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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS DE LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN Y DEL PATRIARCADO DE VENECIA


Sábado 4 de noviembre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Os acojo cordialmente con ocasión de vuestra peregrinación jubilar a las tumbas de los Apóstoles. Me dirijo ante todo a vosotros, queridos peregrinos de la archidiócesis de Milán. Saludo con afecto al señor cardenal Carlo Maria Martini, vuestro celoso pastor, y le agradezco las nobles palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos, así como las cordiales felicitaciones que me ha expresado por mi onomástico. Yo igualmente lo felicito cordialmente a usted, venerado hermano, que también se llama Carlos, y a todos vosotros, que en san Carlos Borromeo reconocéis a vuestro copatrono.

Saludo a los obispos auxiliares y a los obispos de origen ambrosiano aquí presentes, así como a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los seminaristas y a los agentes pastorales. Dirijo un saludo deferente a las autoridades civiles de la región, de las provincias y de los municipios, que hoy han querido unirse a vosotros para compartir este significativo momento de alegría y de intensa espiritualidad. Mi cordial bienvenida se extiende a los representantes de las parroquias de las diócesis de Lugano, Novara y Bérgamo que, desde tiempos remotos, siguen el rito ambrosiano, y a los ministros de vuestras parroquias, que hoy están aquí con vosotros en gran número y contribuyen a la alegría de nuestro encuentro.

2. Celebráis vuestro jubileo en la ciudad eterna, que san Carlos define "la más gloriosa de todas, cuyo cuerpo grande y fuerte es guiado por dos espléndidos ojos, es decir, los cuerpos de los dos Apóstoles" (Acta Ecclesiae Mediolanensis, vol. II, p. 88). Vuestra peregrinación se realiza precisamente el día en que la Iglesia hace memoria de él. Recuerdo mis visitas a vuestra hermosa catedral, donde me arrodillé ante los restos de ese gran obispo, que descansan en la cripta.

Vuelvo espiritualmente a su urna, poniéndome a la escucha de las valiosas indicaciones que da para la peregrinación jubilar. En una carta pastoral con ocasión del Año santo de 1575, escribió:  "Una vez que hayáis llegado a Roma, confesándoos y comulgando de nuevo, esperaréis devotamente conseguir el sagrado jubileo, apartándoos de toda curiosidad y vanidad. El jubileo es un año santo, un año de total remisión, un año de gracia del Señor" (ib., p. 885). Como entonces, también hoy el jubileo es una ocasión propicia y valiosa para una verdadera conversión.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, redescubrid diariamente el amor misericordioso que Dios siente por todos los seres humanos:  con un impulso de renovada adhesión a Cristo, sentíos cada vez más solidarios con vuestro prójimo, especialmente el más necesitado. Vivid esta alba del tercer milenio con fe firme, valiente esperanza y caridad ardiente. ¡Son muchos los desafíos que debéis afrontar en esta importante transición histórica!

El desafío del consumismo:  vuestra región está insertada en una realidad de bienestar; la búsqueda de los bienes superfluos no debe ser jamás para vosotros una prioridad y nunca debe haceros olvidar las necesidades de los pobres, tanto de los cercanos como de los más lejanos.

El desafío de la secularización:  a Dios se le ha excluido definitivamente de muchos ámbitos de la vida. Por tanto, es importante y urgente vuestro compromiso de evangelizar, animando la realidad en la que vivís con los valores cristianos y ofreciendo a todos ocasiones de encuentro con la palabra de Dios y con la persona de Cristo. Muchos, quizá de modo inconsciente, buscan precisamente estas profundas experiencias espirituales.

El desafío pluriétnico:  también en el territorio de vuestra archidiócesis hay personas que proceden de diversos países, pertenecientes a razas, culturas y religiones diferentes. No cerréis las puertas de vuestro corazón a quien os pide hospitalidad, con la convicción de que la acogida y el testimonio del amor son un camino privilegiado para "hablar" de Jesús a quienes aún no lo conocen.

4. Vuestro arzobispo acaba de enumerar las prioridades fijadas por vosotros para el próximo año pastoral, que exigen la generosa aportación de todos los componentes de la comunidad diocesana:  los jóvenes, las vocaciones, el clero y los agentes pastorales. Os exhorto a secundar las iniciativas programadas, prestando vuestra generosa colaboración según las posibilidades de cada uno. De este modo, todos juntos podréis avanzar por el camino de la nueva evangelización, y Dios hará que vuestros esfuerzos den frutos de bien.

