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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE ALUMNAS DE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
Y A UNA PEREGRINACIÓN DE LA UNITALSI DE VARESE 

Plaza de San Pedro
Sábado 25 de abril de 1981

 

Queridísimos hermanos y hermanas en Cristo:

1. En esta audiencia general especial en la plaza de San Pedro, en esta fiesta civil italiana, tengo la gran alegría de saludaros, alumnas de las Hijas de María Auxiliadora, que habéis venido a Roma de toda Europa juntamente con vuestras educadoras para conmemorar el centenario de la muerte de la fundadora. Santa María Domenica Mazzarello, y a vosotros, enfermos y asistentes de la UNITALSI de Varese, que con vuestra peregrinación romana recordáis los cuarenta años de actividad de la institución.

En el gozo de estos días pascuales, acoged mi saludo afectuoso y cordial, que dirijo a todos y cada uno de vosotros, junto con mi agradecimiento por este gesto vuestro de fe cristiana y de veneración filial hacia la persona del Papa. Vuestra presencia, tan llena de entusiasmo y generosidad, me consuela y alegra sintiéndome feliz de poderos manifestar mi complacencia y mi estima, tanto por los trabajos de grupo que habéis realizado vosotras, jóvenes, en estos días de reflexión y de amistad, como por el empeño de la UNITALSI de Varese en beneficio de los hermanos que sufren.

2. Con ocasión del centenario de la institución de la congregación de las Hijas de María Auxiliadora, Pablo VI se dirigió a las religiosas salesianas proponiéndoles dos apremiantes preguntas: "¿Sabrá vuestra congregación responder al llamamiento de la Iglesia en esta hora turbulenta en que vivimos? ¿Con qué recursos logrará que la antigua vitalidad de la robusta cepa, plantada por vuestros santos fundadores, continúe floreciendo en toda su plenitud?" (15 de julio de 1972; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 6 de agosto de 1972, pág. 10). Y respondía que no había más que un medio: la santidad, asegurada por la primacía de la vida interior, mediante el "amor contemplativo y operante" del que es ejemplo María Santísima.

El grandioso presente encuentro de tan numerosas alumnas de las Hijas de María Auxiliadora, para conmemorar el centenario de la muerte de la fundadora, es un signo de que tal vitalidad santa y santificadora está todavía muy presente, en el espíritu de Santa María Domenica Mazzarello.

Se lee en su biografía que desde el primer encuentro con Don Bosco, acaecido en el pueblecito de Mornese de la diócesis de Acqui en octubre de 1864, ella intuyó la santidad del sacerdote de Turín, por lo que, atraída por su espiritualidad, iba exclamando: "Don Bosco es un santo, ¡yo lo veo!". Cuando después en 1872 fue elegida superiora de la nueva congregación, sor María Mazzarello no temía decir a las hermanas, de un modo casi paradójico: "(Vivamos en la presencia de Dios y de... Don Bosco!". Por otra parte, el mismo Don Bosco podía confiar un día a Don Cagliero: "Su congregación es semejante a la nuestra: tiene el mismo fin y los mismos medios". Ella, en efecto, sentía y poseía profundamente el espíritu "salesiano" de Don Bosco.

Vosotras, queridas jóvenes, habéis meditado en estos días en qué consiste ese "espíritu salesiano"; y ahora, al regresar a vuestra patria, a vuestras familias y a vuestros ambientes sociales y culturales, os exhorto encarecidamente a vivirlo con profunda convicción y con alegre valentía.

Ser "salesianos", siguiendo las huellas de Don Bosco y de Sor María Domenica Mazzarello, significa ante todo comprender, estimar y vivir a toda costa la realidad de la "gracia" recibida en el bautismo. Esta fue la primera y suprema preocupación de los dos fundadores, y a este fin estuvo encaminada toda su pedagogía natural y sobrenatural. ¡Antes de todo valor humano y antes de toda elección, reflexionad sobre vuestra íntima amistad con Cristo, sobre vuestra participación en la misma vida divina, sobre vuestra llamada a la eterna felicidad! De esta verdad fundamental nacen la necesidad de la oración y de los sacramentos, la confianza en María Santísima, el control de los sentidos y de las pasiones.

Ser "salesianos" significa poseer el sentido sobrenatural de la alegría y del gozo, que lleva a un optimismo sano y constructivo, a pesar de las dificultades de la vida. Cristo que muere en cruz y después resucita glorioso nos dice precisamente que hay que ir adelante, sin temor, con confianza, con esperanza: "Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados" (Rom 8, 28). ¡Llevad por tanto la alegría de vuestros corazones valientes, de vuestras almas puras e inocentes, de vuestras vidas ardientes a los lugares de trabajo, de la escuela, del juego, a vuestros encuentros juveniles, a vuestras casas!

Y finalmente, ser "salesianos" significa sentir el impulso apostólico, la necesidad de hacer conocer el amor y la misericordia del Divino Redentor a todo el mundo, a todos aquellos que no lo conocen todavía, y son millones, especialmente a tantos jóvenes que extraviados y desilusionados en una sociedad que les deprime y amarga, muchas veces están tentados por la desesperación. Sed apóstoles en vuestros ambientes, participando de las alegrías y de los dolores de los otros, animadas por afecto fraterno, misericordiosas, humildes (cf. 1 Pe 3, 8); sed apóstoles, si el Señor os llama, consagrando a El y a las almas toda vuestra vida.

¡Este es el compromiso y la consigna que os dejo al final de vuestro encuentro romano, en el nombre de Santa María Domenica Mazzarello!

3. Después a vosotros, enfermos y asistentes de la UNITALSI, deseo confiaros una reflexión sobre el valor de la Pascua en vuestra vida.

Somos todos testimonios, a veces atemorizados, del hecho de que la sociedad moderna parece favorecer prevalentemente un régimen de placer y de goce, ligado al provecho individual, olvidando la ética natural y revelada, descuidando los valores espirituales y sobrenaturales. Y sin embargo, la necesidad de un significado último no se puede eliminar del hombre; la necesidad metafísica y religiosa no se puede desarraigar. La ética, a pesar de ser pisoteada, de alguna manera renace y resurge, porque el hombre está orientado a ir más allá del tiempo y del espacio y quiere saber el significado de su existencia. En el flujo y reflujo de la historia, se revela que no es la revolución socio-política la que satisface las aspiraciones de la humanidad, sino la revolución interior de las conciencias, a la luz del mensaje de Cristo.

Cristo resucitado, que venció la angustia de Getsemaní y las humillaciones de la pasión y superó la derrota de la muerte, esté siempre ante vuestros ojos, para tener en todas partes y continuamente el coraje de testimoniar al mundo vuestra fe y vuestra confianza. Este testimonio es de gran ayuda para el retorno de muchos a la verdad.

Saludo de corazón también a los otros grupos de peregrinos presentes en esta audiencia y les prometo mi afecto y mi oración.

Deseo vivamente que la devoción a María Auxiliadora sostenga a todos, mientras gustoso os imparto mi confortadora bendición apostólica, que extiendo a los familiares y a las personas que os son queridas.

 



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