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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS
Y COMUNIDADES CRISTIANAS NO CATÓLICAS DE KENIA

Nairobi
Miércoles 7 de mayo de 1980

 

Queridos hermanos y hermanas de las Iglesias y comunidades cristianas de Kenia:

"La gracia y la paz con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Rom 1, 7).

1. He venido a Kenia a estar con los obispos y el pueblo de la Iglesia católica, pues mi función de Obispo de Roma es de fraterno servicio a la unidad para sostener su fidelidad al Evangelio y su vida en la comunión católica que es una. Humildemente veo también que una parte de mi ministerio consiste en saludaros a vosotros "hermanos santos, que participáis en la vocación celeste" (Heb 5, 1), porque no obstante los factores que todavía nos separan, sin embargo estamos unidos en unión real, que es verdadera aunque todavía imperfecta (cf. Unitatis redintegratio, 3).

2. A causa de nuestro mismo bautismo en el que profesamos una fe básica en que Jesús es Señor, y Dios lo resucitó de entre los muertos (cf. Rom 10, 9), nos presentamos juntos ante el mundo de hoy con una misma responsabilidad que procede de la obediencia a Cristo. Esta responsabilidad conjunta es tan real y tan importante que nos debe urgir con gran apremio a hacer todo lo posible, y con urgencia, por eliminar las diferencias que todavía subsisten entre nosotros, hasta llegar a hacer realidad el deseo de Cristo de que haya perfecta unidad entre sus seguidores.

Sin esta unidad orgánica plena, los cristianos están incapacitados para dar testimonio satisfactorio de Cristo, y su división sigue siendo escándalo para el mundo, más en especial en las Iglesias jóvenes de tierras de misión. Vuestra presencia aquí atestigua una visión perspicaz, es decir, la visión de que sobre todo en las iglesias jóvenes de África —continente que tiene hambre y sed de Dios, anhelo que sólo Cristo puede saciar— se debe profesar y manifestar la misma fe apostólica en Cristo Salvador, porque en Cristo no puede haber división. Vuestra presencia aquí, junto con los esfuerzos ecuménicos sinceros que se están realizando, pone de manifiesto el deseo que todos nosotros tenemos de unidad plena. Y es evidente que la credibilidad del mensaje del Evangelio y del mismo Cristo está vinculada a la unidad cristiana.

3. Esta es la razón por la que muchas de vuestras Iglesias están empeñadas ahora a nivel internacional en un diálogo teológico con la Iglesia católica, diálogo que ya está ofreciendo nuevas esperanzas de mayor entendimiento entre nosotros.

Este es el motivo por el que también aquí, en Kenia, el pueblo cristiano está tratando de lograr una misma mentalidad en la fe de Cristo. Ya sea que vivan en África o en Europa, en Asia o en América, los cristianos son herederos de amargas divisiones. Estas divisiones deben afrontarse primero con un diálogo de mutua comprensión y estima "diciendo la verdad con amor" (Ef 4, 15), y después tratándolas según los dictados del Espíritu Santo.

Repito que esta tarea es urgente. Jesús nos llama a ser testigos suyos y de su obra salvífica. Sólo podremos serlo adecuadamente cuando estemos plenamente unidos en la fe y proclamemos su palabra a una sola voz, una voz que resuene con la calurosa vitalidad que caracteriza a toda la comunidad cristiana cuando vive unida en plena comunión.

4. Nuestras divisiones perjudican a esta vitalidad e impiden a nuestro prójimo oír el Evangelio como debieran. Pero sin embargo, incluso ahora y a pesar de estas divisiones, gracias a lo que tenemos en común nos es posible dar juntos testimonio, aunque sea limitado, ante este mundo que necesita tan urgentemente oír el mensaje de amor y esperanza de la Buena Nueva de la salvación obtenida para toda la humanidad por Jesucristo que "fue crucificado en su debilidad, pero vive por el poder de Dios" (2 Cor 15, 4). Nos es posible colaborar con frecuencia en la causa del Evangelio. Aunque todavía no podemos hacerlo todo juntos —especialmente la plenitud del culto eucarístico—, sin embargo podemos realizar muchas cosas juntos.

Por tanto, siempre que sea posible busquemos el modo de emprender acciones de testimonio conjunto, sea en obras de Biblia juntos, o promocionando los derechos humanos y atendiendo a las necesidades humanas, o en el diálogo teológico, u orando juntos cuando la ocasión lo permita —como se está haciendo tan bellamente en este momento— o hablando a otros de Jesucristo y de su salvación. A la vez que hacemos todo esto, sigamos pidiendo al Espíritu Santo luz y fuerza para adecuarnos perfectamente a la voluntad santa de Dios para su Iglesia.

3. La tarea que se presenta a los cristianos al acercarse el final del siglo XX constituye sin duda un gran desafío; y es bueno ver lo mucho que ya se ha hecho, por la gracia de Dios, para responder a él. Crezca y se desarrolle en todas las partes del mundo esta respuesta. Con tal esperanza pido instantemente a Dios Nuestro Padre que las Iglesias y Comunidades que representáis y todos los Consejos de Iglesias de África y el Consejo Cristiano de Kenia, del que muchos de vosotros sois miembros, sean cada vez más fieles siervos del querer de Cristo de que todos los que creen en El sean uno como El y su Padre son uno. Que "estéis firmes en un mismo espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio" (Flp 1, 27) para gloria de la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

 



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