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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO SOBRE
«EL CINE, VEHÍCULO DE ESPIRITUALIDAD Y CULTURA»


Lunes 1 de diciembre de 1997

 

Señor cardenal;
señoras y señores:

1. Me alegra poder encontrarme con vosotros, que participáis en el Congreso internacional de estudios sobre el tema: «Cine, vehículo de espiritualidad y cultura ». Expreso mi aprecio al Consejo pontificio para la cultura y al Consejo pontificio para las comunicaciones sociales que, en colaboración con la revista de cine del Organismo para el espectáculo, han organizado este congreso.

A la vez que os doy mi cordial bienvenida, quiero hacer llegar también mi saludo a quienes trabajan con vosotros en el mundo de la cultura, de la comunicación y del cine, deseándoles un trabajo cada vez más fecundo.

2. El cine acaba de cumplir su primer siglo de vida y sigue suscitando el interés del público, que lo percibe como ocasión de espectáculo. Sin embargo, el cine tiene también la capacidad de promover el crecimiento personal, si lleva al hombre a la elevación estética y espiritual. Por esta razón, la Iglesia quiere dar su contribución a la reflexión sobre los valores espirituales y culturales que el cine puede transmitir, en el ámbito de este primer festival «Tertio millennio ».

Desde su fundación, la Iglesia ha reconocido la importancia de los medios de comunicación social, como instrumentos útiles para dar a conocer y apreciar los valores humanos y religiosos que sostienen la maduración de la persona, llamando a quienes trabajan en este delicado sector a un alto sentido de responsabilidad. El cine se sitúa junto a estos medios, utilizando un lenguaje propio, que le permite llegar a personas de culturas diversas.

Durante sus primeros cien años de existencia, el cine ha acompañado a otras artes que lo habían precedido, uniéndolas de un modo nuevo y original y produciendo así obras maestras que ahora forman parte del patrimonio cultural común. Se trata de un progreso logrado tanto a nivel técnico como artístico y humano. Durante el primer siglo de vida del cine se ha verificado un progreso notable, que le ha ofrecido grandes posibilidades de expresión, aunque en algunos casos la tecnología se ha orientado más hacia los efectos especiales que hacia los contenidos.

3. El verdadero progreso de esta moderna forma de comunicación se mide por su capacidad de transmitir contenidos y proponer modelos de vida. Cuantos se acercan al cine, en las diversas formas en que se presenta, perciben la fuerza que deriva de él, puesto que es capaz de orientar reflexiones y comportamientos de generaciones enteras. Por eso, es importante que sepa presentar valores positivos y respete la dignidad de la persona humana.

Además de las películas que tienen como finalidad principal el entretenimiento, existe un filón cinematográfico más sensible a los problemas existenciales. Su éxito es, quizá, menos espectacular, pero en él se refleja el trabajo de grandes maestros que, con su obra, han contribuido a enriquecer el patrimonio cultural y artístico de la humanidad. Ante estas películas el espectador se siente impulsado a la reflexión, hacia los aspectos de una realidad a veces desconocida, y su corazón se interroga, se refleja en las imágenes, se confronta con perspectivas diversas, y no puede quedar indiferente ante el mensaje que la obra cinematográfica le transmite.

El cine es capaz de crear momentos de particular intensidad, fijando en las imágenes un instante de la vida y deteniéndose en él con un lenguaje que puede dar lugar a una expresión de auténtica poesía. Así, esta nueva forma de arte puede aportar muchos elementos valiosos al inagotable camino de búsqueda que el hombre realiza, ensanchando su conocimiento tanto del mundo que lo rodea como el de su universo interior. Naturalmente, es preciso ayudar al público, sobre todo al más joven, a adquirir la capacidad de leer críticamente los mensajes propuestos, a fin de que el cine sea provechoso para el crecimiento global y armonioso de las personas.

4. El cine ha afrontado, y sigue afrontando hoy, argumentos inspirados en la fe. En este contexto, la Escritura, la vida de Jesús, de la Virgen y de los santos, así como los problemas de la Iglesia, son fuentes inagotables para quien busca el sentido espiritual y religioso de la existencia.

Así, el arte cinematográfico a menudo ha sabido transmitir un mensaje sublime, contribuyendo a difundir el respeto a los valores que enriquecen el espíritu humano, y sin los cuales es muy difícil vivir una vida plena y completa. De ese modo, el cine puede dar una valiosa aportación a la cultura y una cooperación específica a la Iglesia. Esto es particularmente significativo, mientras nos preparamos para cruzar el umbral de un nuevo milenio cristiano. Espero que los argumentos relacionados con la fe se traten siempre con competencia y con el debido respeto.

También en las películas de argumento no explícitamente religioso es posible encontrar auténticos valores humanos, una concepción de la vida y una visión del mundo abiertas a la trascendencia. Así, es posible el intercambio entre las diversas culturas que se asoman a la ventana abierta que ofrece el cine: de este modo se acortan las distancias del mundo y se favorece la recíproca comprensión en el respeto mutuo.

5. Por tanto, este medio de comunicación puede cumplir también una función pedagógica, que ayuda al hombre en el conocimiento de los valores universales presentes en las diversas culturas, llevándolo a percibir las legítimas diferencias como ocasión de intercambio recíproco de dones.

El cine es un medio particularmente adecuado para expresar el misterio inefable que rodea al mundo y al hombre. Por medio de las imágenes, el director dialoga con el espectador, le transmite su pensamiento y lo impulsa a afrontar situaciones ante las cuales su corazón no puede permanecer insensible. Si además de expresarse con arte, sabe hacerlo con responsabilidad e inteligencia, puede prestar su contribución específica al gran diálogo que existe entre las personas, los pueblos y las civilizaciones. Así, en cierto modo, se transforma en un pedagogo no sólo para sus contemporáneos, sino también para las generaciones futuras, como sucede con todos los otros agentes culturales.

El cine es, pues, un instrumento sensibilísimo, capaz de leer en el tiempo los signos que a veces pueden escapar a la mirada de un observador apresurado. Cuando se usa bien, puede contribuir al crecimiento de un verdadero humanismo y, en definitiva, a la alabanza que de la creación se eleva hacia el Creador. Este es el deseo que formulo para vuestra actividad y, a la vez que invoco la luz del Espíritu sobre vuestros esfuerzos al servicio de la cultura, de la paz y del diálogo, os imparto de corazón a todos vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.



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