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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE EL ENCUENTRO CON EL CATHOLICÓS
DE LA GRAN CASA DE CILICIA DE LOS ARMENIOS


Sábado 25 de enero de 1997

 

Muy querido hermano:

Durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos, Su Santidad viene a visitar al Obispo de Roma en el lugar del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo; vivimos este encuentro en la acción de gracias y en la alegría de la esperanza. Al acoger al Pastor armenio de la Gran Casa de Cilicia, ¿cómo no recordar a Pablo de Tarso, convertido en el Apóstol por excelencia de la comunión entre las Iglesias, a san Nersés IV, el Agraciado, primer Catholicós de Cilicia que emprendió sistemáticamente el diálogo ecuménico, y, algunos años más tarde, a san Nersés de Lambron, obispo de Tarso, llamado «el segundo Pablo de Tarso» por su celo ardiente por la unidad? También, después de que el concilio Vaticano II comprometió irrevocablemente a la Iglesia católica en el movimiento ecuménico, los dos Catholicós de venerable memoria, Khoren I y Vasken I, se preocuparon por reanudar las relaciones fraternas con mi predecesor el Papa Pablo VI. En fin, yo mismo tuve la alegría de recibir aquí, en 1983, a su predecesor en la sede de Antelias, Su Santidad Karekin II, quien, el pasado mes de diciembre, como Catholicós de Etchmiadzín, vino de nuevo a visitar al Sucesor de Pedro, confirmando así nuestros vínculos fraternos.

Por eso, Santidad, su visita se inscribe en nuestra voluntad común de avanzar por el camino que lleva a la comunión perfecta entre la Iglesia armenia apostólica y la Iglesia católica. Sé con qué determinación trabajó usted en la creación del Consejo de las Iglesias de Oriente Medio, y después en su desarrollo durante los diecisiete años en que fue prelado de su Iglesia para el Líbano. Su experiencia de servicio a la unidad cristiana se ha enriquecido, además, cuando el Consejo ecuménico de las Iglesias lo eligió como presidente de su Comité central. Y ahora usted se ha convertido en el Catholicós de la Gran Casa de Cilicia.

Nuestro encuentro no es sólo el de dos hermanos, felices de conocerse y orar en común. Expresa también nuestra responsabilidad de avanzar juntos para manifestar de una forma más visible la realidad espiritual de la comunión que debe congregar a los cristianos en la unidad. A las felicitaciones que le expresé en mi mensaje con ocasión de su entronización, usted me respondió enseguida: «El Catholicosado de Cilicia profundizará y ampliará su compromiso ecuménico. Puedo asegurarle que las relaciones que existen desde hace mucho tiempo entre el Catholicosado de Cilicia y la Iglesia católica proseguirán con un espíritu ecuménico creciente y una visión de unidad cristiana».

Antes de abordar los campos concretos de nuestra colaboración, hay un acontecimiento, amado hermano, que no puedo recordar sin emoción y que nos une en la acción de gracias: la tierra de la nación armenia es, por fin, libre e independiente. Usted me ha tenido informado fraternalmente del desarrollo de los acontecimientos y, en su respuesta después de su entronización, me manifestó su principal preocupación: «Se establecerá una colaboración más estrecha entre el Catholicosado de Etchmiadzín, en Armenia, y el Catholicosado de Cilicia, en Antelias. Me comprometo firmemen te a lograrlo. Su Santidad Karekin I, Catholicós de todos los armenios, ya había asumido este mismo compromiso». En efecto, en este marco, y en el respeto a las dos jurisdicciones, tratamos de profundizar aquí nuestras relaciones actuales.

El primer vínculo de nuestra comunión es el de la fe que hemos recibido de los Apóstoles. En este nivel, me alegra que hayamos llegado a declarar explícitamente nuestra fe común en el único Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre. Estas declaraciones entre la Iglesia católica y las Iglesias copta, etiópica y siríaca ya han manifestado claramente la unidad de estas Iglesias en la fe en Cristo Señor, superando incomprensiones seculares. Podemos dar gracias a Dios porque la Iglesia armenia apostólica, en su unidad y su libertad reconquistadas, ha podido unir su voz a esta proclamación de fe.

En esta perspectiva, dos momentos importantes de los años venideros constituirán para nosotros la ocasión de una cooperación fraterna, tanto en su preparación como en su celebración: el gran jubileo del misterio de la Encarnación y, al año siguiente, el XVII centenario del bautismo de la nación armenia. Con motivo de esta segunda celebración, todas las Iglesias podrán descubrir las riquezas espirituales de la Iglesia armenia e inspirarse en ellas.

Por lo que respecta al gran jubileo del año 2000, que llevará a celebraciones notables, exige la conversión del corazón de todos los cristianos, para el bien de su comunidad y de las relaciones entre las Iglesias. Estamos llamados a hacer que el misterio de la Encarnación, fuente de la salvación, suscite comportamientos fraternos y solidarios en todos. Sólo unidas las Iglesias pueden responder a la misión del Salvador, que viene para «anunciar la buena nueva a los pobres », con palabras y obras. La Iglesia armenia ha aprendido mediante el sufrimiento el sentido de una solidaridad eficaz. Santidad, se abre aquí un campo inmenso para la colaboración entre nuestras Iglesias. En esta diaconía, el Señor de la viña llama a sus obreros a todas las horas: pastores y teólogos, hombres y mujeres de todas las condiciones, todos pueden trabajar en ella.

En el plano de la colaboración pastoral, muchos signos nos invitan a proseguir con entusiasmo nuestros esfuerzos comunes. Durante la Asamblea especial para el Líbano del Sínodo de los obispos, el arzobispo Ardavatz Tertérian fue el delegado fraterno del Catholicosado, y tuve la alegría de conversar con él sobre esta perspectiva. Usted mismo, Santidad, ha participado recientemente en una reunión de los patriarcas católicos de Oriente y de los patriarcas siro-ortodoxos y greco-ortodoxos de Antioquía, y, juntos, habéis tomado decisiones relativas a problemas pastorales comunes, con confianza y decisión. Conviene que estas reuniones prosigan periódicamente. Deseo también que se afiancen las relaciones fraternas entre el Catholicosado de Cilicia y el patriarcado armenio católico. Todos estos esfuerzos producirán frutos para la unidad.

Por último, hay un campo que nos interesa de modo especial a usted, querido hermano, y a mí: el de la cultura. Desde hace decenios, el Catholicosado de Cilicia es el centro creativo y de irradiación de la cultura armenia, a través de su seminario de teología, sus diversas instituciones y sus múltiples ediciones, gracias a un gran número de clérigos y laicos especializados. Como usted sabe, con vistas a una colaboración más fecunda, existe un comité católico de cooperación cultural, destinado a sostener la formación de especialistas. En fin, permítame añadir un deseo: ya que el intercambio de los dones espirituales afirma la fe de cada uno y es esencial para la comunión entre las Iglesias, la traducción de los valiosos escritos de la tradición armenia a otras lenguas podría ser útil a numerosos cristianos. Sé que algunos textos de mariología ya han sido traducidos, y deseo vivamente que este valioso trabajo se extienda a otros campos de la expresión espiritual propia del alma armenia.

En comunión con la santísima Madre de Dios y siempre Virgen María pido con usted a nuestro gran Dios y Salvador que bendiga nuestro encuentro y lo haga fructificar para gloria suya y para que venga su reino.

 



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