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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS DIRIGENTES DE LA UNIÓN DE FEDERACIONES EUROPEAS DE FÚTBOL
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Lunes 8 de mayo de 2000

 

Ilustres señores: 

1. Os doy una cordial bienvenida a cada uno de vosotros, procedentes de los cincuenta y un países miembros de la Unión de Federaciones europeas de fútbol, que habéis venido a Roma con ocasión del gran jubileo del año 2000. En este encuentro están representadas casi todas las naciones europeas. En particular, la presencia de las Federaciones del Este, que después de la caída del muro de Berlín se han adherido a vuestra Unión, testimonia aún más la voluntad de paz y fraternidad que anima a vuestras federaciones, así como su compromiso de ensanchar los horizontes, superar toda barrera y crear una comunicación sistemática entre los diversos pueblos, para dar una contribución eficaz a la construcción de la unidad europea.

Por tanto, os agradezco esta visita, que me permite apreciar las nobles finalidades que inspiran vuestro servicio, encaminado a sostener un deporte capaz de promover todos los valores de la persona humana. Saludo al abogado Luciano Nizzola, presidente de la Federación italiana de fútbol, y le agradezco las cordiales palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes.

2. En la sociedad contemporánea el fútbol es una actividad deportiva muy difundida, que implica a un gran número de personas y, en particular, a los jóvenes. En este deporte, además de la posibilidad de una sana recreación, tienen oportunidad de desarrollarse físicamente y de obtener logros atléticos, que exigen sacrificio, entrega constante, respeto a los demás, lealtad y solidaridad.

El fútbol es también el mayor fenómeno de masa, que implica a muchas personas y familias, desde los aficionados que van al estadio y los espectadores de la televisión hasta todos los que trabajan en los diferentes niveles de la organización de los acontecimientos deportivos, en la preparación de los deportistas y en el vasto sector de los medios de comunicación social.

Esto acentúa la responsabilidad de quienes se ocupan de la organización y promueven la difusión de esta actividad deportiva tanto a nivel profesional como aficionado. Están llamados a no perder jamás de vista las importantes posibilidades educativas que el fútbol, como otras disciplinas deportivas, puede desarrollar.

De modo especial, los deportistas, sobre todo los más famosos, no deberían olvidar nunca que de hecho constituyen modelos para el mundo de los jóvenes. Por eso, es importante que, además de las habilidades típicamente deportivas, desarrollen cuidadosamente las cualidades humanas y espirituales que harán de ellos ejemplos verdaderamente positivos para la gente. Por otra parte, dada la difusión de este deporte, sería conveniente que los promotores, los organizadores en los diversos niveles y el personal de los medios de comunicación aunaran sus esfuerzos para asegurar que el fútbol no pierda jamás su auténtico carácter de actividad deportiva, y no se vea ahogado por otras preocupaciones, especialmente de tipo económico.

3. Queridos amigos, habéis venido a Roma para celebrar el gran jubileo. Durante el Año santo, la Iglesia invita a todos los creyentes y a los hombres de buena voluntad a considerar sus pensamientos y acciones, sus expectativas y esperanzas, a la luz de Cristo, "el hombre perfecto que restituyó a los hijos de Adán la semejanza divina, deformada desde el primer pecado" (Gaudium et spes, 22).

Esto supone un camino de auténtica conversión, es decir, la renuncia a la mentalidad mundana que hiere y envilece la dignidad del hombre; supone, asimismo, la adhesión, con una confianza total y un compromiso valiente, al estilo liberador de obrar y pensar propuesto por el Evangelio. ¿Cómo no ver en el acontecimiento jubilar una invitación a hacer que el deporte sea también una ocasión de auténtica promoción de la grandeza y la dignidad del hombre? Desde esta perspectiva, las estructuras del fútbol están llamadas a ser un terreno de auténtica humanidad, en el que se aliente a los jóvenes a cultivar los grandes valores de la vida y a difundir por doquier las grandes virtudes que constituyen el fundamento de una digna convivencia humana, como son la tolerancia, el respeto a la dignidad humana, la paz y la fraternidad.

Queridos amigos que representáis a las Federaciones europeas, estoy seguro de que compartís mis deseos de que el fútbol constituya cada vez más un ámbito sereno, y que cada competición encarne lo que debe ser el deporte:  una valoración plena del cuerpo, un sano espíritu de competición, una educación en los valores de la vida, la alegría de vivir, el juego y la fiesta.

4. Ojalá que el fútbol, como todo deporte, se convierta cada más en la expresión del primado del ser sobre el tener, liberándose, como acaba de observar oportunamente vuestro representante, de todo lo que le impide ser una propuesta positiva de solidaridad y fraternidad, de respeto mutuo y confrontación leal entre los hombres y las mujeres de nuestro mundo.

Conozco, asimismo, el reciente compromiso de vuestra Federación, que con sus propios recursos ha emprendido una laudable obra de asistencia a los países pobres y de cooperación especial con los países del Este europeo, para difundir el fútbol entre los jóvenes e iniciarlos en una vida sana, inspirada en sólidos principios morales. Que este sea el estilo constante de todas vuestras iniciativas.

Por último, os ruego que transmitáis mis cordiales sentimientos a las sociedades deportivas que representáis, a los atletas, a todo el personal y a sus respectivas familias.

Invoco sobre todos la bendición de Dios.

 



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