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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 6 de mayo de 1982

 

Señor Embajador,

Con ánimo complacido doy en este día a Vuestra Excelencia la más cordial bienvenida, al presentar las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario v Plenipotenciario de la República de Colombia ante la Santa Sede.

Muchas gracias por sus fervientes palabras, rebosantes de afecto religioso hacia mi persona en cuanto Pastor de la Iglesia universal y que, como ha dicho expresamente Vuestra Excelencia, reflejan el sentimiento unánime del pueblo colombiano.

A través de ellas, ha puesto también de manifiesto cómo su País asume con gratitud y fiel acatamiento, a la vez que con una esperanza incólume, cuantas iniciativas promueve esta Sede Apostólica para estrechar cada día más los lazos de fraternidad entre los hombres y entre la familia de las Naciones.

De esta labor conciliadora de la Iglesia, tan íntimamente vinculada a su misión específica de salvación, Colombia ha hecho experiencia propia, a lo largo de la historia, sabiendo asimilar la savia de la cultura cristiana que constituye uno de los elementos aglutinantes y característicos de la propia unidad nacional.

De ahí que los fieles hijos de la Iglesia en Colombia se sientan al mismo tiempo buenos ciudadanos. No son por tanto éstas, dos formas disociadas o contrapuestas de la convivencia social; al contrario ambas tienden a madurar contemporáneamente, tanto en la vida personal como colectiva, porque se orientan hacia un único objetivo: servir a la persona humana en todas sus dimensiones, creando el ambiente propicio de paz, de justicia y solidaridad donde colme sus necesidades y desarrolle íntegramente todas sus capacidades, en correspondencia con la propia dignidad de creatura salida de las manos de Dios.

En este clima de respeto y de mutua colaboración, la Iglesia en Colombia seguirá trabajando para fomentar en la vida individual y comunitaria la identidad cristiana, basada también en las exigencias del amor fraterno, que se manifiesta particularmente en una compartida voluntad, siempre dispuesta a superar posibles desequilibrios o discordias, a acortar distancias arraigadas quizá en enojosas desigualdades de cualquier índole para volcarse de modo incansable a mejorar las condiciones de la existencia personal, familiar y social.

Señor Embajador: Deseo formularle mis mejores votos por el éxito feliz de la misión que comienza hoy y asegurarle también mi benevolencia, que extiendo a las Autoridades y al querido pueblo de Colombia. Pido para todos abundantes bendiciones divinas.


*AAS 74 (1982), p. 793-794.

Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. V, 2 1982 pp.1421-1422.

L'Attività della Santa Sede 1982 p . 353.

L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 20, p.11.

 



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