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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE BURKINA FASO
*

Viernes 20 de diciembre de 1991

 

Señor Embajador:

Me complace darle la bienvenida al Vaticano con ocasión de la presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Burkina Faso.

Le agradezco cordialmente las palabras que acaba de pronunciar y especialmente el amable mensaje que me ha transmitido de parte de Su Excelencia el Presidente Blaise Compaore. Le pido que, al regresar a su País, le lleve mi saludo deferente, recordándole que conservo en mi corazón la calurosa hospitalidad que me brindó el año pasado durante mi visita pastoral, así como su amable

Su presencia aquí como Embajador atestigua la estima y apertura que tiene su nación con respecto a los valores espirituales y religiosos. No me cabe duda de que su misión, que comienza hoy oficialmente, contribuirá a estrechar aún más los lazos que ya nos unen.

Señor Embajador, usted ha mencionado la presencia activa de la Santa Sede en la vida internacional, para promover relaciones cada vez más pacíficas y justas entre los hombres, en una lucha constante contra la miseria y todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano. Me complace comprobar, por sus palabras, que esas diversas iniciativas orientadas a la promoción de la fraternidad y la paz encuentran un eco favorable en su País a través del compromiso de sus compatriotas.

Usted ha recordado asimismo la coexistencia fraterna de los miembros de las diferentes confesiones religiosas que viven en Burkina Faso, tradición que distingue la vida pública de su País. Dando gracias al Señor por esa tolerancia, formulo votos a fin de que la fe de unos y otros constituya un estímulo para un servicio generoso al bien común, en una apertura sincera a la solidaridad universal, que debe despertar en el corazón de cada uno la fe en un Dios que ama a todos los hombres y que se muestra misericordioso con ellos.

Señor Embajador, por medio de su persona, quisiera dirigir un saludo afectuoso a la comunidad católica en Burkina Faso, cuyo dinamismo pude apreciar personalmente durante mis etapas en Uagadugú y en Bobo Diulasso. Bajo la guía de sus obispos, los fieles de Burkina Faso quieren esforzarse al máximo para favorecer el desarrollo nacional, al tiempo que se preocupan por brindar su cooperación constructiva al progreso social, conscientes de que su dignidad de hombres y de cristianos es el principal artífice de la edificación de su propia patria. Colaborando con sus compatriotas protestantes, con los seguidores de la religión tradicional, y con los musulmanes, quieren hacer rendir sus cualidades, a fin de que la nación alcance mayor bienestar y prosperidad, en un marco de concordia y dignidad. Ojalá que mediante sus actividades en el campo de la educación, de la formación profesional y de la asistencia sanitaria y social, e imitando el ejemplo de sus predecesores, logren inculcar, principalmente en las generaciones jóvenes, los grandes valores de la justicia, el amor y la paz, cuya fuente esta en el Evangelio.

Antes de concluir, no puedo menos de renovar mis votos fervientes para que las poblaciones de su País, así como las de los países del Sahel y de los demás territorios africanos tan probados, dispongan de alimentos suficientes, gocen de buena salud, dominen el medio ambiente, vivan de su trabajo, reciban una educación que les ayude a desarrollar su inteligencia y disfruten de la riqueza de su patrimonio ancestral, beneficiándose de las aportaciones positivas de la ciencia y la técnica. Éste es el deseo que formulé en Uagadugú el 29 de enero de 1990 ante las personalidades reunidas en el palacio del Consejo Económico de África Occidental y que, en mi solicitud pastoral, presento ahora a Dios.

Ahora que comienza usted su misión, le expreso mis mejores deseos de éxito y, al mismo tiempo, le aseguro que siempre podrá contar aquí con una acogida atenta y una comprensión cordial de parte de mis colaboradores, sobre todo de quienes se encargan de garantizar la presencia de la Santa Sede en la comunidad internacional.

Invoco de corazón abundantes bendiciones divinas sobre Su Excelencia, sobre el pueblo de Burkina Faso y sobre sus gobernantes.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española 1992 n.4 p.6 (p.42).



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