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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA PRIMERA REUNIÓN DEL SÍNODO EXTRAORDINARIO
DE LOS OBISPOS UCRANIOS


Sala Bolonia
Lunes 24 de marzo de 1980

 

Señor cardenal, venerables hermanos:

Con mi Carta Probe nostis del 1 de marzo de 1980, os he convocado aquí en Sínodo extraordinario, y estoy contento de dirigir un saludo fraterno al Señor cardenal Josyf Slipyj, arzobispo mayor de Lwów de los Ucranios, y a vosotros metropolitas, exarcas, enarcas, al auxiliar y al visitador apostólico; y envío un afectuoso saludo, unido a la oración, a los Excmos. prelados —mons. Malanczuk, monseñor Martenetz y mons. Gabro— los cuales, por motivos de salud, no han podido venir a Roma.

Esta mañana, en la Capilla Sixtina, os he dirigido —como Pastor de la Iglesia universal— una palabra de exhortación y estímulo sobre el mandamiento nuevo que nos ha sido confiado antes que a nadie, a nosotros, Sucesores de Pedro y de los Apóstoles: el mandamiento de amarnos los unos a los otros como Nuestro Señor Jesús nos ha amado; un mandamiento que se vive, en torno a la Eucaristía, en la unidad de corazón y de alma a todos los niveles de nuestro ser humano, cristiano y eclesial.

Ya al comienzo de esta solemne sesión, quiero manifestaros a vosotros, prelados, y a toda la Iglesia católica ucrania, la profunda estima que siento por ella, y asegurar que sigo con particular atención las noticias que me llegan referentes a las condiciones de los fieles en Ucrania y en la diáspora. Con viva .admiración sigo vuestro camino, ya milenario, en la fe, y tuve ocasión de hablar sobre este tema en la Carta que dirigí al arzobispo mayor de Lwów, hace un año precisamente. Además, quiero aseguraros que vuestras preocupaciones son las mías y que vuestras solicitudes pastorales —como las de vuestros colaboradores, sacerdotes, religiosos y laicos— las compartimos íntimamente, tanto yo, como los diversos organismos de la Santa Sede.

El motivo de este Sínodo extraordinario os es conocido: la indicación de candidatos, que sean realmente idóneos, según las exigencias de los sagrados cánones, para el nombramiento de aquel que pueda ayudar válidamente hoy al arzobispo mayor de Lwów de los Ucranios, nuestro querido cardenal Josyf Slipyj, y pueda después sucederle legítimamente.

He querido que todo esto fuese objeto de un Sínodo, tanto por la importancia del acontecimiento, como para hacer gozar a la Iglesia ucrania católica, mediante mi intervención, de un momento de unidad sinodal como manifestación de su comunión en torno al Vicario de Cristo.

En efecto, siento vivamente con vosotros la exigencia de asegurar la continuidad de la alta función del arzobispo mayor de Lwów.

Este Sínodo, que se celebra convocado por mí y bajo mi presidencia, es un Sínodo extraordinario porque se trata de tomar en consideración el nombramiento de un coadjutor con derecho a sucesión del arzobispo mayor, acto que requiere el ejercicio de la autoridad pontificia; como también la convocación, en este caso vinculante, para los obispos ucranios que se hallan fuera del territorio del arzobispado mayor de Lwów, Y se celebra aquí, en Roma, en la Sede del Papa, junto al cual todos los obispos y los fieles católicos están como "en casa del Padre"; en la Sede de Roma, a la que deben converger todas las otras Iglesias, según la expresión de San Ireneo: "Ad hanc enim Ecclesiam propter potiorem principalitatem necesse est omnem convenire Ecclesiam" (Adversus Haereses 3, 3, 2).

Soy consciente de actuar como humilde Sucesor de San Pedro Apóstol, en virtud del mandato divino "confirma fratres tuos" (Lc 22, 32), contento de poderos sostener en vuestras angustias, protegeros de tantas dificultades, tanto externas como internas, y de daros un testimonio de especial predilección. Por lo demás, a este Sínodo extraordinario, podrán seguirle otros, como ya he tenido ocasión de precisar al arzobispo mayor: se trata de Sínodos que él podrá convocar, cuando haya necesidad de ello, obtenido el asentimiento del Sumo Pontífice.

