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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A UNA DELEGACIÓN DEL «FÚTBOL CLUB BARCELONA»


Viernes 14 de mayo de 1999

 

Señor presidente;
señoras y señores:

1. Me es grato recibir a los miembros de la Junta directiva y deportistas de las distintas secciones del «Fútbol club Barcelona», que este año festeja su centenario. Agradezco al señor José Luis Núñez, presidente de la entidad, sus amables palabras, a la vez que saludo cordialmente a todos los presentes. Me complace que entre los actos conmemorativos de esta efeméride hayáis querido tener este encuentro con el Papa.

Vuestra presencia evoca en mí el recuerdo de vuestra bella ciudad, laboriosa y rica de cultura, que tuve la dicha de visitar en 1982, celebrando precisamente la santa misa en el «Nou Camp», estadio que es testigo de vuestras competiciones deportivas, y donde se me entregó el carné de socio de vuestro club.

2. Vosotros sois exponentes de una actividad deportiva, que cada fin de semana congrega a tanta gente en los estadios y a la que los medios de comunicación social dedican grandes espacios. Por eso mismo, tenéis una responsabilidad especial. Desde el afecto, no exento de admiración, que siento hacia los deportistas, os animo a seguir dignificando el mundo del deporte, aportando al mismo no sólo lo mejor de vuestras fuerzas físicas en las diversas especialidades deportivas, sino también y sobre todo promoviendo las actitudes que brotan de las más nobles virtudes humanas: la solidaridad, la lealtad, el comportamiento correcto y el respeto por los otros, que han de ser considerados como competidores y nunca como adversarios o rivales. Así mismo, es necesario fomentar la buena voluntad, la paciencia, la perseverancia, el equilibrio, la sobriedad, el espíritu de sacrificio y el autodominio, elementos fundamentales de todo compromiso deportivo, que aseguran éxito y clase al atleta. Sobre esta base se desarrollan las virtudes cristianas cuando estos valores se asumen con auténtica adhesión interior y se animan con el amor de Cristo.

Estoy convencido de que el deporte, cuando no se convierte en un mito, es un factor importante de educación moral y social, tanto a nivel personal como comunitario. A este respecto el concilio Vaticano II enseña que «los ejercicios y manifestaciones deportivas ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso en la colectividad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres de toda condición, nación o de diferente raza» (Gaudium et spes, 61).

3. Queridos representantes del «Barça»: este encuentro me ha ofrecido la oportunidad de recordaros algunas consideraciones sobre el mundo del deporte, en el que vuestro club tiene un papel destacado desde hace cien años. Al felicitaros por ese centenario, os invito a poner en práctica un renovado esfuerzo, noble y enriquecedor, en este sentido. Y ello, no sólo para alcanzar un mejor éxito a nivel competitivo, que dé legítima satisfacción a vuestros seguidores, sino para que los encuentros deportivos favorezcan cada vez más las relaciones interpersonales, estableciendo verdaderos lazos de amistad y convivencia pacífica entre todos los pueblos.

(en catalán)

4. Deseo que vuestras actividades deportivas sean iluminadas por estas reflexiones. Mi augurio en este año del centenario es que la participación en los diversos torneos eleve vuestro espíritu hacia metas más altas. Que en este esfuerzo de crecimiento espiritual y moral os acompañe siempre la materna protección de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, que tantas veces os ha acogido para ofrecerle vuestros trofeos. Al renovaros mi agradecimiento por vuestra visita, de corazón os imparto mi bendición apostólica, que hago extensiva a vuestras familias.

 



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