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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS MEXICANOS QUE PARTICIPARON
EN LA CANONIZACIÓN DE 27 NUEVOS SANTOS

Lunes 22 de mayo de 2000

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Me complace tener este encuentro con todos vosotros, queridos peregrinos mexicanos que, en el día de ayer, habéis participado en la solemne canonización de Cristóbal Magallanes y compañeros mártires, de José María de Yermo y Parres, fundador de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, y de María de Jesús Sacramentado Venegas, fundadora de las Hijas del Sagrado Corazón.

Con vosotros se alegra toda la Iglesia que ve así proclamada la gloria de estos hijos suyos y también de vuestra noble Patria, y que cuenta con el ejemplo de su entrega al Señor y de su poderosa intercesión en sus necesidades. Ellos anuncian con elocuente testimonio la fuerza transformadora del amor a Dios y al prójimo, esencia de la vida cristiana, y nos animan a vivir con renovada fidelidad nuestra condición de hijos suyos llamados a dar testimonio de la fe, a mantener viva la esperanza y a practicar la caridad en todos los momentos de la vida.

Saludo con afecto a los Señores Cardenales, a los Arzobispos y Obispos, a los sacerdotes y fieles, y muy especialmente a las religiosas que han visto canonizar a sus Fundadores. A todos os doy mi más cordial bienvenida a este encuentro, caracterizado por el gozo y que tiene lugar en el Gran Jubileo de la Encarnación.

2. Vuestra presencia aquí me hace recordar las entrañables jornadas que he vivido en México con ocasión de los cuatro viajes apostólicos que la Providencia me ha permitido realizar allí, culminando con el llevado a cabo el año pasado para presentar la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, a los pies de la Virgen de Guadalupe. Bajo su amparo puse la vida de todas las Comunidades eclesiales en el Continente de la esperanza para que los bendiga con nuevos y abundantes frutos de santidad.

El pueblo mexicano se ha distinguido siempre por su gran amor a Dios, a la Virgen, a la Iglesia y al Papa, con un fuerte arraigo de la fe católica, la cual, a pesar de los avatares de la historia, forma parte integrante y fundamental del alma de vuestra Nación. Por eso, deseo repetiros lo que ya os dije en la Santa Misa en el Autódromo de la Capital Federal: "¡No dejen apagar la luz de la fe! México sigue necesitándola para poder construir una sociedad más justa y fraterna, solidaria [...] ¡Hagan que la palabra de Cristo llegue a los que aún la ignoran! ¡Tengan la valentía de testimoniar el Evangelio en las calles y plazas, en los valles y montañas de esta Nación!" (Homilía, 25 de enero 1999).

3. Estamos viviendo el año del Gran Jubileo, que ofrece la posibilidad de acercarnos al infinito tesoro de gracia y misericordia que Dios ha confiado a la Iglesia. Para ello es necesario - desde la particular vocación de cada uno - seguir con radicalidad a Cristo. Él es el camino que dio fuerza a San Cristóbal Magallanes y compañeros para vencer en el martirio, a San José María de Yermo y Parres para convertirse en "Gigante de la caridad", a Santa María de Jesús Sacramentado Venegas para someterse con humildad y generosidad a la voluntad de Dios. Ojalá que sus ejemplos y enseñanzas os infundan continuamente el entusiasmo y la valentía para seguir con renovada fidelidad a Cristo. Así estaréis preparados para afrontar con confianza y esperanza las dificultades de nuestro tiempo y los desafíos de la nueva evangelización.

4. Los Estados de Jalisco, Zacatecas, Durango, Chiuhahua, Guanajuato, Morelos, Guerrero y Colima son las tierras de origen del grupo de los nuevos Santos mártires. El recuerdo de sus personas y de su generosa y heroica entrega sigue vivo y su gloria ante Dios será imperecedera. Estos sacerdotes, que ofrecieron su vida por fidelidad a su ministerio sacerdotal son un claro ejemplo para los sacerdotes de hoy, así de cómo hay que atender a los propios fieles, incluso con riesgo de la propia vida. Junto a ellos, los tres laicos son un precioso testimonio del compromiso eclesial y de la vocación a la santidad, propia de todos los bautizados, que nos debe llevar a vivir en comunión de fe y amor, particularmente al lado de quien nos necesita y con la confianza siempre puesta en Dios.

