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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS NUMEROSOS PEREGRINOS
QUE PARTICIPARON EN LA BEATIFICACIÓN DE CINCO SIERVOS DE DIOS

Sala Pablo VI
Lunes 13 de octubre de 1997

 

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos religiosos y religiosas;
hermanos y hermanas:

1. Me alegra renovar a cada uno de vosotros mi cordial saludo, al día siguiente de la proclamación de los cinco nuevos beatos, que habéis venido a honrar. Resuena aún en nosotros el eco de la celebración de ayer y con espíritu de agradecimiento alabamos al Señor por las maravillas que ha realizado en ellos y a través de ellos.

Los sentimos cercanos a nosotros en la comunión de los santos. Su ejemplo y su intercesión nos impulsan a una fidelidad más perseverante en nuestro seguimiento de Jesucristo, convirtiéndonos, como ellos, en valientes testigos de su Evangelio.

2. El padre Elías del Socorro Nieves, mártir agustino mexicano, nos habla hoy desde el ejemplo de su vida, de su ministerio y de su entrega hasta la muerte por amor a Dios y a los hermanos. Él respondió con su inquebrantable fe en la divina Providencia a las dificultades que encontró en su vida. En su ministerio sacerdotal sirvió con humildad a las gentes sencillas, compartiendo sus preocupaciones y su suerte, en vez de soñar con grandes obras. En la persecución no abandonó a sus feligreses, porque «todo sacerdote —decía él— que predica la palabra de Dios en tiempo de persecución, no tiene escapatoria, morirá como Cristo»; a semejanza de Jesús, murió perdonando y bendiciendo a sus ejecutores.

Su ejemplo e intercesión impulsan hoy a la Iglesia en México a seguir proclamando el Evangelio a todos, con humildad, constancia, fidelidad y espíritu de sacrificio. La orden de San Agustín, que en la madre Fasce, también beatificada ayer, cuenta con un nuevo modelo de vida contemplativa, tiene en el padre Nieves un testimonio de fecundidad apostólica nacida de una profunda vida espiritual.

3. Y un testimonio de singular eficacia evangélica tenéis también vosotros, queridos peregrinos de la diócesis de Brescia, que sentís cercano a vosotros al beato Juan Bautista Piamarta, hijo de vuestra tierra. Pertenece al número de los siervos buenos y fieles que, en el siglo pasado, supieron animar la caridad social con auténtico espíritu de fe. El proyecto divino se le manifestó gradualmente y el vasto ministerio pastoral que desempeñó culminó con la fundación de la congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y con la decisiva aportación que dio al nacimiento de la femenina de las Humildes Siervas del Señor.

Juan Bautista Piamarta pudo realizar obras tan importantes gracias a una intensa y perseverante oración y a una confianza inquebrantable en la Providencia. Ojalá que resuene también en vuestro corazón lo que solía repetir: La oración será siempre escuchada, si tiene estas dos cualidades: la gloria de Dios y la salvación de las almas.

4. Y vosotros, queridos fieles de la diócesis de Tursi-Lagonegro, os alegráis con razón por el beato Doménico Lentini, originario de vuestra región. Predicador itinerante, fue ministro ejemplar del perdón de Dios, atento educador de la juventud, incansable testigo de la caridad con los pobres. Vuestra gente lo recuerda como pastor solidario con las almas que le habían sido confiadas en las vicisitudes alegres y tristes de su tiempo.

El fulcro vital de su espiritualidad fue la cruz, considerada como el camino del amor que se da y se sacrifica por los hermanos, a imitación de Jesús, que se entregó por la salvación del mundo.

Con su ejemplo y su intercesión, sigue indicando también hoy el camino de la cruz como itinerario espiritual para vencer el pecado, acoger los signos de la misericordia de Dios y avanzar cada vez con mayor decisión por el camino de la santidad, al que está llamado todo bautizado.

5. Al día siguiente de la beatificación de la madre María de Jesús, me alegra acogeros, queridos peregrinos, para meditar con vosotros su mensaje. La oración y la adoración ante el santísimo Sacramento ocuparon un lugar importante en su vida. Le ayudaron a formar y a suavizar su personalidad.

Siguiendo el ejemplo de la madre María de Jesús, os animo a desarrollar el culto eucarístico. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana y la fuente de todo impulso misionero. Con el espíritu de santa Juliana de Cornillón, invito a las religiosas de María Reparadora y a todos los fieles a proseguir sus esfuerzos para que los jóvenes descubran el valor de la adoración, que los introducirá en los misterios divinos, les ayudará en su maduración espiritual y les dará la fuerza del testimonio diario. Así, como decía la madre María de Jesús, tendrán «una gran generosidad de alma y corazón, y un espíritu apostólico».

El amor al Señor impulsó a la beata María de Jesús a servir a sus hermanos, primero en su familia, luego fundando la Compañía de María Reparadora. Su intensa vida espiritual le abrió el corazón a las dimensiones del mundo, por la atención a los pobres y a los pequeños. Ojalá que también vosotros os comprometáis en favor de la solidaridad y la justicia, y, como ella, os prodiguéis para que Cristo sea anunciado en todas las culturas y en todos los continentes.

6. Nuestra mirada se dirige ahora a la beata María Teresa Fasce que vosotros, queridos fieles de la diócesis de Espoleto- Nursia, conocéis y admiráis. En efecto, conocéis muy bien su ejemplo de austera y radical vida monástica, según el estilo de la orden de San Agustín. En la contemplación del misterio de Cristo y en la profundización del conocimiento de Dios, su vida encontró el impulso de una singular irradiación apostólica.

Desde el claustro de su monasterio, esta fiel sierva de Dios puso en marcha una gran variedad de obras animadas por el amor a Dios y al hombre. El lema que repetía a menudo —«Lo quiero aunque cueste, lo quiero porque cuesta, lo quiero a toda costa»— constituye la síntesis más significativa de sus días, transcurridos en la laboriosidad, en el sufrimiento ofrecido al Señor y en la experiencia mística.

Ojalá que esas palabras suyas guíen la elección de vida de cada uno de vosotros, amadísimos hermanos, de forma que, como ella, podáis presentaros delante de Dios con las manos llenas de muchos gestos de amor.

7. Estos nuevos beatos son un don para todos los creyentes. Su testimonio representa una apremiante invitación a trabajar incansablemente en favor del Evangelio.

Amadísimos hermanos y hermanas, os deseo a todos que, después de esta peregrinación a Roma, volváis a vuestras actividades fortalecidos en la fe y en la comunión eclesial. Que os sostengan la maternal protección de María, Reina del rosario, y la intercesión de los nuevos beatos. Os acompañe también mi bendición, que con afecto os imparto a vosotros, aquí presentes, a vuestras familias y a todas vuestras comunidades.



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