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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE INDONESIA ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 7 de julio de 1984

 

Señor Embajador:

Nuestro encuentro de hoy me ofrece la oportunidad de reconocer públicamente la importancia que da la Santa Sede a la continuación y desarrollo de los lazos de amistad existentes entre Indonesia y la Santa Sede. Me alegra darle la bienvenida en el Vaticano y aceptar las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de su País ante la Santa Sede. Agradezco los saludos que me ha transmitido de parte de Su Excelencia el Presidente Suharto y quiero pedirle cordialmente que asegure a Su Excelencia que le correspondo con sentimientos de buena voluntad.

Fiel a la misión que me es confiada como Supremo Pastor de la Iglesia, en numerosas ocasiones he prestado atención en declaraciones públicas a la urgentísima necesidad de que haya hombres y mujeres que trabajen en la vida pública por la causa de la paz. El momento actual es decisivo para el futuro de la Humanidad.

Como afirmé en mi reciente visita a Asia: «En este período de la historia hay una gran necesidad de sabiduría... La única opción es el diálogo sincero y la colaboración mutua, en la construcción de un ordenamiento más justo en el mundo» (Discurso al Cuerpo Diplomático, Seúl, 4 de mayo de 1984, n. 4).

Constituye por ello un hecho alentador constatar que vuestro Gobierno ha reiterado muchas veces su buena voluntad en la escena internacional con el fin de ayudar a resolver graves situaciones conflictivas, facilitando el diálogo entre las partes implicadas y favoreciendo soluciones pacíficas y justas.

Usted ha subrayado, además, la prioridad que concede su Gobierno a la causa del progreso en Irian Jaya. La Santa Sede desea ardientemente que se respeten todos los Derechos de los individuos y se hagan todos los esfuerzos posibles para eliminar los sufrimientos de la gente, facilitando el trabajo de organizaciones de ayuda dispuestas a prestar su socorro y asegurando el acceso de ayudas humanitarias a aquellos que las necesitan. La Iglesia Católica se siente realmente interesada por el bienestar de todos

Sobre la situación en Timor Oriental, usted sabe con qué atención mira la Santa Sede este problema tan delicado. Usted conoce los muchos esfuerzos que ha realizado para contribuir a ayudar a la población de esa zona y cuán seriamente ha recomendado que se respeten los Derechos Humanos. La Santa Sede sigue los acontecimientos con preocupación y con la esperanza de que, en todo caso, se conceda una atención especial a la identidad étnica, religiosa y cultural de aquellas gentes.

Señor Embajador: la Iglesia Católica en Indonesia está a favor del desarrollo de todos los sectores de la sociedad en paz y armonía. La Iglesia está celebrando este año el 450 aniversario de la presencia del Catolicismo en el archipiélago. Ha sido una presencia beneficiosa, como lo atestiguan las muchas obras culturales y asistenciales desarrolladas por los indígenas, bajo una alta inspiración, y por el personal misionero que, cumpliendo el mandato evangélico de servir a sus hermanos y hermanas, ha sido también constructor de una sociedad justa y ordenada para bien de todos. Causa una enorme satisfacción constatar una vez más que el primer y principal principio de vuestra Pancasila es la fe en el Dios único y supremo, y que en vuestra constitución se aseguran la libertad y respeto mutuo para todas las religiones. Se trata realmente de bases seguras para un progreso verdaderamente humano

Le aseguro, Señor Embajador, que considero su presencia aquí como un claro signo de la disponibilidad de Indonesia y de la Santa Sede a colaborar estrechamente en todo aquello que sea de interés común para ambos. Que el Dios Omnipotente le bendiga en el ejercicio de su misión diplomática. Que bendiga abundantemente al pueblo de Indonesia con la paz y un bienestar verdadero.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 46, p.23.



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