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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS RELIGIOSAS CONCEPCIONISTAS MISIONERAS
DE LA ENSEÑANZA


Sábado 11 de abril de 1992

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Me es muy grato encontrarme hoy con este numeroso grupo de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, acompañadas de sus alumnas y alumnos, antiguos alumnos y alumnas, padres de familia, profesores y amigos del Instituto, que habéis querido peregrinar a Roma, con ocasión del primer Centenario de Fundación, para renovar vuestra adhesión al Sucesor de Pedro. Esta audiencia me permite unirme a vuestra acción de gracias al Señor por todos los beneficios recibidos durante estos cien años.

En efecto, el acontecimiento que estáis celebrando es ocasión propicia para entonar, con María Inmaculada, un “Magnificat” al Dios Todopoderoso y al mismo tiempo para recordar, con gozo y veneración, la figura excelsa de vuestra fundadora, la Madre Carmen de Jesús Sallés y Barangueras. Su docilidad a la gracia de Dios y su disponibilidad a la voz del Espíritu cuajaron en la rica realidad de este Instituto, con el carisma específico para la educación integral de la infancia y de la juventud.

Igualmente, hemos de recordar a tantas religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza que, con fidelidad exquisita y entrega ejemplar, supieron hacer de su vida una contemplación en la acción, a imitación de la Purísima. En nombre de la Iglesia y de todos los beneficiarios de vuestra tarea apostólica hemos de expresaros viva gratitud y aprecio.

2. Así mismo, el Centenario nos invita a tomar conciencia de la realidad del momento presente. Vosotras, las religiosas de hoy, junto con los integrantes de las distintas comunidades educativas (profesores, padres, alumnas y alumnos, antiguos alumnos y alumnas), sois las depositarias del carisma fundacional. Os exhorto, pues, a que continuéis vuestra labor pedagógica, misionera, catequética y social procurando que los idearios de los Centros estén inspirados en las exigencias del Evangelio y en fidelidad al Magisterio de la Iglesia.

Las religiosas debéis encontrar cada día en el amor esponsal al Señor, a través de la vivencia de los consejos evangélicos, la fuente inagotable para vuestra acción apostólica. Como decía la Madre Carmen: “Haz lo que haces y hazlo bien por Dios”; no perdáis, pues, la conciencia de que cualquier tarea que realicéis, es anuncio de la Buena Nueva. Vuestra fidelidad de cada día es llamada profética para las personas con las que trabajáis y camino roturado por la esperanza hacia el futuro.

También quiero alentaros a vosotros, padres de familia, para que, haciendo de cada hogar una casa de María, seáis los primeros y principales educadores de vuestros hijos en la fe, cumpliendo así no sólo el deber de transmitirles la vida sino de acercarlos a Dios. Del mismo modo, mi gratitud y la de la Iglesia se dirige a los profesores y colaboradores de los Centros; con palabras del Concilio os recuerdo que es “de suma trascendencia la vocación de todos los que... desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación diligentísima y una continua prontitud para renovarse y adaptarse” (Gravissimum educationis, 5).

3. Igualmente, deseo dirigirme a los miembros del movimiento “Domus Mariae”, que ha surgido como fruto de mi primer viaje pastoral a España, y a todos los antiguos alumnos y alumnas para que seáis agentes activos de la nueva evangelización en el propio ámbito social y profesional.
Por último y con particular afecto, deseo dirigirme a las jóvenes y a los jóvenes aquí presentes. Vosotros sois la esperanza de la Iglesia; representáis el futuro. Esta mañana quiero reiterar mi confianza en vosotros y mi invitación para que seáis verdaderos apóstoles entre vuestros compañeros. Más aún, no os cerréis a la voz del Espíritu si os llama a la vida religiosa o al sacerdocio.

Con estos deseos, e invocando la constante protección de Nuestra Madre, la Inmaculada Concepción, sobre cada uno de vosotros aquí presentes, sobre todas las religiosas del Instituto, alumnas, alumnos, profesores y miembros del movimiento seglar concepcionista, os imparto de corazón mi Bendición Apostólica.



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