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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA SOCIALISTA DEMOCRÁTICA
DE SRI LANKA ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 24 de junio de 1982

 

Señor Embajador:

1. Con placer le recibo como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Socialista Democrática de Sri Lanka. Le agradezco el saludo que me ha transmitido del Excmo. Sr. Presidente J. R. Jayewardene, y deseo le exprese de mi parte la sinceridad de mis buenos deseos y la seguridad de mis oraciones por él y por todo el pueblo de Sri Lanka.

Como ha afirmado usted, Excmo. Señor, la cristiandad llegó pronto a su País. Existe la tradición de que el conocimiento de Cristo lo llevó el Apóstol Tomás, uno de los Doce elegidos por Jesús para estar con Él y ser enviados a predicar. Actualmente los miembros de la Iglesia Católica de Sri Lanka, con honda conciencia de la relación habida durante siglos entre la fe y su País, se enorgullecen de desempeñar tareas en la promoción del bien y progreso de su tierra natal.

La Santa Sede tiene en suma estima los muchos tesoros de cultura intelectual y sabiduría moral atesorados en el patrimonio de todos los elementos del pueblo de Sri Lanka. Aprecia grandemente la intención declarada de las autoridades civiles de "esforzarse por crear el clima económico y social necesario para permitir que las personas de todas las creencias hagan realidad viva sus principios religiosos".

2. Desde la independencia, Sri Lanka ha jugado un papel importante en el esfuerzo de reducir tensiones internacionales y construir comprensión y cooperación entre los Estados, especialmente entre los que poseen menos riqueza material. Este esfuerzo es de suma importancia para el futuro de la Humanidad. La Humanidad necesita paz. Pero la paz es estable y verdadera sólo cuando se respetan y atienden las necesidades materiales y espirituales de los individuos y los pueblos.

La dignidad humana requiere, al menos, cierto nivel mínimo según las necesidades tales como el alimento, el vestir y la casa. Por tanto, hay que dirigir los esfuerzos a eliminar la pobreza doquiera se halle. Esto reclama buena voluntad y apertura de corazón por parte de las personas interesadas de dentro del País y también de otros países. En estas situaciones, el egoísmo sería verdaderamente inhumano. La Iglesia Católica trata de despertar las conciencias a las demandas de la solidaridad humana y la caridad sobrenatural. En la medida en que es capaz y con los medios propios suyos, procura descubrir necesidades y aliviar a los enfermos y a los que sufren, y proporcionar una educación que les ilumine y eleve.

3. Pero el hombre no vive sólo de pan. Concentrarse en las necesidades materiales haciendo caso omiso de realidades más altas, produce atrofia espiritual. Los seres humanos deben tener posibilidad de desarrollarse íntegramente y crecer con plenitud según sus creencias y su fe. Necesitan poder establecer y desarrollar su relación con lo trascendente, que es más sólido y duradero que este mundo cambiante y esencialmente limitado. Con otras palabras, necesitan poder dirigirse ellos mismos a Dios, el único que puede dar sentido a la vida y satisfacer su esperanza y su ansia de amar.

La Iglesia Católica desea prestar su aportación específica al bien del hombre en todos los aspectos, y espera encontrar por doquier acuerdo, voluntad, y cooperación activa. En Sri Lanka, en particular, la Iglesia Católica quiere servir al País siendo operadora de paz y reconciliación, mediadora de comprensión y constructora de armonía.

Expreso una vez más mi respeto cordial y mi afecto a todo el pueblo de Sri Lanka y pido a Dios que lo bendiga y bendiga también a sus líderes.

La Santa Sede le acoge, Excelentísimo Señor, y gustosa le ofrece su ayuda en el desempeño de su alta misión al servicio de su País. Le manifiesto mis buenos deseos personales y la seguridad de mis oraciones por su éxito.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 31, p.10.

 



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