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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE TRINIDAD Y TOBAGO
ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 20 de enero de 1984

 

Señor Embajador:

Al presentarme las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Trinidad y Tobago, me complazco en darle la bienvenida al Vaticano y agradecerle los buenos deseos que me ha transmitido del Excelentísimo Presidente y del Primer Ministro. Le ruego les exprese mi caluroso saludo y les diga que rezo por todo el pueblo de su Nación.

Viene usted como Primer Embajador de su País ante la Santa Sede. Por esta razón, el día de hoy es particularmente feliz para nosotros, porque indica el comienzo de una colaboración más estrecha y, a la vez, es signo de las buenas relaciones de que ya gozábamos. Excelentísimo Señor: se ha referido usted a los Derechos Humanos y a la promoción de la justicia, la paz y la colaboración fraterna. Los esfuerzos conjuntos que se están haciendo por conseguir estas metas, revisten gran importancia para los pueblos de todas las naciones y para la comunidad internacional en su conjunto. En ello tienen un papel especial que desempeñar las relaciones diplomáticas, el papel de procurar forjar lazos cada vez más fuertes de entendimiento y confianza.

Me he complacido al referirse usted a la aportación significativa de la Iglesia en Trinidad y Tobago al desarrollo educativo, social y cultural de la Nación. La Iglesia quiere colaborar con los hombres y mujeres de buena voluntad en todo lo que contribuya al desarrollo integral humano y a la mejora de la sociedad. Esta cooperación es facilitada por los países que, como el suyo, insertan en sus Constituciones libertad de conciencia y libertad de creencia y práctica religiosa. Y quisiera asegurarle que la Iglesia Católica en Trinidad y Tobago desea continuar colaborando en estos valiosos esfuerzos a la vez que desempeña su misión primaria de proclamar el mensaje salvador de Jesucristo.

Señor Embajador: al asumir usted sus funciones diplomáticas, le prometo la plena cooperación de la Santa Sede para un feliz desempeño de su misión. Pido a Dios todopoderoso le dé salud y satisfacción en su trabajo y bendiga a todo el pueblo de su País con prosperidad y paz duradera.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 8, p.6.

 



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