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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS DIRIGENTES Y ATLETAS
DEL EQUIPO DE FÚTBOL DE CAGLIARI (ITALIA)

Sábado 28 de marzo de 1981

 

1. Estoy contento por este encuentro con vosotros, dirigentes y atletas del equipo de fútbol del "Cagliari", que, invitados a la Ciudad Eterna para una competición del campeonato, habéis venido aquí acompañados de vuestros familiares.

Os saludo con sincera cordialidad. Vuestra visita me hace volver a ser joven entre los jóvenes, porque evoca en mí recuerdos, lejanos en el tiempo, pero siempre entrañables, cuando también yo tuve ocasión de jugar —como tantos en la edad juvenil— algún partido de fútbol.

Representáis ese mundo del fútbol que cada domingo arrastra masas de personas a los estadios y que ocupa tanta parte en los medios de comunicación social. A cuantos os miran y os admiran debéis ofrecerles ciertamente el espectáculo del juego, pero recordar que también forma parte de vuestro deber el dar ejemplo del ejercicio de algunas virtudes, típicas del mundo deportivo, que deben representar ante todo un patrimonio personal vuestro.

Sabed, pues, distinguiros por la lealtad y la honestidad, por el dominio del propio físico y de los reflejos propios, por el respeto de la persona y por la perfección espiritual. Se trata de valores que, adquiridos hoy a través del deporte, os servirán siempre, incluso cuando el cuerpo no responda ya a las exigencias del juego, pero el "partido" de la vida exija igualmente vuestro compromiso de hombres.

. 2. Me complazco en dirigir el pensamiento a vuestra bella e ilustre ciudad de Cagliari, sobre la que destaca el santuario de la Virgen de Bonaria, y que ha querido dedicar a un Santo el estadio en el que os entrenáis y ofrecéis al público la prueba de vuestra habilidad.

Deseo de corazón que el recuerdo de San Elías os sirva de estímulo cada vez mayor en vuestros deberes de deportistas y, sobre todo, de hombres y de cristianos. Deseo, además, que el ejercicio de las competiciones deportivas y el motivo de serena distensión que tienden a ofrecer, contribuya al mejoramiento no sólo de vuestra persona, sino también de la sociedad que os sigue con tanto interés.

Con estos deseos invoco del Señor una amplia efusión de favores celestiales sobre vosotros y sobre las personas que os son queridas; y os acompaño cordialmente con mi bendición.

 



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