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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA REAL ESCUELA DE CADETES DE BÉLGICA

Sábado 4 de abril de 1981

 

Queridos amigos:

Con ocasión de vuestra breve estancia en Roma habéis manifestado el deseo de ser recibidos en la casa del Padre común de todos los fieles católicos. Me llena de alegría el poder saludaros un momento esta mañana y, a vosotros que estáis en la edad en que se deciden las grandes orientaciones para el futuro, animaros a renovaros en vuestra fe cristiana, a profundizar en ella.

Sí, una de las tareas de los jóvenes en nuestra sociedad secularizada, es la de rechazar el conformismo y el respeto humano para llegar a un estado de espíritu verdaderamente cristiano, es decir, a una manera de comprender el mundo y de comprenderse a sí mismo a la luz del Evangelio. Un comportamiento semejante implica necesariamente un modo de vida austero, pero dinámico, coherente con la fe y extraordinariamente capaz de conduciros a la plenitud en el verdadero sentido de la palabra. Como dice San Pablo, "renovaos en el espíritu de vuestra mente" (cf. Ef 4, 23), lo cual es obra del Espíritu Santo, que introduce en el misterio del Señor Jesucristo y de su Iglesia. Pues no se les puede separar: la mediación de la Iglesia es necesaria para conocer a Cristo y vivir su vida.

Os deseo que vuestra estancia en Roma os permita descubrir muy concretamente algunos aspectos de esta realidad viviente de la Iglesia a través de los lugares santificados por los Apóstoles Pedro y Pablo, los mártires e innumerables santos. ¡Ojalá descubráis que el Señor ha dado verdaderamente a su Iglesia las palabras de vida eterna!

Estas son algunas de las cosas que os deseo, queridos amigos, en este tiempo de Cuaresma, tan propicio para una saludable revisión de vida. Encomiendo al Señor vuestras personas y vuestro futuro, que deseo siempre y totalmente fundamentado sobre el sentido de servicio. A vosotros, a los miembros de vuestra Real Escuela de Cadetes y en especial a los dirigentes que os acompañan y a todas vuestras familias os doy de todo corazón la bendición apostólica.

 



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