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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO
A SU SANTIDAD DIMITRIOS I
PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA

 

El año pasado celebramos juntos la festividad de San Andrés, el Apóstol que fue llamado primero, y hermano de Pedro. La oración constituyó el centro de aquel encuentro caluroso y fraterno. El tiempo transcurrido no ha debilitado los sentimientos experimentados entonces ni el recuerdo de aquel acontecimiento; por el contrario, los ha profundizado y reavivado este año, la celebración del Santo Patrono de vuestra Iglesia me ofrece de nuevo la oportunidad de enviaros una Delegación, presidida por nuestro querido hermano el cardenal Willebrands; él transmitirá a Vuestra Santidad, a su Santo Sínodo, al clero y a todo el pueblo fiel mi saludo afectuoso y el de la Iglesia de Roma: "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Cor 13, 13).

Con una alegría y una esperanza renovada cada año, celebramos las festividades de los dos hermanos, los Santos Apóstoles Pedro y Andrés. Estoy plenamente convencido de que esta unión en la oración ayudará a nuestras Iglesias hermanas a celebrar el día en que se restablezca entre ellas la plena comunión. La alegría de esta celebración común es un anticipo de la que experimentaremos entonces, cuando podamos testimoniar juntos nuestra fidelidad al Señor y, de este modo, dar al mundo un ejemplo de verdadera reconciliación y una contribución a la paz entre los hombres.

El diálogo teológico que la comisión mixta entre las Iglesias católica y ortodoxa ha iniciado este año en la Isla de Palmos, tan rica en recuerdos apostólicos y en sugerencias proféticas, constituye un acontecimiento de la más alta importancia para las relaciones entre nuestras Iglesias. La atmósfera de ardiente caridad fraterna que ha caracterizado este encuentro, así como el compromiso tomado ante el Señor de trabajar por el restablecimiento de la unidad, nos permiten pensar que se realizarán sustanciales progresos. Las antiguas divergencias que habían conducido a las Iglesias de Oriente y Occidente a dejar de celebrar juntas la Eucaristía van a ser abordadas de forma nueva y constructiva, como lo atestigua tanto el tema escogido para la primera fase del diálogo cuanto sus perspectivas generales.

Nuestra oración acompañará el diálogo teológico para que esté siempre más profundamente enraizado en la verdad, conducido con sinceridad y con una fidelidad recíproca sin sombras, animado por el Espíritu de Dios y fecundo, de este modo, para la vida de la Iglesia. Con este fin he solicitado la oración de todos los fieles católicos y, para poder crecer juntos en Cristo, he deseado que, allí donde vivan cercanos, católicos y ortodoxos lleven a cabo relaciones fraternas y una colaboración desinteresada que prepararán progresivamente la rearticulación de nuestra unidad.

Queridísimo hermano, he aquí algunos de los pensamientos, algunas de las esperanzas y de los sentimientos que inundan mi corazón y que he tenido a bien expresaros en estas líneas. Con ellos trato de manifestaros, con mi firme voluntad de fidelidad a todas las exigencias del Señor, mi profunda y fraterna caridad.

Vaticano, 24 de noviembre de 1980

IOANNES PAULUS PP. II

 



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