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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS DE PERÚ CON OCASIÓN
DE LA VISITA DEL CARD. JOSEPH RATZINGER

 

Amadísimos hermanos en el Episcopado:

Con ocasión de la visita al Perú del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger, invitado por el Presidente de esa Conferencia Episcopal Cardenal Juan Landázuri Ricketts, me es grato haceros llegar mi más cordial saludo en la Paz del Señor resucitado.

Este encuentro del Cardenal Prefecto con el Episcopado Peruano desea ser, en cierto modo, una continuación del fraterno diálogo eclesial, iniciado con motivo de las últimas visitas “ad 1imina” para analizar y profundizar conjuntamente algunos temas de interés, con el fin de que sea siempre viva y dinámica la comunión de cada Obispo con la Sede de Pedro y con los demás Obispos del mundo.

Entre las varias cuestiones sobresale, por su importancia y repercusión en el pueblo fiel, el tema de la teología de la liberación al que la mencionada Congregación ha dedicado recientemente dos documentos: “Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación” (1984), e “Instrucción sobre libertad cristiana y liberación” (1986).

Esta reunión en el Perú, que va precedida de otras similares con otros episcopados, constituye un momento de especial intensidad eclesial, al ser expresión de aquella colegialidad que une a los Obispos entre sí y con el Sucesor de Pedro en la solicitud por todas las Iglesias. Deseo que, gracias a este encuentro, se refuerce ulteriormente ese vínculo colegial en provecho de toda la Iglesia, la cual “forma una unidad de la que la unión de los Obispos es el vínculo”. 

En las conversaciones que tuve con cada uno de vosotros, pude comprobar cómo os estáis prodigando en el deber insoslayable de hacer Iglesia, objetivo que debe estar siempre por encima de circunstancias y de problemas humanos de toda índole. A ejemplo de Cristo, esto ha de ser un estímulo más para no cejar en la búsqueda y el acercamiento a los hombres, en el deseo de sanar sus heridas, ayudarles a llevar sus cargas y, sobre todo, abrirles, mediante la palabra y el testimonio, el auténtico camino de la 1iberación realizada por Cristo Redentor: ésta “da su verdadero sentido a los necesarios esfuerzos de liberación de orden económico, social y político, impidiéndoles caer en nuevas servidumbres”.  De este modo vuestro ministerio pastoral llegará a lo más profundo de los espíritus, allí donde, aunque las carencias humanas sean más dolorosas, tiene lugar con intervención de la gracia divina el renacimiento del hombre nuevo y del mundo nuevo que todos anhelamos, “porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios”. 

Todo lo que se refiera a la elevación espiritual moral y social del hombre debe ser objeto de vuestra ineludible misión y a ella debéis dedicar los mejores esfuerzos no olvidando que todo momento es tiempo favorable, es tiempo de gracia para el Señor. Que vuestra fe ilumine a todos los hombres, “para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”,  y así puedan descubrir mejor el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Queridos hermanos, no quiero terminar este mensaje sin elevar mi plegaria a la Virgen María que, en el Cenáculo de Jerusalén, ayudó e intercedió para consolidar la unidad de los Apóstoles, los cuales “perseveraban en la oración, con un mismo espíritu”.  “Dependiendo totalmente de Dios y plenamente orientada hacia El por el empuje de su fe, María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos”.  A Ella confío el buen resultado de este diálogo, a la vez que os imparto de corazón mi Bendición Apostólica, que extiendo gustosamente a todo el pueblo fiel del Perú.

Vaticano, 14 de julio de 1986.

JUAN PABLO II



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