5. San José María de Yermo y Parres, proveniente del clero angelopolitano, llevó una existencia llena de oración y sacrificio, de ardiente confianza en la divina Providencia y de heroísmo en la caridad: Su vida es una invitación a los cristianos a seguir a Cristo mediante el amor al prójimo en el olvido de sí y, cuando sea necesario, aceptando la cruz. Al mundo actual, tan necesitado de fraternidad y solidaridad, el nuevo Santo enseña a establecer nuevas relaciones en las que el servicio generoso, creativo, concreto y dinámico sean capaces de favorecer un clima nuevo de hermandad de todos en Cristo.

Para proseguir en su obra, su espíritu eminentemente sacerdotal promovió la fundación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, a las que ha dejado el testimonio de una entrega sin par a la causa de Cristo y de los pobres. Vosotras, queridas religiosas, hijas de San José María de Yermo, mantened siempre vivos sus rasgos evangélicos de humildad y sencillez en el servicio del amor misericordioso al hermano necesitado, atendiéndole con los mismos sentimientos del divino Corazón. Esto os ayudará a mantener vivo el sentido eclesial y misionero de vuestro carisma y la recta orientación en el apostolado social y espiritual en favor de los pobres.

6. En el Estado de Jalisco nació Santa María de Jesús Sacramentado Venegas. Después de una infancia vivida en un ambiente familiar en el que, aun con problemas, se favorecía un intenso clima espiritual, fue conducida por Dios al Hospital de Sagrado Corazón en Guadalajara, uniéndose a otras mujeres piadosas que se dedicaban al cuidado de los enfermos. Allí, como competente y abnegada enfermera, se prodigó en el servicio sanitario y desde el año 1921, en que fue elegida Superiora se dedicó a afianzar el naciente Instituto, infundiendo en las Hermanas el amor a la Iglesia y a las almas, a las privaciones y sacrificios. No se echó atrás ante la persecución religiosa, al contrario, promovió nuevas fundaciones en diferentes Estados de la República. Su vida espiritual se alimentaba con la oración asidua, la recepción de los Sacramentos y la devoción filial a la Virgen María, todo ello dentro de la más estricta obediencia a las Reglas de su Instituto.

Su mensaje conserva plena actualidad. En efecto, la firmeza de su fe, la confianza ilimitada en Dios, el amor incansable, hasta el olvido de sí hicieron de ella una mujer consagrada digna de ser imitada. Ella supo afianzar la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, donde se prolonga su entrega, a ejemplo del buen samaritano, a quienes, como decía ella"en sus cuerpos y en sus almas tienen más semejanza con Cristo doliente". Con una existencia como la suya, preocupada por hacer la voluntad de Dios por encima de todas las cosas, se vive en paz y serenidad, aspiraciones humanas tan necesarias para la vida de hoy. Afortunadamente hoy se vive en México se vive una primavera de vocaciones a la vida religiosa, de la que son pioneras personas de la talla de la Madre María de Jesús Sacramentado.

7. Queridos peregrinos mexicanos: ayer habéis participado en acontecimiento excepcional: la canonización de 27 compatriotas vuestros el Gran Jubileo. Volved a México con el compromiso de renovar vuestra fidelidad a Dios y a la Iglesia, de dar siempre y en todas partes un testimonio valiente de vida cristiana, de colaborar en la nueva evangelización para que Cristo sea conocido y amado por todos los mexicanos. Defended también la causa de la vida, de la familia, de los pobres y necesitados.

Que os ayude en esta misión la intercesión de los nuevos Santos, que os acompañe la materna protección de la Virgen de Guadalupe, Reina de México y Emperatriz de América. Que sea prenda de celestiales favores la Bendición Apostólica que con afecto os imparto y que complacido extiendo a vuestros familiares, amigos y seres queridos.

 



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