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ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LOS CABALLEROS DE COLÓN


Jueves 15 de octubre de 1998

 

Queridos hermanos:

Me alegra nuevamente saludar a los miembros de la junta directiva de los Caballeros de Colón, con ocasión de vuestra visita a Roma. Agradezco al gran maestre sus amables palabras de presentación. Este encuentro me brinda una nueva oportunidad de expresaros mi gratitud por el testimonio de fe cristiana, solidaridad fraterna y firme compromiso en favor del apostolado de la Iglesia que ha caracterizado siempre a vuestra orden.

Un aspecto importante de este testimonio ha sido vuestro deseo, desde vuestra fundación, de apoyar el ministerio pastoral del Obispo de Roma, que, por voluntad de Cristo, «es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la multitud de los fieles» (Lumen gentium, 23; cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 882). Enraizado en un profundo sentido de unidad católica con el Sucesor de Pedro, este deseo llevó a instituir la fundación Vicarius Christi, como un medio para ayudar al Papa de manera concreta en el cumplimiento de su misión. Al agradeceros el donativo de la colecta realizada el año pasado por la fundación, os ruego que manifestéis a todos los caballeros mi estima personal.

En particular, deseo dirigiros unas afectuosas palabras de gratitud por vuestro generoso pago de la hipoteca de la Misión permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas. Gracias a este notable donativo, la Misión puede realizar mejor su importante actividad, presentando los puntos de vista y las preocupaciones de la Iglesia ante la comunidad internacional. Mientras los cristianos de todo el mundo se están preparando para el nuevo milenio, un tiempo de esperanza y promesa (cf. Tertio millennio adveniente,  46), veo en este gesto el deseo de los Caballeros de Colón de participar de forma efectiva en la proclamación gozosa que hace la Iglesia de la fuerza liberadora del Evangelio para construir un mundo cada vez más justo, solidario y pacífico.

Queridos amigos, os animo a proseguir la hermosa tradición de los Caballeros de Colón e, inspirados por vuestra fe católica, a continuar vuestros grandes esfuerzos en favor de la vida. En un reciente encuentro con los obispos de Estados Unidos, exhorté a los católicos a seguir haciendo oír su voz en la formulación de proyectos culturales, económicos, políticos y legislativos que defiendan y promuevan la vida humana. Una nación «necesita la sabiduría y la valentía de superar los males morales y las tentaciones espirituales presentes en su camino a lo largo de la historia. (...) La democracia se mantiene en pie, o cae, según los valores que encarna y promueve » (Discurso a los obispos de California, Nevada y Hawai, 2 de octubre de 1998, n. 6: L.Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de octubre de 1998, p. 14). Ojalá que los esfuerzos de los Caballeros de Colón den muchos frutos.

A todos vosotros y a vuestras familias imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.



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