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DISCURSO DEL SANTO PADRE
AL ALCALDE Y A LOS MIEMBROS DE LA JUNTA
Y DEL CONCEJO MUNICIPAL DE ROMA


Sábado 6 de febrero de 1999

 

Honorable señor alcalde;
ilustres representantes de la Administración municipal;
señores y señoras:

1. Me alegra acogeros con ocasión del tradicional encuentro al inicio del nuevo año, y expreso mis mejores deseos a cada uno de vosotros en la delicada tarea que se os ha confiado. Saludo al señor alcalde, a los miembros de la Junta y del Concejo municipal y a cuantos, según sus diversas funciones, prestan su servicio en el ámbito de la Administración municipal.

Vuestra presencia hoy en la casa del Papa me trae a la memoria la visita que tuve la alegría de realizar al Capitolio el 15 de enero del año pasado. Gracias, una vez más, por esa memorable jornada, a la que usted, señor alcalde, acaba de aludir. Al dirigirme sus amables palabras en nombre de todos los presentes, usted ha recordado asimismo las intenciones y los propósitos de la Administración municipal, especialmente para una preparación adecuada del gran jubileo, extraordinario acontecimiento espiritual y social.

2. Ya faltan pocos meses para la solemne apertura de la Puerta santa, que nos introducirá en las celebraciones jubilares del año 2000. Se trata de una cita histórica, que atañe a toda la humanidad, y que tendrá en Roma su principal punto de convergencia y realización. Desde hace mucho tiempo, la Iglesia de la urbe ha puesto en marcha un intenso camino de preparación espiritual, según las directrices que propuse en la carta apostólica Tertio millennio adveniente. La misión ciudadana, que comenzó hace algunos años, está ordenada a vivir intensamente el jubileo, que reviste un gran significado para creyentes y no creyentes. Por eso pretende llegar a todas las personas, penetrar en todos los lugares y entrar en diálogo con todos los sectores culturales, sociales y laborales de la ciudad. En efecto, después de dirigirse durante los años pasados a las familias, este año procura llegar de modo especial a los ambientes en donde la gente vive y trabaja.

Precisamente para esta nueva fase de la misión ciudadana escribí una Carta a los hermanos y a las hermanas que trabajan en Roma. En esta circunstancia solemne y familiar, me complace entregaros un ejemplar, deseando anticipar con este gesto lo que los misioneros realizarán por doquier durante los próximos meses. Confío en que, como las familias, también los ambientes de vida y trabajo de Roma abran con prontitud y de buen grado sus puertas al Señor que llama al corazón de cada uno: la buena nueva de Cristo es también y específicamente el evangelio del trabajo, que nos infunde fuerza moral y vitalidad renovada en nuestra actividad diaria. Roma se prepara para el gran jubileo

3. Mientras se intensifica la preparación espiritual en cada parroquia, Roma, como usted, señor alcalde, ha puesto de relieve oportunamente, está esforzándose por predisponerse al acontecimiento jubilar en el plano práctico y de la organización. Usted ha citado las múltiples obras que se están realizando, en algunas de las cuales colaboran estrechamente las instituciones civiles y la Santa Sede. Expreso mi aprecio a cuantos trabajan diligentemente en ellas y soy consciente de las dificultades que deben afrontar y resolver diariamente para poder llevarlas a término. Espero que las obras ya comenzadas, y las que están a punto de comenzar, puedan concluirse a tiempo, para preparar un ambiente que favorezca una digna celebración del Año santo, en beneficio tanto de los peregrinos como de los habitantes de la ciudad.

Además, ¿cómo no tener presentes los beneficios duraderos que obtendrá la ciudad de Roma de estas estructuras renovadas? Gracias a este esfuerzo, podrá cumplir mejor la misión universal que la Providencia le ha encomendado, y que va más allá de la celebración jubilar. Por eso es importante que, con ocasión del jubileo, Roma pueda volver a presentar de modo nuevo y creativo su tradicional rostro de ciudad abierta y acogedora, donde conviven de manera armoniosa y constructiva un altísimo y perenne mensaje espiritual y las más recientes modalidades de acogida, organización y comunicación.

Ciertamente, todos pueden compartir fácilmente estos objetivos, aunque cada uno permanezca en el ámbito de sus propias competencias y responsabilidades. Pero para que puedan concretarse, es necesario un espíritu de colaboración efectiva por parte de todos. Principales preocupaciones

4. En su intervención, el señor alcalde ha subrayado las dificultades y los problemas que frenan el desarrollo de nuestra ciudad. También yo quisiera recordar algunas preocupaciones que me interesan mucho.

