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PLEGARIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA VIRGEN MARÍA EN LA SOLEMNIDAD
DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Plaza de España, Roma
Miércoles 8 de diciembre de 1982

 

1. Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
que te ha colmado, Virgen de Nazaret,
con toda bendición espiritual en Cristo.
¡En El
has sido concebida Inmaculada!
¡Elegida para ser su Madre,
has sido redimida en El y para El más que cualquier
otro ser humano!
Preservada de la heredad del pecado original,
fuiste concebida y viniste al mundo en estado de gracia
santificante.

¡Llena de gracia!

En la solemnidad de hoy veneramos este misterio de la fe.
Hoy, con toda la Iglesia, veneramos la redención,
que se realizó en Ti.
Esa singularísima participación en la redención del mundo
y del hombre,
que sólo a Ti estuvo reservada: sólo a Ti.
Dios te salve, María, «Alma Redemptoris Mater»!

2. Hoy la Iglesia Romana
te presenta una súplica especial:
ayúdanos a preparamos dignamente al Año Santo, que será
un nuevo Jubileo de nuestra redención.

Tú que eres la primera entre los redimidos,
ayúdanos a nosotros, hombres del siglo XX
que se encamina hacia su fin y, a la vez,
hombres del segundo milenio después de Cristo;
ayúdanos
a volver a encontrar nuestra parte en el misterio
de la redención;
ayúdanos
a comprender más profundamente la dimensión divina y,
a la vez, humana de ese misterio,
y a beneficiarnos más plenamente de sus
inagotables recursos;

 — ayúdanos a nosotros, que pertenecemos a la comunidad
de la Iglesia Romana

— y a todos los peregrinos, que vendrán a orar junto
a las memorias de los Apóstoles y Mártires

— y a todos los hermanos V hermanas en el mundo,
redimidos por la preciosísima Sangre de Cristo.

Te pedimos todo esto en la solemnidad de hoy:
oh clementísima, o piadosa, oh dulce Virgen María.

Amén.



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