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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE DINAMARCA ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 11 de enero de 1991

 

Querido Embajador:

1. Desde el feliz restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Dinamarca y la Santa Sede, usted es la tercera Personalidad elegida por Su Majestad la Reina Margarita II para representar al pueblo danés. Me alegra acoger a Su Excelencia y recibir sus Cartas Credenciales.

En su discurso, impregnado de cortesía, usted ha hecho notar justamente la confianza en las buenas relaciones existentes entre su país y la Sede Apostólica. Le aseguro, Señor Embajador, que la visita que efectué a Dinamarca durante los primeros días de junio de 1989 reforzó en mí este sentimiento. ¿Cómo puedo olvidar el recibimiento tan amable que me brindó Su Majestad, la Reina Margarita II en el Palacio de Fredensbort? Le ruego presente a Su Majestad la expresión de mi deferente consideración y de mis renovados votos de felicidad por el desempeño de su elevada función.

2. Me complace asimismo evocar la Celebración Eucarística en el Parque de los benedictinos en Copenhague, la Liturgia en la magnífica Catedral de Roskilde, a la que siguió un encuentro fraternal con los obispos luteranos en la residencia del Reverendo Ole Bertelsen, la Asamblea Ecuménica en el Palacio de Moltke y la reunión del Cuerpo Diplomático en la Nunciatura. Todos estos intensos momentos de mi estancia en Dinamarca han favorecido una nueva y recíproca apertura de los espíritus y de los corazones, por lo que sigo dando gracias a Dios.

He podido constatar con satisfacción que la Iglesia Católica, presente en Dinamarca a través de una modesta pero vital comunidad, encuentra su lugar en la nación. Le puedo asegurar que los católicos desean aportar, en la medida de sus posibilidades, su contribución al desarrollo social y espiritual de sus compatriotas.

3. Usted ha recordado, Excelencia, el compromiso y los esfuerzos de la Santa Sede a favor de la paz en el mundo. Ésta es una de las preocupaciones esenciales que animan nuestro diálogo y nuestra acción en la vida internacional. El mensaje que nos inspira es un mensaje de paz, una paz fundada en lo mejor del hombre, una paz que no se puede consolidar sino mediante el recíproco respeto y la ayuda mutua de todos los pueblos de la tierra, con el reconocimiento explícito de los derechos trascendentes de la persona humana.

La Santa Sede se alegra por el hecho de que Dinamarca persigue objetivos humanitarios, sobre todo por su compromiso generoso en bien de los pueblos pobres del mundo. Su nación se muestra así fiel a su tradición cristiana. Es para mí motivo de satisfacción saber que en muchas oportunidades los representantes de Dinamarca en los organismos internacionales han manifestado puntos de vista cercanos a los sostenidos por los delegados de la Santa Sede, contribuyendo activamente a favorecer un clima de reconciliación y de cooperación constructiva para el bien común.

Es importante hoy que todos los países, cualquiera sea su poder, unan esfuerzos no sólo para superar las diferencias que puedan surgir, sino también para garantizar a un mayor número de personas una calidad de vida coherente con los principios éticos de un humanismo pleno que, a nuestro juicio, corresponde al plan de Dios para el mundo.

4. Al cabo de esta audiencia, quisiera asegurarle una vez más, Señor Embajador, que aprecio vivamente la generosa disposición que lo anima al comenzar la alta misión que desempeñará en nombre de Su Majestad, la Reina de Dinamarca y del Gobierno danés. Usted hallará siempre en la Santa Sede una acogida amable y cordial por parte de mis más estrechos colaboradores, cada vez que desee reunirse con ellos.

Formulando los mejores votos por el éxito total de su misión y por la dicha y la prosperidad de su querido país, invoco la bendición divina sobre su persona, Señor Embajador, y de manera especial sobre sus seres queridos, así como sobre la nación que usted representa.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.5, p.10 (p.70).



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