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VIAJE APOSTÓLICO A MADAGASCAR, LA RÉUNION, ZAMBIA Y MALAWI
(28 DE ABRIL - 6 DE MAYO DE 1989)

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO
ANTE EL GOBIERNO DE MADAGASCAR
*

Domingo 30 de abril de 1989

 

Excelencias, señoras, señores:

1. En el curso de la visita pastoral que estoy realizando a este país, antes de marchar a La Reunión, Zambia y Malawi, me alegro de tener esta ocasión de saludar al Cuerpo Diplomático acreditado en 1a Republica Democrática de Madagascar. En efecto, ya conocen la estima con la que la Santa Sede valora la acción de las Misiones Diplomáticas, verdadero servicio a los pueblos gracias a la presencia de sus representantes cualificados, que favorecen intercambios cada día mas intensos. Las Organizaciones Internacionales apartan a este respecto una contribución especifica, digna de aprecio. Saludo con gusto entre ustedes a sus representantes.

La misión espiritual que me incumbe me permite ser, a mi vez, un testigo de lo que une a los hombres y también de las inquietudes y sufrimientos que sobre ellos pesan en todo el mundo. La Iglesia desea actuar incansablemente por el bien del hombre, en función de su experiencia y dentro del respeto a las competencias de los poderes civiles. Cree que esta cualificada para afirmar la solidaridad universal a la cual debe tender toda la humanidad en su búsqueda de la paz y de la felicidad para todas las personas.

2. Para las actuales generaciones es obvio que el desarrollo es la preocupación mayor. La desigual distribución de los recursos de todo tipo en el planeta subraya evidentemente la necesidad de una cooperación activa entre las naciones para que sus responsables acuerden aquellas condiciones de vida dignas del hombre. Quizás hoy se sepa mejor que nunca que los intercambios económicos y la cooperación no pueden lograr su objetivo mas que dentro de un espíritu de solidaridad y respetando la identidad de cada pueblo, de su cultura, de su entorno, de su independencia.

Cuando se habla de solidaridad se ve inmediatamente que la colaboración institucional tiene como fin primero el bien de los pueblos, la valoración de sus propios recursos humanos, la expansión de sus capacidades, la estima de la importancia de su territorio. la acogida de su especifica contribución a la riqueza de la comunidad humana, incluso aunque esta riqueza no se pueda medir en términos económicos. La noble cultura del país que nos da su hospitalidad, los rasgos originales de sus regiones ilustran perfectamente la belleza de un patrimonio humano que el desarrollo no sólo debe conservar. sino también hacer que fructifique.

Las necesidades de las naciones menos favorecidas, las dificultades que muchos seres humanos experimentan en su existencia son en sí mismas una llamada a una cooperación internacional que hay que llevar hacia adelante de una forma cada vez mas adecuada. Los objetivos deben fijarse de mutuo acuerdo y deben tenerse en cuenta las necesidades inmediatas que justifican acciones a corto plazo, sin perder de vista el apoyo a las iniciativas destinadas a modificar favorablemente la situación a largo plazo. No entrare en análisis que ustedes conocen, pero subrayare, algunos aspectos, empezando por desear que la solidaridad de las naciones conduzca a seguir avanzando por el camino de las soluciones a los problemas del endeudamiento de los países más pobres, asunto sobre el que 1a Santa Sede se ha pronunciado recientemente.

3. En e1 Tercer Mundo y en los países menos favorecidos, muchos hombres y mujeres se consagran generosamente a actividades de desarrollo. Quisiera aludir ahora a la obra que llevan a cabo los voluntarios que integran las Organizaciones no gubernamentales. Sin reemplazar la acción de los Estados ni de las organizaciones que los unen, estos voluntarios pueden ayudar, de modo significativo, a comprender las necesidades reales de los países pobres, a convertir en algo más personal y amistoso la cooperación, a desarrollar la solidaridad concreta, contribuyendo así a vincular los diversos sectores de la sociedad con la acción de las autoridades políticas.

Desde esta perspectiva quisiera rendir un homenaje especial a la entrega de los misioneros. Inspirados por el Evangelio, se han consagrado desde hace tiempo al cuidado de los enfermos, al sostén de los desamparados, a la educación de los jóvenes. Pienso en todos aquellos que, incluso estos últimos años, han sido víctimas, en algunas regiones, de violencias injustificadas. Todos deseamos que los hombres y las mujeres, religiosos o no, que como artífices de la paz, acuden a ayudar a sus hermanos, cumplan su misión con seguridad y en amistad.

4. Las perspectivas de distensión que se han manifestado en los últimos años, deberían ahora favorecer la colaboración de los hombres de ciencia y de cultura de todos los países en favor del desarrollo del Tercer Mundo. En la Encíclica que he dedicado a la cuestión social para prolongar las llamadas de mi predecesor Pablo VI veinte años antes, he invitado a las naciones del Norte y del Sur a coordinar mejor sus medios. Así, las transferencias de tecnología aparecen como una creciente necesidad. ¿No es una exigencia de la justicia la puesta en común del saber para beneficio de todos?

