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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS

Sábado 1 de abril de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, reunidos cerca de la tumba de san Pedro para celebrar el jubileo de la encarnación de Cristo salvador.

Deseo, ante todo, saludaros a vosotros, queridos fieles que participáis en la peregrinación de la región pastoral de Abruzos y Molise y, de modo particular, a vuestros obispos, así como a los sacerdotes, religiosos y religiosas que os acompañan.

"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). Esta profesión de fe constituye el motivo de fondo que os ha guiado al cruzar la Puerta santa. Con ese gesto devoto, habéis querido renovar vuestra fidelidad a Cristo, nuestro Redentor, y confirmar vuestro compromiso en favor de la nueva evangelización. Para eso es necesario dedicarse a la profundización constante de los contenidos de la fe y a su actualización, según las exigencias de nuestro tiempo, valorando al mismo tiempo las diferentes formas de piedad popular.

El jubileo constituye una ocasión propicia para fortaleceros en la comunión eclesial, de la que nace la solidaridad, hoy tan necesaria. Que sean objeto de vuestra solicitud, en especial, las familias, los jóvenes y cuantos están afectados por formas de pobreza y marginación. Así, haréis creíble el anuncio evangélico y  seréis  constructores de esperanza.

2. Os doy una cordial bienvenida a vosotros, queridos fieles de la región pastoral de Calabria, que, junto con vuestros pastores, habéis querido encontraros con el Sucesor de Pedro en el marco de la celebración de vuestro jubileo. Este año de particular misericordia del Señor, y el tiempo cuaresmal que estamos viviendo, nos invitan a dirigir nuestra mirada a la cruz, que constituye el fundamento de nuestra esperanza cristiana. La cruz de Cristo nos proporciona fuerza para dar sentido y valor a todas nuestras acciones.

¡Cuán oportunamente la cruz de los jóvenes recorre las diversas diócesis de Italia en este tiempo de preparación para la Jornada mundial de la juventud! Quisiera deciros a vosotros, jóvenes de Calabria, y a todos los calabreses:  ¡no sucumbáis al miedo! Al contrario, contemplando al Crucificado y aprovechando los insondables tesoros que brotan de su Corazón, encaminaos al nuevo milenio dando a todos el testimonio eficaz de la caridad, del perdón y de la misericordia.

3. Os  saludo  ahora  a vosotros, queridos fieles de la archidiócesis de Trento, encabezados por vuestro arzobispo, monseñor Luigi Bressan, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas.

Vuestra peregrinación a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo está animada por el deseo de dar nuevo fervor e impulso a la actividad religiosa en vuestra tierra. Desde Trento, la "ciudad del Concilio", la fe católica se ha difundido con renovado vigor por toda la cristiandad, suscitando propósitos e iniciativas de reforma, que la han enriquecido en santidad, obras y fervor. Acoged esta misma fe y transmitidla con entusiasmo. Sed siempre fieles a Cristo, camino, verdad y vida, y convertíos en sus heraldos, testigos intrépidos y promotores de una auténtica renovación espiritual y social en vuestra diócesis.

4. Saludo asimismo a los fieles de la diócesis de Jesi, que, con su peregrinación, quieren prepararse para celebrar el IV Congreso eucarístico diocesano y recuerdan, al mismo tiempo, el 25° aniversario de la ordenación episcopal de su pastor, monseñor Oscar Serfilippi. Lo abrazo con afecto y le deseo fraternalmente un ministerio rico en frutos apostólicos.

Amadísimos hermanos y hermanas, que vuestra meditación sobre el misterio de la Eucaristía os ayude a comprender cada vez más a fondo el lugar que el misterio eucarístico ocupa en vuestra realidad eclesial. En particular, invito a las familias a considerar la Eucaristía como la fuente de su armonía y de su unión. Así, estarán dispuestas a acoger con alegría el don de la vida, a crecer en el amor y a superar, con la oración y el perdón, las dificultades diarias.

5. Deseo saludar con afecto a monseñor Germano Zaccheo, obispo de Casale, y a los peregrinos diocesanos que encabeza. Amadísimos fieles, espero que vuestra venida a Roma, a las tumbas de los Apóstoles, os ayude a redescubrir el valor de la gracia bautismal y la alegría de pertenecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Estoy convencido de que ese redescubrimiento os impulsará a ser heraldos alegres del mensaje evangélico en todos los ambientes. De modo especial, os aliento a anunciar el Evangelio al mundo del trabajo, y a hacer lo posible para que todos tengan un empleo y puedan ejercerlo en el respeto a los derechos y a la dignidad de la persona humana.

6. Os agradezco vuestra presencia, queridos prelados y oficiales de la Penitenciaría apostólica, padres penitenciarios ordinarios y extraordinarios de las basílicas patriarcales de la Urbe, y también a vosotros, participantes en el curso sobre el fuero interno organizado por la Penitenciaría apostólica. El ministerio del sacramento de la penitencia es muy valioso, y exige claridad de doctrina y misericordia pastoral, preparación adecuada y disponibilidad constante.

Os expreso mi sincera gratitud por la dedicación generosa con que prestáis vuestro servicio, y aprovecho esta circunstancia para exhortar a los participantes en el curso y a todos los sacerdotes a que valoren al máximo el sacramento de la penitencia, especialmente durante el Año jubilar.

7. Queridos miembros de la Asociación italiana del rosario perpetuo, que habéis venido a Roma para la peregrinación jubilar, os agradezco vuestra visita. Me congratulo con vosotros y con los padres dominicos, que os guían en vuestro camino espiritual. Vuestra benemérita asociación, fundada hace un siglo por el padre Costanzo Becchi, de la Orden de Predicadores, procura promover una intensa devoción a Jesús Eucaristía y a la Madre del Señor, mediante la adoración del santísimo Sacramento y la dulce oración del rosario.

Seguid difundiendo el amor al Señor Jesús, que en la Eucaristía permanece siempre entre los suyos en la Iglesia. Rezad el rosario y difundid su práctica en los ambientes que frecuentáis. Es una oración que introduce en la escuela del Evangelio vivido, educa los corazones en la piedad, ayuda a perseverar en el bien, prepara para la vida y, sobre todo, os conquista el amor de María santísima.

8. Por último, mi saludo cordial se dirige a vosotros, queridos peregrinos de la obra "Al servicio de la divina misericordia". Difundid siempre y dispensad por doquier la ternura de "Dios, rico en misericordia" (Ef 2, 4). Que el amor de Dios os sostenga y os ayude a ser apóstoles de perdón y de reconciliación.

A vosotros, aquí presentes, y a los demás peregrinos que se han reunido hoy en la plaza de San Pedro para este grato encuentro, os imparto de corazón una especial bendición apostólica, prenda de abundantes gracias celestiales para vosotros, vuestras familias y vuestras comunidades.

 



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