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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE MALI
ANTE LA SANTA SEDE
*


Jueves 4 de enero de 1990

 

Señor Embajador:

Con gran placer le doy la bienvenida al Vaticano a Su Excelencia con ocasión de la presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Mali ante la Santa Sede.

Le agradezco las palabras tan amables que me ha dirigido, y le doy gracias, en particular, por haberme transmitido el mensaje cortés de su Presidente, Su Excelencia el General Moussa Traorú. Le ruego que le exprese mis sentimientos deferentes y cordiales asegurándole que espero con gusto saludarlo dentro de poco tiempo en Bamako y encontrarme con sus compatriotas durante mi próxima visita pastoral al Continente Africano.

Aludió usted, Señor Embajador, a los esfuerzos de la Sede Apostólica por promover relaciones más equitativas entre los hombres, en una lucha perseverante contra la miseria y contra todo lo que significa un ataque a la dignidad del ser humano. Constato con satisfacción el eco favorable que encuentran en su país estas diversas iniciativas encaminadas a hacer progresar la fraternidad y la paz.

Asimismo, usted ha hecho alusión a la armonía que existe en Mali entre las comunidades religiosas. Doy gracias a Dios y expreso mi deseo de que la fe de unos y de otros sea un estímulo para el buen entendimiento que ha de existir entre todos y para un servicio generoso al bien común, en una apertura sincera a la solidaridad universal que debe despertar en el corazón de todos la creencia en un Dios que ama a todos los hombres y se muestra misericordioso para con ellos. Abrigo el deseo de que se entable un diálogo cada vez más constructivo entre musulmanes y católicos, e igualmente entre los miembros de otras confesiones y de las religiones africanas tradicionales.

Permítame, Señor Embajador, dirigir un saludo afectuoso, por medio de usted, a la pequeña comunidad católica de Mali, a la que me preparo a visitar para confirmarla en el dinamismo de su fe. Ojalá que los fieles católicos sigan participando con competencia en el progreso de la sociedad de Mali, colaborando fraternalmente con los demás ciudadanos en las considerables tareas del desarrollo nacional.

Al comenzar su misión, le ofrezco mis mejores votos y le aseguro que encontrará una ayuda atenta y cordial de parte de todos los que están dedicados al servicio de la comunidad internacional.

En fin, mi pensamiento se vuelve de nuevo hacia el querido pueblo de Mali, al que deseo expresar mi estima por su cultura, su pasado de ricas tradiciones y su decisión presente de proseguir la edificación de la nación. A todos sus compatriotas, cuyas cualidades de valor, de constancia, de tenacidad son conocidas, y que aspiran a un porvenir cada vez más favorable a sus hijos, les manifiesto mi alegría por encontrarme pronto con ellos en su propia tierra. Sobre todos ellos, sobre sus gobernantes, sobre Su Excelencia y sobre el Señor Presidente de la República de Mali, invoco de gran corazón la abundancia de las bendiciones del Altísimo.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.5, p.11.



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