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PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
 AL TÉRMINO DE LA LECTURA DE UN TEXTO
DE
LA DIVINA COMEDIA DE DANTE

 Domingo 31 de agosto de 1997

 

Amables señoras y señores:

1. Me alegra dar mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, reunidos en este patio del palacio apostólico de Castelgandolfo, para rendir homenaje al arte y a la fe del más grande poeta italiano.

Dirijo un saludo particular al cardenal Ersilio Tonini y a monseñor Luigi Amaducci, arzobispo de Rávena. Saludo, asimismo, al vicepresidente del Gobierno italiano, al presidente de la asociación «Dante Alighieri» y a todos los que han querido participar en este momento particular del «Proyecto Dante» que, gracias a la lectura rigurosa y original del profesor Vittorio Sermonti, ha permitido recorrer las admirables etapas del itinerario espiritual y artístico de Dante.

Esta tarde, con la lectura del último canto del «Paraíso», hemos sido invitados a convertirnos también nosotros en peregrinos del espíritu y a dejarnos guiar por la sublime poesía de Dante y contemplar «el Amor que mueve al sol y a las demás estrellas », fin supremo de la historia y de toda vida humana. En efecto, el sumo Poeta indica en estos versos la meta definitiva de la existencia, donde las pasiones se aplacan y donde el hombre descubre su límite y su singular vocación de llamado a la contemplación del misterio divino.

2. En el grandioso escenario que propone al hombre en busca de salvación, el Poeta reserva un lugar central a María, «humilde y alta, más que cualquier otra criatura», imagen familiar y sublime de mujer que ilumina la parábola de la última ascensión, después de haber sostenido el arduo camino del viajero. ¡Qué visión más consoladora!

Casi siete siglos después, el arte de Dante, evocando sublimes emociones y certezas supremas, es aún capaz de in fundir valor y esperanza, orientando la difícil búsqueda existencial del hombre de nuestro tiempo, hacia la Verdad que no tiene ocaso.

 Deseo dar las gracias a los promotores del «Proyecto Dante» y en particular al profesor Vittorio Sermonti, por este momento de espiritualidad y de goce estético, que han querido ofrecerme, y les expreso mi viva complacencia por la benemérita iniciativa que han puesto en marcha ya desde hace algunos años en la iglesia de San Francisco, en Rávena. Asimismo, formulo fervientes votos para que su esfuerzo por dar a conocer a personas de toda edad el testimonio artístico de Dante Alighieri sea coronado con el éxito y suscite un renovado interés por los valores perennes que han motivado la historia humana y religiosa del sumo Poeta.

A la vez que invoco la protección de la Virgen María, imparto con gusto a los presentes la bendición apostólica.

 



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