrero, ésta vida pierde la plenitud de su sentido. Y os deseo que las respuestas a los interrogantes fundamentales sobre nuestra existencia que nos da Jesucristo sean siempre también para vosotros respuestas satisfactorias y den orientación profunda y sustancial a vuestra vida personal, a vuestra vida profesional. Estos son los deseos que, como veis, os los expreso sin leer, pues brotan espontáneos del corazón. Para terminar quiero deciros: las experiencias cristianamente más profundas de mi vida, la experiencia plenamente cristiana de mi vida, la hice siendo obrero. Y precisamente aquel período de tiempo, aquella experiencia de obrero, fue la que me encauzó por el camino del sacerdocio.

 



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