Pienso, ante todo, en la situación de las familias y en sus perspectivas concretas de vida. Como en otras metrópolis, también aquí los vínculos familiares reciben desgraciadamente cada vez menos apoyo en el conjunto del ámbito social, a causa del anonimato y de la soledad en que se encuentran efectivamente numerosas familias. Es importante que no las dejemos solas en el momento en que afrontan esas condiciones, que a veces son realmente difíciles y preocupantes.

Por esta razón, la Iglesia de Roma ha optado por dar prioridad a la pastoral de la familia, sin limitar su atención a cuantos participan en la vida eclesial, sino extendiendo su acción a todos. A vosotros, que tenéis responsabilidades directas en el gobierno de la ciudad, os pido que pongáis el mayor empeño en asegurar, especialmente a las familias jóvenes que se van formando, condiciones concretas para una sana vida familiar, comenzando por la disponibilidad de viviendas e iniciativas para el apoyo de las familias y para la educación de los hijos. En particular, cuidad de que no falten en los barrios estructuras de acogida para la infancia, escuelas y servicios sociales.

5. Otro de mis pensamientos constantes son los jóvenes, que constituyen el futuro de la sociedad. A ellos debemos dedicarles nuestra atención concreta. Es preciso tener confianza en ellos y ayudarles a confiar en sí mismos y en la vida. Por tanto, hay que apoyar todas las iniciativas puestas en marcha en la ciudad a fin de ofrecer a los jóvenes espacios suficientes para expresar el gran tesoro de novedad, de esperanza y de bien que llevan dentro.

Uno de los grandes acontecimientos previstos durante el próximo jubileo es la Jornada mundial de la juventud, que congregará en Roma a muchachos y muchachas de todas partes de Italia, de Europa y del mundo. Ciertamente, los acogerán sus coetáneos romanos, pero toda la ciudad está invitada a movilizarse para esta extraordinaria cita de los jóvenes con la Roma cristiana y con la Roma maestra de civilización.

6. Hablar de los jóvenes significa naturalmente dirigir la mirada al futuro de la ciudad, un futuro que ya se convierte en realidad a través de la presencia cada vez mayor de inmigrantes, muchos de los cuales son precisamente jóvenes. La inmigración es un serio desafío que, sin embargo, puede constituir también una gran oportunidad. En una Roma que, dentro de Italia, ocupa el primer lugar por el número de inmigrantes y por la complejidad de los problemas relacionados con su presencia, la Iglesia se esfuerza por ayudar a los necesitados, independientemente de su cultura o religión. Con este fin, renueva su disponibilidad a una colaboración constructiva con las instituciones civiles. No hay que contentarse con responder a las necesidades primarias de estos hermanos nuestros, es preciso favorecer su inserción social y laboral más estable. Obviamente, esto exige por parte de los inmigrantes el respeto a las normas de la convivencia civil, y requiere, por su misma naturaleza, tiempos y formas adecuados.

Desde la perspectiva del jubileo, el modo como se brinde esta acogida contribuirá a delinear el rostro civil y espiritual de la Roma del tercer milenio.

7. Señor alcalde y señores administradores de Roma, las problemáticas relativas a la familia, a los jóvenes y a los inmigrantes, a las que he aludido, representan simplemente algunos ejemplos, aunque muy significativos, de una petición más general que hace la ciudad: una demanda de elevadas perspectivas ideales y de una profunda renovación espiritual.

La Iglesia tiende su mano a todos los demás componentes religiosos y culturales, para que Roma sea la patria de la fraternidad y la paz, tratando de realizar un proyecto de ideales comunes y compartidos.

Roma, custodia de las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, conserva los más insignes recuerdos y reliquias del cristianismo y acoge la sede del Sucesor de Pedro. En la confrontación con culturas y tradiciones religiosas diversas, Roma se siente hoy más estimulada aún a mostrar su rostro cristiano y a dar el testimonio de los valores surgidos del Evangelio, que han vivificado el camino de su historia milenaria.

Que el rostro misericordioso del Padre celestial resplandezca sobre nuestra ciudad e ilumine a los responsables de su destino. Éste es el deseo que os renuevo de corazón, a la vez que encomiendo los proyectos y las esperanzas de todos vosotros, de vuestras familias y de vuestros colaboradores, a María, «Salus populi romani». Que, a través de vosotros, llegue mi afectuoso saludo a toda la población romana, que está presente en mi oración diaria y a la que envío de corazón una especial bendición apostólica. «Es importante que, con ocasión del jubileo, Roma pueda volver a presentar su tradicional rostro de ciudad abierta y acogedora, donde conviven de manera armoniosa y constructiva un altísimo y perenne mensaje espiritual y las más recientes modalidades de acogida, organización y comunicación»

 



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