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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS AGENTES DE LA POLICÍA MOTORIZADA QUE LE PRESTAN
SERVICIO DE ESCOLTA CUANDO SALE DEL VATICANO


Sábado Santo 18 de abril de 1981

 

Queridísimos:

1. Habéis deseado venir a felicitarme las pascuas en esta mañana del Sábado Santo tan singular y significativa. Me proporciona gozo esta reunión no sólo por la alegría que me da vuestra presencia, sino también porque me brinda ocasión de manifestaros mi aprecio y agradecimiento por el servicio delicado que prestáis en mis salidas de la Ciudad del Vaticano en visita pastoral. Sé que cumplís el deber con gusto, aunque os exija fatiga y sacrificio. Y conozco bien vuestra competencia y entrega generosa. Con suma alegría presento mi saludo afectuoso también a los familiares que os acompañan aquí y a todos vuestros seres queridos, ofreciéndoos de corazón la felicitación pascual y prometiéndoos recordaros en la oración.

2. La vigilia de la gran solemnidad de Pascua me sugiere una consideración que deseo dejaros como recuerdo.

Después del silencio del Sábado Santo, las campanas volverán a sonar jubilosas para anunciar la resurrección gloriosa y definitiva de Cristo. Vida y muerte han luchado en duelo terrible ¡pero ha vencido la vida! Y Jesús resucitado garantiza con su victoria que también nosotros resucitaremos gloriosos después de la peregrinación de la historia humana, al fin de los tiempos.

Este es, queridísimos, el estilo de vida que también vosotros debéis adoptar, vosotros y vuestras familias: gozo de Pascua y certeza de la resurrección gloriosa que infunde valentía y confianza, aleja del mal, compromete a una vida virtuosa e ilumina cada día con la luz sobrenatural de la gracia y de la eternidad.

Que el júbilo de Pascua acompañe cada día de vuestra vida y dé satisfacción y serenidad a vuestro trabajo. Este es mi sincero augurio.

Con tales deseos os imparto de corazón la bendición apostólica propiciadora que extiendo con afecto a todos vuestros seres queridos.

 



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