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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN UN TORNEO DE ESQUÍ ACUÁTICO


Castelgandolfo
Sábado 14 de septiembre de 1991

 

Queridos amigos:

Me da mucho gusto recibir a los miembros del Comité Olímpico nacional italiano y a los participantes en el torneo de esquí acuático de "Maestros italianos en memoria de Marco Merlo". Agradezco al señor Aldo Franchi, presidente de la Federación italiana de esquí acuático, sus amables palabras de presentación. Os saludo a todos vosotros y os deseo éxitos en vuestro campeonato.

El hecho de que procedáis de muchos países hace que vuestro encuentro sea una ocasión magnífica para reunir a gente de diversos ambientes y para construir una amistad más allá de todas las barreras de raza, cultura o experiencia política. Os une, ante todo, vuestro interés por el deporte. Compartís la pasión por el esquí acuático, que ha llegado a ser una fuente dinámica de comunicación y contacto entre vosotros mismos. Vuestras actividades deportivas hacen que se desarrollen determinadas cualidades en cada uno de vosotros, os impulsan a dar lo mejor de vosotros mismos, tanto en el aspecto físico como en la competición deportiva, y os invitan constantemente a descubrir los lazos que os unen a los demás. En efecto, los deportes son un medio muy eficaz para suscitar la estima y el respeto mutuos, la solidaridad humana, la amistad y la buena voluntad entre los individuos.

La Iglesia valora y respeta los deportes que son verdaderamente dignos de la persona humana. Son tales cuando favorecen el desarrollo ordenado y armonioso del cuerpo al servicio del espíritu y cuando dan lugar a una competición inteligente y formativa que promueve el interés y el entusiasmo, y son fuente de esparcimiento placentero. Os animo a seguir siempre este ideal, de forma que vuestra dedicación al deporte se desarrolle en armonía con el fortalecimiento de los valores más elevados, que os darán dignidad y estatura moral ante vosotros mismos y ante los ojos de quienes siguen vuestras actuaciones.

Los antiguos romanos concedieron gran importancia al valor educativo que revisten los deportes y las competiciones. La tradición cristiana utilizó a menudo la metáfora de la competición atlética para describir el esfuerzo por alcanzar la virtud y la fidelidad a Cristo. San Pablo habla de su vida como una carrera en la que resulta vital alcanzar la meta final (cf. 1 Co 9,24-27). Espero que vuestra visita os impulse a esforzaros aún más por alcanzar los ideales más elevados de la solidaridad humana y de la fidelidad en vuestras relaciones con Dios, nuestro Creador y Redentor. Que su bendición esté con vosotros y vuestras familias.



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