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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS DE LA DIÓCESIS DE PLASENCIA

Jueves 6 de julio de 1989

 

Queridos hermanos en el episcopado,
amadísimos hijos e hijas:

La solemne celebración del VIII centenario de la erección canónica de la diócesis de Plasencia es el motivo primordial de la peregrinación que os ha traído a Roma, con el fin de orar ante la tumba del Apóstol Pedro y manifestar asimismo vuestra plena comunión con esta Sede Apostólica, que preside en la fe y en la caridad todas las Iglesias particulares.

Deseo expresar, ante todo, mi profundo reconocimiento por vuestra numerosa presencia en esta gozosa circunstancia, así como agradecer las amables palabras que el Señor Obispo de la diócesis ha tenido a bien dirigirme, en las cuales he percibido claramente el filial afecto y adhesión de los fieles placentinos a la persona y a las enseñanzas del Papa.

Esta significativa efemérides, que no ha de ser un mero recuerdo, debe constituir para Plasencia un momento particular de gracia. Momento particular por los abundantes dones recibidos de Dios a lo largo de estos ocho siglos. Pero momento también de verdadero compromiso cristiano a nivel personal, familiar y comunitario en el marco de la pastoral diocesana. En la estampa conmemorativa, que se ha publicado con ocasión de este jubileo, he podido ver el lema del centenario: “Por una Iglesia diocesana fiel al Evangelio y a los hombres de hoy”. Tarea apasionante, hermosa y, a la vez, difícil, la que habéis elegido: Seguir fielmente a Cristo y a su Iglesia en un momento en el que la sociedad se halla sedienta de Dios y de los valores espirituales. Para llevar a cabo esta acción, es menester que todo fiel placentino se deje iluminar por la Palabra de Dios, a través de una lectura constante y meditada; sepa escuchar las enseñanzas del Obispo, verdadero maestro en virtud de su ordenación episcopal. Así este acontecimiento que estáis conmemorando será un momento particular de gracia.

En el llamado “Privilegio fundacional” se lee el motivo real del nombre Plasencia o Placencia, que se impuso a vuestra ciudad. Los fundadores la llamaron Placencia “ut placeat Deo et hominibus”, para que agrade a Dios y a los hombres. Este lema, de rico contenido cristiano, encierra en si un programa de actuación: punto constante de referencia para vuestra Comunidad eclesial a lo largo del tiempo.

Agradar a Dios y testimoniar su Nombre es una exigencia ineludible para todo placentino.

Fruto de tal identidad es la notable contribución dado por Plasencia a la causa de la evangelización en el Nuevo Mundo. De esa apreciada diócesis han salido numerosos hombres y mujeres, como los 12 religiosos franciscanos del Convento de Belvís de Monroy, “apóstoles de México”, que dejaron patria y hogar por Cristo, al igual que otros tantos hijos e hijas de las demás regiones de España, para cumplir con una misión, la de predicar en toda su integridad la Palabra de Dios (cf Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Santo Domingo, 11 de octubre de 1984). 

Un acontecimiento eclesial no puede quedar en justo elogio de un pasado honroso; es un reto para el presente y el futuro. Como bien sabéis, en América se ha puesto en marcha el plan de la nueva evangelización, que supone una intensa misión y movilización espiritual. Es de esperar que, con la ayuda divina, Plasencia dé una decidida y generosa respuesta a este reto pastoral. Que esta toma de conciencia lleve a una mayor colaboración eclesial con las Iglesias hermanas de América Latina.

Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe y de vuestros Santos Patronos, Fulgencio y Florentina, elevo mi plegaria al Todopoderoso para que en Plasencia y en todas sus comunidades se siga manifestando “con toda su fuerza y perseverancia... la integridad de la fe, la santidad de las costumbres, la caridad fraterna y la religión auténtica” (Oratio commemorationis VIII saeculi expleti a canonica erectione),  para que Cristo sea siempre “el camino, la verdad y la Vida” (Jn 14, 6). 

A vosotros y a toda la diócesis de Plasencia imparto complacido mi bendición apostólica.



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