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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA
 ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 29 de octubre de 1987

 

Excmo. Señor Embajador:

Le agradezco sinceramente sus amables palabras, con las que ha expresado y acompañado la entrega de las Cartas que le acreditan como nuevo Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Federal de Alemania ante la Santa Sede. En su toma de posesión le doy mi cordial bienvenida al Vaticano y le deseo mucho éxito en este cargo tan honroso y lleno de responsabilidad.

1. Nuestro actual encuentro, el primero, se produce cuando, como usted mismo ha recordado, estamos todavía bajo la viva impresión de mi visita pastoral de este año a la República Federal de Alemania. Ello nos hace sentir profunda pena por la reciente y dolorosa pérdida del ya entrado en años Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el Arzobispo de Colonia, Cardenal Joseph Hoffner. Ambas vivencias me unen, especialmente en esta hora, con la Iglesia y los hombres de su estimado País. Ellas provocan en mí una actitud de profundo agradecimiento hacia la Providencia divina que marcó también este viaje pastoral a través de diferentes diócesis alemanas, en compañía del Señor Cardenal, con una bendición especial y nos ha conservado durante tanto tiempo a este valioso Pastor de la Iglesia con su inusitada creatividad. Bajo su guía prudente y su múltiple acción pastoral, se ha fortalecido aún más la alianza entre la Iglesia alemana y la Santa Sede. Por ello, todos le debemos gratitud perenne.

Pero, con razón, subraya usted también «la estrecha y fructífera relación de confianza» que, desde hace mucho tiempo, ha existido entre la República Federal de Alemania y la Santa Sede. Su presentación de credenciales continúa una tradición, ya duradera, de mutua colaboración solidaria y fortalece la común disposición a seguir desplegando y profundizando en el futuro todavía más estos esfuerzos.

2. La colaboración común entre Estado e Iglesia se manifiesta tanto en el interior de su País como en la solicitud universal ante los urgentes problemas de la comunidad internacional de los pueblos. Usted mismo ha indicado, entre otros, los concernientes a la seguridad de la paz mundial, al alivio de las necesidades, especialmente en los países del Tercer Mundo, al respeto de los Derechos Humanos así como a la protección y creación de un medio ambiente física y moralmente sano. Puede estar seguro de que su Gobierno encontrará siempre en la Santa Sede un fiel acompañante y un generoso colaborador para conseguir el logro de esta importante aspiración de la Humanidad de hoy. La Santa Sede protege, en el marco de sus posibilidades, todos los esfuerzos serios por un mundo mejor y más justo, por un adecuado desarrollo social y económico de todos los pueblos y por una vida humana en paz y con libertad. Por su mensaje y misión, la Iglesia está firmemente persuadida de que la construcción de una sociedad digna del hombre sólo es posible, y con garantías de éxito, desde la base y con la conservación de los valores éticos elementales.

3. Como puse de relieve durante mi última visita pastoral, la más reciente historia de su País muestra precisamente que sólo hombres de gran fuerza y resolución moral están en condiciones de resistir eficazmente a la arbitrariedad moral y política, a la inhumanidad y destrucción. El Santo Rupert Mayer y el ilustre Arzobispo Cardenal Von Galen presentan a todos los que – en cualquier lugar y tiempo –, en nombre de Dios o de la Humanidad, se alzan valientemente contra el desenfreno moral, la injusticia de la Humanidad y la opresión. Ellos son para nosotros, como ya dije, «un signo de esperanza y al mismo tiempo una llamada urgente a empeñarnos con el testimonio en favor del derecho y de la justicia exigido hoy al cristiano ante la sociedad actual; en favor de la defensa de los Derechos fundamentales del hombre, continuamente amenazados, y de su vocación sobrenatural, que es la medida y la meta verdadera de todas las aspiraciones humanas» (Discurso en el aeropuerto de Colonia, Bonn, el 30 de abril de 1987: L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 17 de mayo de 1987, pág. 8). Las dos próximas beatificaciones de las religiosas Ulrika Nisch y Blandine Merten, en la fiesta de Todos los Santos, las asocian a aquel grupo de testigos de la verdadera dignidad y grandeza del hombre, que tienen sus raíces más profundas en el compromiso con una ética y una religión y, en último término, con Dios; dos nuevos modelos que proceden de su Pueblo alemán.

4. Deseo que la actual colaboración, conscientemente responsable, entre Estado e Iglesia, que existe en su País, contribuya eficazmente a la renovación moral de los hombres y de la sociedad que exige con urgencia nuestro tiempo, sin la cual no será posible la superación real de los problemas que oprimen a la Humanidad. Las relaciones diplomáticas de amistad entre la República Federal de Alemania y la Santa Sede son, para ello, un presupuesto y una ayuda muy valiosos.

Con sincero agradecimiento correspondo a los buenos deseos que me ha expresado de parte del Señor Presidente de la República. Al mismo tiempo, pido para usted y sus colaboradores en la Embajada la luz y asistencia divinas en el desempeño de su importante misión, y les imparto de corazón a todos ustedes, lo mismo que a sus queridas familias, mi especial bendición apostólica.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.49, p.20.



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