Si los habitantes del planeta llegan verdaderamente a consolidar la paz, ¿podrán admitir que dos tercios de la humanidad sigan sufriendo hambre, no accedan a un nivel de educación que les permita asumir con eficacia la responsabilidad de su desarrollo, permanezcan privados de los medias de información y de comunicación que en otras partes están de manera normal disponibles y que se consideran indispensables?

5. Cada vez más la opinión mundial es consciente del precioso bien que constituye la tierra con todo lo que revela y produce. Se habla de "medio ambiente": es el marco dentro del cual debe vivir el hombre; se trata de la naturaleza que se le ha confiado. Sabemos las amenazas que pesan sobre regiones enteras a causa de una desmedida explotación o de una contaminación sin control. Proteger el patrimonio forestal del globo, reaccionar ante el empobrecimiento del suelo, evitar la difusión de substancias toxicas perjudiciales para el hombre, la fauna y la vegetación, salvaguardar la atmosfera: todos estos imperativos no pueden tenerse en cuenta si no es por medio de la cooperación activa y consciente para la cual deben franquearse sin trabas las fronteras y dejar a un lado luchas de influencia que están superadas.

Acogido en una Gran Isla, donde estas dificultades se hacen sentir, debo recordar su gravedad. Es urgente que la comunidad internacional se dote de los medios jurídicos y técnicos que garanticen la protección del medio ambiente, que eviten Los abusos inspirados por lo que podríamos llamar el egoísmo de unos en perjuicio de otros.

La fe cristiana considera que Dios ha hecho al hombre dueño de la tierra.. Esto significa que es responsable de ella, que es más su encargado que su propietario discrecional. La debe transmitir viva y fecunda a las generaciones futuras.

6. Entre los derechos del hombre, hay uno que debo subrayar en el contexto de estas reflexiones sobre la urgencia de la cooperación para el desarrollo. Pienso en el derecho a la salud, del que hay que afirmar claramente que forma parte del derecho elemental a la vida. Las poblaciones del mundo se encuentran, en una dramática desigualdad y, en muchas zonas, el clima, la falta de higiene, la desnutrición, también la ignorancia, dejan indefensos a muchos seres humanos.

Quisiera expresar aquí la admiración que inspiran los médicos y el personal sanitario autóctonos y procedentes de otros países, a causa de su fraternal y gratuita acción, de su competencia, incluso cuando con frecuencia carecen de medios. Quisiera animar a las Organizaciones Internacionales en sus pacientes esfuerzos para prevenir enfermedades mediante campañas de vacunación y otros métodos, y deseo que sus agentes encuentren cada día mayor apoyo y comprensión por parte de las familias, de las autoridades, de quienes pueden incrementar sus recursos para servir a la salud de los niños, de los hombres y mujeres debilitados por la enfermedad.

Esta obra necesaria es una condición para que la juventud, tan numerosa en el Tercer Mundo, avance hacia la edad adulta con fuerza, con el equilibrio exigible para que asuman sus responsabilidades en la sociedad.

Y puesto que evoco a los jóvenes, quisiera ahora hacerme eco de una grave preocupación que expresaban también ayer sus portavoces en el estadio de Alarobia. Se trata de la droga, una plaga que se sitúa en la encrucijada de muchos factores humanos. Es un mal que se extiende a través del mundo. Se impone ciertamente una verdadera movilización de los educadores, pero también de las autoridades. No se puede aceptar el trafico de la muerte. Es indispensable, sin duda, reprimirlo. Pero habría que mirar más lejos, impedir producciones tan dañinas, ayudar a los cultivadores, que de ellas obtienen su renta, a una reconversión que les ahorre la miseria. Autoridades responsables no pueden dejar de actuar en este sentido por simple respeto a la dignidad humana.

Ahora voy a tratar un punto sensible con la esperanza de que la conjunción de esfuerzos librara a los jóvenes de esta plaga. Es una realidad fundamental en torno a la cual quisiera decir una palabra por la solicitud que inspira: la familia. Sabemos que le esta afectando una desestabilización. En el Tercer Mundo las estructuras tradicionales se hallan sacudidas a veces por unas condiciones de vida diferentes. Se ejercen presiones que pueden violentar la libertad fundamental de establecer un hogar y transmitir la vida. La preparación de los jóvenes para el ejercicio de sus responsabilidades de esposos y de padres es un objetivo legitimo, pero no se debería pretender la modificación de las conductas par medio de presiones contrarias a una sana ética. Esperamos que en los pueblos menos favorecidos, la institución familiar encontrara el sostén que permita la felicidad de sus miembros.

7. Señoras y señores: Las consideraciones que acabo de presentarles afectan en último termino a la búsqueda del bienestar de los hombres y a la armonía de su vida en común, es decir, a la paz. A través de los numerosos factores del desarrollo, se hace más sólida la paz y el hombre puede tener éxito en su vida hallando una libertad autentica.

Al concluir mis palabras, debo expresar nuevamente la alta consideración que tengo hacia sus múltiples aportaciones para la realización de estos objetivos esenciales. En sus personas saludo a las naciones que representan y les dirijo mis fervientes votos par su prosperidad. Pido al Todopoderoso que les conceda sus dones y sus bendiciones.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.20, p.9.



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