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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CABALLEROS Y DAMAS DE LA SOBERANA ORDEN MILITAR DE MALTA


Jueves 19 de octubre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Deseo daros mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, caballeros y damas de la Soberana Orden militar de Malta, que habéis venido a Roma de todo el mundo para celebrar el gran jubileo. Saludo, en particular, al gran maestre fray Andrew W.N. Bertie, agradeciéndole las amables y nobles palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes. Saludo con afecto al señor cardenal Pío Laghi, patrono de esta Soberana Orden militar, que ha querido participar en este encuentro. Saludo, asimismo, a monseñor Donato de Bonis, vuestro prelado.

Este encuentro reviste un significado especial, porque tiene lugar en el marco del Año santo 2000 y testimonia la profunda comunión que une a los miembros de vuestra Orden con el Sucesor de Pedro. En esta circunstancia, me complace expresar al Gobierno de la Orden, así como a cuantos se prodigan generosamente en los servicios de primeros auxilios en las basílicas romanas y en otras iniciativas jubilares, mi vivo aprecio y mi gratitud por la valiosa y constante contribución que brindan al éxito del acontecimiento jubilar.

2. El gran jubileo, con el que la Iglesia recuerda el bimilenario de la encarnación del Verbo, es un "año de gracia", año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental. En particular, se trata de un año "ligado a la concesión de indulgencias de un modo más generoso que en otros años" (Tertio millennio adveniente, 14) y al restablecimiento de la justicia de Dios, expresión concreta del mandamiento del amor.

En la bula de convocación del jubileo escribí: "Un signo de la misericordia de Dios, hoy especialmente necesario, es el de la caridad, que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación. Es una situación que hoy afecta a grandes áreas de la sociedad y cubre con su sombra de muerte a pueblos enteros" (Incarnationis mysterium, 12).

Al respecto, quisiera referirme aquí a las beneméritas iniciativas que vuestra Orden realiza en diversos ámbitos de indigencia material y espiritual. Están animadas por una gran disponibilidad para con los necesitados, a quienes manifiestan de modo visible y concreto el amor del Señor y de la Iglesia. Se trata de iniciativas que representan a veces un valioso aliento y casi un modelo para cuantos desean contribuir con sus esfuerzos a construir un mundo nuevo, capaz de devolver la dignidad y la esperanza a quienes viven oprimidos por las formas modernas de esclavitud y están heridos en el cuerpo y en el espíritu.

3. Me refiero de modo especial al servicio profético en favor de los marginados y excluidos, que prestáis con el ardor de una auténtica batalla por la promoción integral del ser humano. Gracias a esta noble batalla en la defensa y la valorización del hombre, misión que desde hace varios siglos cumple vuestra Orden, habéis podido enarbolar el estandarte del amor en muchas partes de los cinco continentes, donde la enfermedad y la pobreza humillan a la persona y, por desgracia, amenazan su futuro.

Se trata de una verdadera estrategia del amor, que os compromete en los hospitales, en las leproserías, en los grupos de asistencia, en los hospicios y en las residencias para ancianos. En todas partes os esforzáis por llevar a cabo las finalidades primarias de vuestra Orden secular:  la tuitio fidei y el obsequium pauperum, recordando siempre cuanto afirmaba vuestro fundador, el beato Gerardo: "Nuestra institución durará mientras Dios quiera que sigan naciendo hombres deseosos de aliviar el sufrimiento y hacer que la miseria sea más soportable".

4. Amadísimos hermanos y hermanas, en este contexto positivo, la efusión especial de gracia del Año jubilar constituye para cada uno de vosotros, y para toda vuestra familia espiritual, una renovada ocasión de fidelidad a Cristo y a vuestros hermanos.

El jubileo os exhorta a fijar vuestra mirada en Cristo, Redentor del hombre, y a acogerlo con amor y conciencia cada vez más intensos. Durante vuestra peregrinación jubilar habéis podido dedicaros de manera muy especial a la escucha del Evangelio y a la oración, y, recibiendo los sacramentos, habéis querido renovar vuestra fidelidad a Cristo. Sólo en él, fuente de vida inmortal, podéis hallar nueva fuerza y nuevas energías para salir, con el espíritu del buen samaritano, al encuentro de las necesidades de los pobres, cada vez más evidentes y trágicas en el mundo contemporáneo.

Únicamente con su ayuda podréis dar a las expectativas de los pobres, en todas las circunstancias, respuestas no sólo competentes sino también inspiradas profundamente en el amor evangélico.

El acontecimiento jubilar os estimula, además, a ser testigos incansables de auténtica comunión fraterna en los lugares donde actuáis. Os llama a proclamar con vuestras palabras y con vuestra vida la verdad de Cristo, para que vuestra presencia constituya, para todos aquellos con quienes os encontréis, un modelo de nueva convivencia humana y civil. Ojalá que vuestras actividades sean ocasiones privilegiadas de evangelización y representen un punto de referencia seguro para todos los que, con corazón sincero, buscan el reino de Dios y su justicia.

Por último, que esta celebración jubilar suscite en cada uno de vosotros un entusiasmo más intenso para testimoniar el evangelio de la caridad en un mundo dominado por el egoísmo y el pecado. Que vuestras estructuras sean avanzadillas luminosas de la civilización del amor y aplicaciones eficaces de la doctrina social de la Iglesia.

Con estos sentimientos, a la vez que os encomiendo a cada uno de vosotros, peregrinos de la Soberana Orden militar de Malta, a la protección celestial de la Virgen "Consuelo de los afligidos", y de san Juan Bautista, os imparto de corazón una especial bendición apostólica, como prenda de copiosos dones y gracias jubilares.

A toda la Orden de Malta le deseo una buena continuación. El Señor os bendiga a todos. Gracias por vuestra visita a Roma y al Vaticano.

 



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