La comunión con Roma ha sido durante los siglos, y hoy más que nunca, un elemento fundamental y distintivo de la fe de la Iglesia católica ucrania. El Obispo de Roma, en su función de "principio y fundamento de la unidad de la comunión eclesial" (Lumen gentium, 23), tiene un deber especial de reconocimiento y solicitud hacia sus hermanos del Episcopado ucranio, entre los cuales está ante todo el venerado arzobispo mayor, cardenal Slipyj, y hacia toda la Iglesia católica ucrania, tan probada, tan fiel.

Deseo dirigir una palabra de particular estima a usted, señor cardenal. Quiero rendirle homenaje por tantos años de servicio y de sacrificio en favor de la causa de Cristo y de su Evangelio. Quiero recordar la estima y la consideración que mis predecesores manifestaron a su venerada persona: el Papa Pío XII que le nombró coadjutor con derecho a sucesión de la sede arzobispal de Lwów de los Ucranios; el Papa Juan XXIII que consiguió su liberación después de largos años de cautividad y prisión; el Papa Pablo VI que quiso reconocer sus méritos y sus sufrimientos, promoviéndole a arzobispo mayor (1963), y elevándolo a la dignidad cardenalicia (1964). Quiero dar gracias al Señor, juntamente con los hermanos ucranios presentes y ausentes y con toda la Iglesia católica, por lo que ha obrado en usted. Pedimos con fervor al Señor que le colme de toda gracia, a fin de que pueda continuar recogiendo con júbilo toda bendición "ad multos annos''. He convocado este Sínodo, como Pastor de la Iglesia universal, para dar un apoyo a sus fuerzas y renovado vigor a la vida religiosa de la Iglesia católica ucrania.

El Papa exhorta a los Pastores y fieles a no perder la esperanza: hay una Providencia que guía a los pueblos y tiene cuidado de modo especial de las comunidades de los creyentes. "Dios es fiel", como dice San Pablo (1 Cor 10, 13). Las penas, las privaciones, las hostilidades son circunstancias de prueba, pero son también estímulo para una fidelidad mayor: perseverar en la propia fe católica, conservar el propio rito, las antiguas tradiciones, en una palabra, la propia identidad espiritual, que encuentra en la comunión con el Papa y con todos los obispos de la Iglesia católica romana el elemento distintivo del propio patrimonio de fe y de vida.

El Papa querría que esta identidad no apareciese a los ojos de los hermanos de la Iglesia ortodoxa como signo de antagonismo y como un desconocimiento de la vida y de las tradiciones gloriosas de la Iglesia de Oriente; y lo espera precisamente en virtud del espíritu ecuménico de hoy, que sigue el camino del diálogo, de la comprensión mutua, de considerarse —como es de hecho— hermanos en la fe común en Cristo Salvador, miembros de Iglesias que tienden a restablecer la plena comunión querida por Cristo.

Esta es la esperanza en la que nuestros queridos hijos ucranios deben nutrir su vida eclesial, confiando en que un día su constancia. fructificará "in laudem gloriae gratiae Christi" (Ef 1, 6).

Venerables hermanos: ante todo, oremos a Dios Padre Omnipotente para que este Sínodo extraordinario sea realmente de gran fruto en la historia milenaria de la Iglesia católica ucrania, tan rica en tradiciones religiosas y tan fecunda en beneméritos confesores y mártires de la fe, entre los cuales es San Josafat la más ilustre figura. Pidamos con insistencia a Nuestro Señor Jesucristo, Cabeza del Cuerpo místico, que nos ha llamado al servicio de amor y me ha confiado la tarea de "confirmar a los hermanos", que bendiga este acontecimiento importante e histórico en la Iglesia católica ucrania. Abrámonos sin reservas al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos guíe en nuestras deliberaciones y decisiones. Invoquemos, finalmente, el patrocinio de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Mañana conmemoramos el misterio de la Anunciación, que da comienzo al plan de la redención. La liturgia bizantina especialmente subraya su importancia en la economía divina, de tal manera que el Viernes Santo no es día alitúrgico cuando coinciden las dos :conmemoraciones, porque no hubieran acontecido la pasión y la muerte de Cristo, si el Verbo no se hubiese hecho carne, en el seno virginal de María. Imploremos, pues, a la Deípara siempre Virgen María, Madre de la Iglesia, para que interceda propicia en favor nuestro e impetre de la Santísima Trinidad copiosos favores y gracias para nosotros y para la Iglesia católica ucrania en la madre patria y en la diáspora.

 



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