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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A UN GRUPO DE PERIODISTAS BELGAS

Viernes 7 de noviembre de 1997

 

Señor presidente;
señoras y señores:

Con gran placer os acojo hoy a vosotros, que componéis la delegación de la Asociación de periodistas católicos y de la Unión de periódicos católicos de Bélgica. Representáis también a los lectores de la prensa católica belga. Agradezco a vuestro presidente, señor Philippe Vandevoorde, sus cordiales palabras.

En este año, en que celebráis el centenario de vuestra asociación, doy gracias con vosotros por el trabajo que han realizado los periodistas católicos de vuestro país. A veces poniendo en peligro su vida, se han esforzado y siguen esforzándose por informar a sus lectores, para dar a cada uno la posibilidad de valorar las situaciones y sacar las consecuencias para su comportamiento personal. También es preciso reconocer que los periodistas católicos saben habitualmente trascender los aspectos más espectaculares de ciertas situaciones, para respetar la verdad y promover la dignidad de las personas, en particular de los ni os, muchas veces heridos en su ser espiritual y corporal. En efecto, el periodista cristiano sabe que tiene un deber de educación de las conciencias; su lectura de los acontecimientos le brinda la ocasión de dar a conocer los valores evangélicos y morales fundamentales y recordar que no todos los comportamientos individuales y sociales son equivalentes.

Queridos periodistas católicos, tenéis la misión de ayudar a nuestros contemporáneos a descubrir la vida de la Iglesia y del mundo. Así, construís puentes entre los hombres y entre las comunidades cristianas, pues conviene que todos puedan acceder a los acontecimientos y las situaciones en que se realiza la promoción de las personas y los pueblos; del mismo modo, conviene que nuestros contemporáneos sean solidarios con sus hermanos los pobres, afectados por catástrofes naturales o conflictos.

Al venir a visitar al Sucesor de Pedro, manifestáis vuestra adhesión a la Iglesia y a su misión espiritual y caritativa. Colaborando con el Consejo pontificio «Cor unum» y la fundación Populorum progressio, sostenéis algunos proyectos de desarrollo profesional y social en América Latina y en el Caribe. Aprecio los donativos que dais junto con vuestros compatriotas, y os agradezco vivamente vuestro gesto. La comunión y la ayuda forman parte de la vida cristiana; en efecto, los discípulos de Cristo no pueden apartar su mirada del rostro de los pobres, a quienes Dios ama con solicitud. Como decía san Juan Crisóstomo, «la limosna es la reina de las virtudes» (De Davide, n. 4). Nos enseña a desapegarnos de las realidades de este mundo; abre nuestro corazón a nuestros hermanos, para hacer que llegue una era de justicia y paz, y nos acerca al Señor, pues es «don valioso (...) para cuantos la practican en presencia del Altísimo» (Tb 4, 11).

Encomendándoos a la intercesión de san Francisco de Sales, patrono de los periodistas, y de los santos de Bélgica, os imparto de todo corazón mi bendición apostólica a vosotros, así como a vuestras familias, a los colaboradores de vuestros periódicos y a vuestros lectores.



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