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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL II FORO INTERNACIONAL DE PREMIOS NOBEL DE LA PAZ
*

Lunes 13 de noviembre de 2000

 

Señoras y señores:

Me alegra mucho dar la bienvenida a esta distinguida asamblea de premios Nobel de la paz al término de vuestro II Foro internacional. Saludo en particular al señor Mijail Gorbachov, presidente de la Fundación internacional de estudios socioeconómicos y políticos, y al señor Francesco Rutelli, alcalde de Roma.

Durante los últimos días habéis reflexionado sobre la situación mundial en el alba de un nuevo milenio. Por doquier los hombres y las mujeres miran al futuro con la esperanza de una paz real y duradera, fundada en una civilización que respete los derechos de todos y defienda el auténtico bien común. Sin embargo, como seguimos viendo, en muchas partes del mundo es preciso afrontar grandes dificultades, conflictos armados y terribles tragedias humanas.

En este significativo momento histórico, es necesario realizar un esfuerzo común para asegurar que las nuevas generaciones rechacen las formas de discriminación, exclusión y conflicto, y emprendan decididamente el camino de la paz, con espíritu de apertura a los valores y a las tradiciones de los demás. A este respecto, en estrecha colaboración con la Organización de las Naciones Unidas, habéis tomado la iniciativa de promover una cultura de la no violencia y de la paz entre los niños del mundo durante el próximo decenio. Asimismo, habéis reconocido que no puede construirse una civilización de la paz sin afrontar el problema de la deuda externa y sin un gran sentido de responsabilidad entre quienes trabajan en el área de las comunicaciones sociales.

Apoyo vuestros esfuerzos por construir un futuro mejor para los pueblos del mundo y asegurar que todos puedan vivir en paz y en armonía, utilizando sus talentos y sus dones para su progreso personal y para el bien de la sociedad. Pido a Dios que os bendiga a vosotros y a vuestras familias, y os guíe mientras seguís consagrándoos a la causa de la paz, la reconciliación y la armonía entre todos los pueblos.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española,  n. 19, p.12.

 



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