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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA SOCIALISTA DEMOCRÁTICA DE SRI LANKA
ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 22 de noviembre de 1984

 

Señor Embajador:

1. Me proporciona sumo placer recibirle en el Vaticano en su calidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Socialista Democrática de Sri Lanka. Tengo en gran aprecio las amables palabras que acaba de dirigirme y, a mi vez, aprovecho este momento para reiterar mi afecto cordial e interés en la oración por todo el pueblo de Sri Lanka.

2. Como usted sabe bien, la misión diplomática de la Santa Sede tiene características peculiares que responden a la naturaleza esencialmente religiosa y espiritual del papel de la Iglesia Católica en el mundo. Las actividades de la Santa Sede están orientadas al desarrollo integral de la familia humana, con referencia particular a salvaguardar y promover los valores fundamentales enraizados en la dignidad inalienable de todo ser humano.

Puesto que la Iglesia se esfuerza por desempeñar este servicio de modo que promueva efectivamente el bien de todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la Santa Sede está muy interesada en mantener relaciones cercanas y cordiales con las autoridades civiles responsables del bien de los pueblos de los distintos países. Procura intercambiar puntos de vista sobre los medios de promover el bien común y estar dinámicamente presente en 1a vida internacional para apoyar los esfuerzos encaminados a facilitar el desarrollo justo y equitativo de cada pueblo según su carácter y tradiciones peculiares.

En esta labor, la Santa Sede sigue las directrices emanadas del Concilio Vaticano II cuando afirma que «la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto mejor cultiven ambas entre sí una sana cooperación teniendo en cuenta las circunstancias de lugar y tiempo» (Gaudium et spes, 76).

3. Señor Embajador: parte importante de la tarea de representante de su País ante la Santa Sede, consiste en incrementar esta «sana cooperación». Deseo garantizarle la colaboración total de los organismos varios de la Santa Sede. Quiero asegurarle también que la Iglesia Católica desea de todo corazón ser en Sri Lanka fuente de comprensión y paz, de progreso y tolerancia.

Repito lo que dije públicamente el 31 de julio de 1983 en momentos de dolorosas tensiones en su País: «Si bien no son numerosos, los cristianos no dejarán de contribuir ciertamente con eficacia a la reconciliación tan deseada, dando ejemplo de diálogo verdadero, premisa esencial de la paz social».

En la oración pido con ardor que dicho diálogo prosiga con éxito y que la historia de respeto y aceptación mutua de Sri Lanka entre las diferentes tradiciones religiosas y culturales, triunfe allí donde existan dificultades o se presenten en el futuro.

Señor Embajador: le ruego tenga la bondad de transmitir mi saludo al Excmo. Sr. Presidente J. R. Jayewardene, correspondiendo a su saludo.

Dios le conceda gran felicidad en el desempeño de sus responsabilidades diplomáticas. Y sea bendecido el pueblo entero de Sri Lanka con la paz y bienes verdaderos. 


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n. 50 p.19 (p.819).

 



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