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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A NUMEROSOS GRUPOS DE PEREGRINOS ITALIANOS

Sábado 24 de junio de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Habéis acudido en gran número a esta amada ciudad de Roma para realizar vuestra peregrinación jubilar. A todos os dirijo mi saludo cordial. Saludo, en particular, a los fieles de la diócesis de Ascoli Piceno, que con esta peregrinación jubilar quieren reafirmar sus estrechos vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro. Queridos hermanos, ¡sed bienvenidos!

Saludo cordialmente, ante todo, a monseñor Silvano Montevecchi, vuestro obispo, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Por medio de él, deseo transmitir la seguridad de mi recuerdo en la oración a toda la diócesis:  a los queridos sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos, con un saludo particular a cuantos participan activamente en la vida de vuestra Iglesia, a los jóvenes, a los enfermos, y a todos los que buscan la verdad con corazón sincero. Está presente hoy con vosotros también el padre Raniero Cantalamessa, vuestro paisano y predicador de la Casa pontificia, a quien saludo con afecto. Por último, dirijo mi saludo deferente a las diversas autoridades civiles que han querido unirse a este significativo encuentro.

Esta visita a los lugares jubilares se lleva a cabo, por designio providencial, en el marco del Congreso eucarístico internacional, que mañana concluirá solemnemente. Que esta coincidencia sirva para confirmaros a todos en la fe y en la devoción al sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que la Iglesia custodia como tesoro precioso, que se le ha dado para sostenerla a lo largo del camino hacia la Pascua eterna.

2. Conozco el itinerario pastoral a lo largo del cual, desde el mes de octubre, todas las parroquias de vuestra diócesis han participado en una reflexión profunda sobre la Eucaristía y la santa misa. Durante este período, bajo la guía de los padres sacramentinos, se han realizado las Semanas eucarísticas, centradas en el tema:  "Cristo, vida del alma, Señor de la historia".

He sabido con alegría que se han cosechado notables frutos en el ámbito catequístico y pastoral, en los numerosos "Centros de escucha" de la palabra de Dios promovidos en las familias. Es conveniente que esta experiencia, respondiendo al deseo de muchos, prosiga en beneficio de quienes quieren llegar a un conocimiento cada vez más completo de su fe. En esa iniciativa han colaborado varias asociaciones eclesiales, implicando en el camino de profundización a muchas personas. También este aspecto merece desarrollarse.

El compromiso catequístico culmina en la celebración litúrgica. En efecto, el acontecimiento pascual que se anuncia, tiene su plena realización en el misterio vivido a través de los dones sacramentales. Las semanas eucarísticas organizadas en las parroquias y en las vicarías de vuestra diócesis os han ayudado a prepararos intensamente para vivir, en las situaciones concretas de la vida diaria, la dimensión eucarística de la vida eclesial. Ahora, sembrada la semilla, será preciso cultivar el terreno, para que se conozca y se viva cada vez mejor la liturgia de la cruz, la liturgia de la luz y la liturgia de la caridad.

El redescubrimiento de la piadosa práctica de la adoración eucarística, con guías preparadas por las monjas benedictinas del monasterio de Offida, os han introducido en la dimensión orante de la vida eclesial. En efecto, con el diálogo constante y profundo con Cristo, presente de manera muy especial en la Eucaristía, se refuerza el compromiso del testimonio y de la misión, confiado a todo bautizado, según su estado de vida.

3. Así, la comunidad eclesial se convierte en "tienda de la escucha", para abrirse luego a la comunión con todos:  jóvenes, adultos, obreros, ancianos, detenidos, enfermos, pobres, esposos, novios y consagrados.

Al momento de la evangelización y de la celebración debe corresponder un compromiso coherente en el ámbito de la caridad, mediante gestos concretos de solidaridad. Sé que vuestra diócesis ya ha programado la construcción de un centro de pastoral juvenil en Sierra Leona, y una casa de acogida para muchachos minusválidos en Zambia. También en vuestro territorio se han inaugurado nuevas instituciones para brindar ayuda a personas con dificultades materiales o espirituales. Seguid sirviendo sin temor a los pobres que llaman a la puerta de vuestro corazón. En ellos os visita Cristo, para daros su gracia. Una fe fortalecida, una esperanza más firme y una caridad infatigable serán los frutos más valiosos de la celebración del Año santo.

4. Deseo dirigir ahora un saludo afectuoso a los socios de la "Obra pía de los Picenos", antigua y benemérita cofradía romana, que desde hace cuatro siglos trabaja por la conservación y la promoción de los valores humanos y cristianos entre la numerosa y activa comunidad de Las Marcas de esta ciudad. Mi saludo cordial se extiende también a los peregrinos de las parroquias Espíritu Santo, de Palo del Colle, y La Asunción, en Civita, de la eparquía de Lungro; y a los participantes en la carrera de relevos organizada por la asociación recreativa de los ferroviarios de Údine, a los empleados de la Caja de ahorros de Ferrara, a los miembros de la Asociación italiana de empleados de bar y ayudantes, y a los trabajadores de la editorial "Fray Adivino", de Perugia. Por último, saludo a los  miembros  de  la Academia pontificia de Santo Tomás, que están reunidos durante estos días en su primera asamblea.

Queridos hermanos, que el jubileo sea para todos motivo de renovada adhesión a Cristo y a su Evangelio, para dar un testimonio cristiano cada vez más eficaz en la sociedad. Que os sostenga en este camino la intercesión de la Madre de Dios y la del Precursor de Cristo, a quien la liturgia recuerda hoy con especial honor.

Acompaño estos deseos con la bendición apostólica, que os imparto de buen grado a vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos, con particular afecto a los enfermos y a los ancianos, así como a cuantos, aun deseándolo, no han podido estar aquí con nosotros, en este encuentro. ¡Alabado sea Jesucristo!

 



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