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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A  LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS SOBRE EL CINE


Sala del Consistorio
Jueves 2 de diciembre de 1999

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio;
ilustres señores y señoras:
 

1. Con gran alegría me encuentro hoy con vosotros, con ocasión del Congreso internacional de estudios dedicado al tema:  "El cine:  imágenes para un diálogo entre los pueblos y una cultura de la paz en el tercer milenio". Os doy a cada uno mi cordial bienvenida, y, a través de vosotros, saludo a todo el mundo del cine que comparte diariamente vuestro compromiso profesional y artístico

Saludo y doy las gracias, ante todo, al señor cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo pontificio para la cultura, por las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, ilustrando los trabajos realizados por este congreso, en continuidad con los precedentes.

Expreso, asimismo, mi vivo y sincero aprecio a los miembros de los dos dicasterios:  el Consejo pontificio para la cultura y el Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, que, en fructuosa colaboración con el Instituto del espectáculo y "La revista del cinematógrafo", han puesto en marcha desde hace algunos años una serie de interesantes iniciativas, entre las que figura el festival del cine espiritual "Tertio millennio", para manifestar el interés de la Iglesia por el séptimo arte y, al mismo tiempo, hacer que autores y artistas asuman sus grandes responsabilidades.

2. El Congreso internacional anual sobre el cine, que este año ha llegado a su tercera edición, subraya el valor de esta colaboración, de gran utilidad en el diálogo entre la cultura y la fe. El tema sobre el que estáis reflexionando durante estas tres intensas jornadas de estudio tiene gran actualidad y constituye una lógica prosecución de las temáticas de los congresos de los dos años pasados. Os habéis reunido para debatir sobre el cine como instrumento de diálogo entre los pueblos y vehículo de una cultura de la paz. El arte, incluido el del cine, si hace referencia a la vida, respetando plenamente sus valores, no puede por menos de ser fuente de fraternidad, diálogo, comprensión, solidaridad y paz verdadera y duradera.

El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está llamado constitutivamente a la paz y a la armonía con Dios, con los demás hombres, consigo mismo y con toda la creación. El cine puede hacerse intérprete de esta inclinación natural, y transformarse en ámbito de reflexión, de promoción de valores y de invitación al diálogo y a la comunión. Pero es preciso que el hombre, en su compleja y misteriosa realidad, sea sujeto de referencia para un cine de calidad, que proponga cultura y valores universales.  El  hombre,  todo  el hombre, uno e indivisible:  un cine que tome en consideración sólo algún aspecto de la asombrosa complejidad del ser humano, acaba inevitablemente por ser reductivo y no presta un servicio cultural provechoso.

3. Quisiera dirigirme ahora a vosotros, artistas del cine, para invitaros a ser cada vez más conscientes de vuestra responsabilidad. Sostenidos por los progresos actuales de la técnica y sirviéndoos de los conocimientos cada vez más estimulantes sobre el hombre, sobre la naturaleza y sobre el universo, disponéis de inmensos espacios en los que podéis manifestar vuestra creatividad y vuestro arte.

El cine goza de una riqueza de lenguajes, de una multiplicidad de estilos y de una variedad de formas narrativas verdaderamente grande:  realismo, fábula, historia, ciencia ficción, aventura, tragedia, comedia, crónica, dibujos animados, documentales... Por eso, ofrece un tesoro incomparable de medios expresivos para representar los diversos campos en que se sitúa el ser humano, y para interpretar su imprescindible vocación a lo bello, lo universal y lo absoluto. Así, el cine puede contribuir a acercar a personas distantes, reconciliar a enemigos, y favorecer un diálogo más respetuoso y fecundo entre culturas diversas, señalando el camino de una solidaridad creíble y duradera, presupuesto indispensable para un mundo de paz. ¡Sabemos cuánta necesidad de paz tiene el hombre para ser verdadero artista y realizar un verdadero cine!

4. Este encuentro, en vísperas del Año jubilar, me brinda la oportunidad de renovar la esperanza de que también el cine, en el marco de este grande y extraordinario acontecimiento de fe y cultura, dé su original contribución a la promoción de un humanismo vinculado a los valores del Evangelio y, por eso, creador de una auténtica cultura del hombre y para el hombre.

Expreso mis mejores deseos a todos los que trabajan en el ámbito del cine ―productores, escritores, guionistas, directores, actores y técnicos― y a cuantos, de forma visible o invisible, están relacionados con este trabajo fascinante en sus diversos niveles. Acompaño estos sentimientos con una oración a María, Virgen creyente, que, atenta a la voz de Dios, se mostró dispuesta a acoger su misterio. Que la santísima Virgen os conceda  generosamente su ayuda materna.

Os imparto a todos mi bendición.

 



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