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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE BURUNDI
ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 18 de noviembre de 1988

 

Señor Embajador:

Con gozo acojo a Su Excelencia en el Vaticano en su calidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Burundi ante la Santa Sede.

Le agradezco los buenos deseos que me ha transmitido de parte de Su Excelencia el Mayor Pierre Buyoya, Presidente de la República de Burundi. Le rogaría que le transmitiese, como respuesta, mis atentos y cordiales saludos, asegurándole mi oración por su persona, por los que cooperan con él en la responsabilidad de gobernar la Nación de Burundi y finalmente, por el querido pueblo burundés, al que expreso todo mi afecto.

Su presencia en este lugar, en calidad de diplomático, testimonia la apertura de su País a las motivaciones de orden espiritual y religioso; por ello, experimento una satisfacción intensa y no dudo que su misión, inaugurada en este día oficialmente, contribuye a estrechar los lazos con la Santa Sede.

Con términos amables, ha evocado los esfuerzos de la Sede Apostólica por animar las iniciativas que responden a las preocupaciones profundas de todo ser humano y que buscan establecer entre los hombres mayor libertad, justicia y la paz. Su País comparte el deseo de promover estos mismos ideales por medio del compromiso unánime de sus hijos e hijas, respetando la dignidad y los derechos de cada uno. Conozco las graves dificultades que ha padecido su Nación en el pasado y, por desgracia, aún recientemente, pero también sé que los burundeses y sus gobernantes están decididos a poner todos los medios para superarlas. Seguramente, su pueblo no carece ni de recursos ni de energía moral para una reconciliación fraterna y una participación común de todos los ciudadanos en la construcción de un porvenir sereno. En esta obra de gran envergadura, pueden contar con el ánimo y el apoyo de la Iglesia, en particular de la Santa Sede, así como –lo espero vivamente– con la simpatía y ayuda de la comunidad internacional.

Permitidme que aproveche la ocasión de este encuentro para expresar, a través de usted, un pensamiento particularmente afectuoso a la comunidad católica de Burundi, todavía joven pero ya tan vigorosa y rica en promesas. Su contribución en la tarea de promoción y desarrollo integral de su pueblo ha sido y es aún destacable. Con gran satisfacción he tenido conocimiento de las decisiones mediante las cuales el nuevo Gobierno no sólo ha devuelto a la Iglesia sus derechos, con la plena libertad para su culto y su acción pastoral, sino que además ha reemprendido un diálogo y una cooperación beneficiosos para el País. No necesito repetirle, Señor Embajador, que los católicos burundeses están deseosos de prodigarse con vistas al desarrollo nacional, que están dispuestos a aportar su cooperación colectiva, leal y desinteresada. Conducidos por sus obispos, se comprometerán a continuar contribuyendo con impulso renovado a la unidad y progreso humano armónico, muy particularmente en la solidaridad con los que sufren y en la lucha contra la pobreza. Desde el respeto integral por la vida, desean edificar cada día más solidamente las estructuras familiares, que siguen siendo el cimiento obligado para la construcción de una nación. Se dedicarán con particular cuidado a la formación de las nuevas generaciones en los grandes valores de justicia, paz y fraternidad, que tienen su origen en el Evangelio.

¡Ojalá pueda Burundi ser cada vez más –siguiendo su tradicional sabiduría– un país de acogida, de diálogo y de recíproca asistencia: un país que viva en paz y que contribuya a la paz en el continente africano y en toda la comunidad de las naciones!

En el momento en que comienza su misión, le ofrezco mis mejores deseos de cara al feliz cumplimiento de su tarea. Esté seguro de que aquí encontrará siempre una atenta acogida y una comprensión cordial.

Sobre Su Excelencia, sobre el Señor Presidente de la República, el Gobierno y el pueblo de Burundi, invoco la abundancia de las bendiciones divinas.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.52, p.6 .



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