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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II 
A LOS PARTICIPANTES EN LA PEREGRINACIÓN JUBILAR 
DE LA DIÓCESIS DE FABRIANO-MATELICA
Y A OTROS GRUPOS DE FIELES

Sábado, 15 de abril de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido en peregrinación a Roma para cruzar la Puerta santa del gran jubileo. Gracias por vuestra visita, con la que queréis expresar también los sentimientos de comunión que os unen al Sucesor de Pedro.

Os saludo ante todo a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Fabriano-Matélica, acompañados por monseñor Luigi Scuppa, vuestro amado obispo, que os ha guiado a esta cita. Le agradezco cordialmente las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Asimismo, deseo enviar mi afectuoso saludo a los sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos de vuestra comunidad diocesana, con especial atención a los enfermos, a los niños, a los jóvenes, a las familias con dificultades y a cuantos, aun deseándolo, no han podido estar presentes hoy aquí con nosotros.

Sé que la fe cristiana está profundamente enraizada en la gente de vuestra tierra y que, ya desde el siglo V, vuestros pastores han mantenido siempre estrechos vínculos de unión con la Sede apostólica. También vuestra actual peregrinación reafirma esa vibrante comunión, que pude experimentar hace nueve años, cuando visité vuestra diócesis. Fortalecidos por las antiguas tradiciones, que han sostenido el camino de vuestros antepasados en la fe, avanzad con confianza hacia el futuro y transmitid a las jóvenes generaciones el amor a Jesús, único Redentor del hombre. Perseverad firmes en vuestra adhesión a él y a su Iglesia.

2. Habéis venido a Roma para celebrar vuestro jubileo y llevar después a vuestros hogares el testimonio de las insondables riquezas del amor de Dios. El tiempo providencial de este Año santo constituye una apremiante invitación a profundizar vuestra fe en Cristo, que vino al mundo para revelar el amor infinito del Padre celestial. Hoy, quien quiere ser su discípulo siente la urgente necesidad de acudir constantemente a los manantiales de su Evangelio, para anunciarlo sin componendas. Así, se llega a ser apóstoles de la nueva evangelización.

El horizonte de los creyentes, especialmente en nuestro tiempo, jamás debe limitarse únicamente al ámbito de las actividades intra-eclesiales. Los grandes desafíos de la época actual exigen valentía y audacia misionera. Queridos hermanos y hermanas, no os canséis de trabajar por la renovación de la sociedad mediante un testimonio eficaz, un anuncio explícito y una atención iluminada a los signos de los tiempos. Poned por obra cualquier iniciativa oportuna en el campo del apostolado. Así, orientaréis a las personas que Dios ponga diariamente en vuestro camino. Conozco el gran empeño con que trabajáis ya en este sentido. Que el anhelo de la nueva evangelización vaya acompañado siempre por una profunda oración y por la escucha constante de la palabra de Dios. Además, procurad ser dóciles instrumentos del amor divino, preocupándoos, de modo concreto, por los que atraviesan dificultades o se encuentran alejados de la fe. Al ver vuestra conducta, también los que dicen que no creen serán impulsados por la gracia a interrogarse sobre su destino eterno. Esa podría ser la premisa providencial para su encuentro con Cristo.

3. Saludo ahora cordialmente a los fieles de las parroquias de la Santísima Trinidad de Nichelino, en la provincia de Turín, y de San Zenón de Cambiago, de la archidiócesis de Milán. Queridos hermanos, gracias por vuestra visita, que me complace. Con vuestra peregrinación jubilar a Roma experimentáis que todo bautizado está llamado a formar parte activa del Cuerpo místico de Cristo, presente en todos los rincones del mundo. Alimentaos y fortaleceos con los dones sacramentales, para ser instrumentos de la ternura de Dios en vuestras respectivas comunidades, abiertos a las exigencias de toda la humanidad. Que María, Madre de la Iglesia, acompañe siempre vuestro camino.

4. Dirijo, asimismo, mi saludo afectuoso a los miembros de la Federación de jubilados de San Marino y a los socios del "Lyons Club de Roma Pantheon". Queridos hermanos y hermanas, gracias por vuestra presencia. La peregrinación jubilar que estáis realizando os animará seguramente a proseguir en vuestro itinerario de fe. Proseguid con renovada energía la senda de vuestras actividades diarias. Al estilo del buen samaritano, convertíos en "prójimo" de todo hermano y de toda hermana que la Providencia ponga en vuestro camino, anunciándoles la esperanza que no defrauda, porque brota del Evangelio.

5. Saludo cordialmente al grupo de jóvenes de Marsella. En la víspera del domingo de Ramos, que nos introduce en el misterio central de nuestra fe, os invito a seguir a Cristo. El Viernes santo y la fiesta de Pascua nos recuerdan que, por encima de todo sufrimiento, está la luz divina. Al contemplar la cruz del Salvador, descubriréis el amor infinito de Dios, que se entregó por nuestra salvación y os llama a hacer de vuestra vida algo hermoso. Que en este año jubilar vuestra peregrinación a Asís y a Roma reavive vuestra fe en Cristo muerto y resucitado, y os ayude a construir vuestro porvenir. A ejemplo de san Pedro y san Pablo, así como del Poverello, sed testigos generosos del Señor en la Iglesia y en el mundo.

6. Queridos hermanos y hermanas, al volver a vuestros hogares, llevad a vuestras familias, a vuestros seres queridos y a vuestras comunidades la seguridad de que el Papa está cerca de ellos con su afecto. Encomendad todos vuestros deseos a la Virgen, de quien me consta que sois muy devotos. Precisamente ella os animará en vuestro compromiso de avanzar más rápidamente por la senda de la santidad, vocación de todo cristiano. Os acompaño con mi oración y os bendigo.

 



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