Iglesia que estás en Milán, no temas afrontar los grandes desafíos del momento actual. Avanza con confianza por el sendero de la nueva evangelización, sirviendo amorosamente a los pobres y dando testimonio cristiano en todas las realidades sociales. Sé consciente de la larga y fecunda historia de tus parroquias, de tus oratorios y de tus numerosas asociaciones. Que se viva siempre el Evangelio en las pequeñas y grandes opciones diarias, y que toda comunidad cristiana renueve, con fidelidad a las propias tradiciones espirituales, su fecundo testimonio apostólico.

María santísima os acompañe y sostenga:  a ella le pido que vele, como Madre solícita, sobre vuestras familias, especialmente sobre los enfermos y las personas más débiles. Os protejan san Ambrosio y san Carlos, patronos de vuestra archidiócesis.

5. Me dirijo ahora a vosotros, queridos peregrinos del patriarcado de Venecia, y os saludo con gran afecto. Lo saludo a usted, venerado hermano, cardenal Marco Cè, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Vuestra peregrinación ha seguido las huellas de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Hoy os ofrece la ocasión de renovar vuestra fidelidad al Sucesor de Pedro. Gracias por vuestra visita y por la seguridad de vuestra oración.

En estos días de singular experiencia jubilar, dejaos iluminar por la luz y la alegría de Cristo. Sólo él puede llenar de esperanza el corazón. Sólo él puede suscitar en cada uno de vosotros un nuevo impulso apostólico, capaz de contagiar el corazón y la mente de cuantos encontráis en la vida diaria.

Siguiendo el ejemplo de san Marcos, vuestro patrono, sed apóstoles del Evangelio; difundid por doquier la buena nueva, con un incesante testimonio de caridad fraterna y de solicitud por el prójimo más indigente. La apertura a las necesidades de los demás es un signo elocuente de la caridad evangélica que conmueve el corazón incluso de quien no cree. Sacad de la fuente inagotable de la caridad divina las energías indispensables para trabajar incesantemente por la promoción de la dignidad de todas las personas. El amor de Cristo os anima y os sostiene en vuestro esfuerzo por construir con todos los hombres de buena voluntad una sociedad que respete a todo ser humano.

6. El jubileo estimula a realizar una amplia y profunda renovación espiritual. Además de la conversión personal, debe llevarse a cabo una auténtica renovación comunitaria. En efecto, para una provechosa acción apostólica es necesaria la aportación de cada uno, en sintonía con el camino pastoral del patriarcado. La unidad y la variedad, al mismo tiempo, constituyen la gran riqueza que contribuye al desarrollo incesante y dinámico de la Iglesia. No permitáis que las dificultades os frenen y no os desaniméis si en la realización de este arduo programa espiritual encontráis obstáculos y, a veces, incomprensiones. Avanzad con confianza. El Señor está con vosotros:  camina con vosotros, y con la fuerza de su Espíritu os renueva constantemente. Preocupaos solamente por seguirlo a él y, con su ayuda, llevad a todos, incluso a quienes están "alejados", el anuncio vivo de la palabra de salvación. Proseguid este esfuerzo apostólico, usando cualquier medio que sea útil.

Amadísimos hermanos y hermanas, caminad con alegría. Tenéis una rica y noble tradición cristiana. Muchos santos y beatos han convertido a vuestra región en una tierra de santidad. Seguid su ejemplo; avanzad por el sendero de la santidad. Sed apóstoles de nuestro tiempo, confiando siempre en el apoyo de Dios.

Que María santísima, a quien recordamos en este primer sábado del mes de noviembre, sea modelo de vuestra fe y estrella que guíe vuestros pasos. Con estos sentimientos, os aseguro a vosotros y a vuestras comunidades un recuerdo particular en la oración.

7. Por último, dirijo un saludo a todos los demás peregrinos que han querido unirse a nosotros en este encuentro. Deseo a todos y a cada uno que el paso por la Puerta santa sea motivo de una adhesión más generosa a Cristo, único Redentor del hombre. Amadísimos hermanos y hermanas, os aseguro de buen grado mi oración, a la vez que de todo corazón os bendigo a vosotros, a vuestras familias y a todos vuestros seres queridos.

 



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