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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL FORO INTERNACIONAL DE LA ACCIÓN CATÓLICA,
AL PONTIFICIO COLEGIO ESCOCÉS,
A UN SEMINARIO DEL CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ
Y A LAS ESCLAVAS DE LA ENCARNACIÓN


Lunes 4 de diciembre de 2000

 

Venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros una cordial bienvenida a esta audiencia especial, que se celebra en el marco del Adviento recién comenzado. Al saludaros a todos con gran afecto, espero que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles y los encuentros de estos días profundicen en cada uno de vosotros el compromiso de adhesión a Cristo, el sentido de comunión con la Iglesia universal y el empeño por testimoniar el Evangelio.

2. Os saludo ante todo a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas del Foro internacional de Acción católica, reunidos durante estos días en asamblea aquí en Roma. Saludo a los obispos presentes y a los presidentes nacionales que han venido para la asamblea. Dirijo un saludo especial a monseñor Agostino Superbo, a quien agradezco las amables palabras que acaba de dirigirme, interpretando los sentimientos de los demás participantes.

Vuestra presencia quiere ser signo de renovada fidelidad a la Iglesia y un compromiso de proseguir cada vez con mayor entusiasmo el camino de la nueva evangelización. La Acción católica, como cualquier otro grupo, asociación y movimiento eclesial, está llamada a ser auténtica escuela de perfección cristiana, es decir, está llamada a ser el "laboratorio de la fe" que, como dije a los jóvenes participantes en la inolvidable vigilia de oración de Tor Vergata, con ocasión de la Jornada mundial de la juventud, contribuye a formar verdaderos discípulos y apóstoles del Señor. Queridos hermanos, seguid profundizando vuestra búsqueda de Dios. Tened siempre abierto vuestro corazón a las grandes expectativas y a los desafíos apostólicos de nuestro tiempo. Cultivad el auténtico espíritu eclesial, alimentado por el estudio de los documentos conciliares, cuya enseñanza es siempre muy actual. Sed fieles a las líneas de acción que tracé en la exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici. Así, seréis cada vez más una riqueza para toda la Iglesia en camino hacia el tercer milenio cristiano.

3. Al volver a las fuentes del concilio ecuménico Vaticano II, lograréis captar con mayor claridad las notas características de vuestra asociación, en particular su dimensión eclesial, laical y orgánica, en colaboración constante con los pastores respectivos. Estos son los rasgos esenciales que definen el rostro de la Acción católica, aunque tenga siglas y denominaciones diversas en muchas partes del mundo.

Si alguna vez el paso de las comunidades donde trabajáis os parece lento o fatigoso, no os desaniméis; por el contrario, redoblad vuestro amor y vuestro esfuerzo para que, gracias a la santidad de vuestra vida y a vuestro impulso apostólico, la imagen de la Iglesia sea cada vez más espléndida.

En esta misión de servidores humildes de la unidad del pueblo de Dios, inspiraos constantemente en los ejemplos y en las enseñanzas de los santos y los beatos que se formaron en el ámbito de vuestra asociación: pienso, en particular, en los santos mártires mexicanos, en los beatos Pier Giorgio Frassati, Gianna Beretta Molla, Pierina Morosini, Antonia Mesina y sor Gabriella de la unidad.

Que os acompañe y proteja María, la Virgen Inmaculada, a quien tenéis el honor de invocar de modo especial como Madre y Reina de la Acción católica.

4. Me da gran alegría dar la bienvenida al cardenal Thomas Winning y a los obispos, sacerdotes y seminaristas reunidos en Roma para las celebraciones del IV centenario de la fundación del Pontificio Colegio Escocés. A la vez que agradezco a su eminencia sus amables palabras, también me agrada extender mi afectuoso saludo al secretario de Estado para Escocia y al primer ministro, así como a los demás distinguidos visitantes y bienhechores que honran con su presencia esta ocasión.

Hace exactamente cuatrocientos años, durante el jubileo de 1600, el Papa Clemente VIII, con la bula In supremo militantis Ecclesiae, estableció el colegio en una época de cambios políticos y religiosos en vuestro país. En este aniversario, me uno a vuestra acción de gracias a Dios por todo lo que el colegio ha representado para la Iglesia en Escocia, y, en particular, por las numerosas generaciones de sacerdotes formados en él, que se han dedicado generosamente al servicio de Dios y de su pueblo.

Su ejemplo debería ser fuente de inspiración para vosotros, generación actual de estudiantes, mientras os preparáis para proclamar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo. Lo hacéis, conscientes de los desafíos y las dificultades actuales, pero con la convicción de que Jesucristo, que es "el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8), es la única respuesta plenamente satisfactoria a las aspiraciones más profundas del corazón humano.

Durante los años que pasáis en Roma, en esta ciudad santificada por la sangre de los mártires y por la vida de muchos otros santos y santas, os animo a seguir su ejemplo, cultivando una profunda intimidad con el Señor y convirtiéndoos en hombres de intensa oración. En vuestros estudios buscad siempre la verdad y la sabiduría que os capacitarán para responder a las cuestiones fundamentales que afectan a la vida de los hombres. Que arda siempre en vosotros el amor a Jesucristo, para que, al veros a vosotros, otros se sientan atraídos por él y por su Reino.

La tarea del Pontificio Colegio Escocés en el alba del nuevo milenio consiste en seguir cumpliendo con confianza su misión de formar sacerdotes "según el corazón de Cristo", llenos de celo por la difusión del Evangelio. Su excelente pasado debe alentaros a asegurarle un futuro más glorioso aún. Os encomiendo a vosotros y a vuestras familias, y a todo la Iglesia en Escocia, a la intercesión de san Andrés y santa Margarita, y a la protección de María, Madre de los sacerdotes.

5. Agradezco al arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân las amables palabras que me ha dirigido y le doy una cordial bienvenida a él y a los participantes en el seminario organizado por el Consejo pontificio Justicia y paz y otras instituciones católicas, sobre el tema: De la reducción de la deuda a la reducción de la pobreza.

En el mensaje que os dirigí, subrayé la necesidad de asegurar que no cesen los esfuerzos realizados durante este año jubilar a fin de encontrar soluciones para la gravosa deuda de los países más pobres, sino que, por el contrario, sigan dando fruto en los próximos años. No podemos permitir que la fatiga o la inercia debiliten a nuestras comunidades, cuando está en juego la vida de los más pobres del mundo.

El jubileo se centra en la persona de Jesucristo: él, que vino a "anunciar a los pobres la buena nueva" (Mt 11, 5), os asista en vuestras reflexiones y os fortalezca en la esperanza. Dios todopoderoso os bendiga abundantemente a vosotros y a vuestras familias.

Por último, pero no menos importante, dirijo un saludo especial a las Hijas de Santa María de la Providencia, presentes con un grupo de enfermos y de discapacitados a los que asisten. Queridos amigos, el Señor sea vuestro consuelo, vuestra fuerza y vuestra alegría.

6. Os dirijo ahora mi afectuoso saludo a vosotras, queridas religiosas Esclavas de la Encarnación, que en este Año santo recordáis con alegría el 50° aniversario de la fundación de vuestro instituto. Esta coincidencia providencial no sólo pone de relieve la relación de vuestra familia religiosa con la celebración de estos dos jubileos, sino sobre todo vuelve a proponer la centralidad del misterio de la Encarnación, en el que se inspiran vuestra espiritualidad y vuestro apostolado.

En efecto, al seguir los ejemplos y las enseñanzas del padre camilo Primo Fiocchi y de la madre Annunziata Montereali, vuestra congregación se compromete a vivir humildemente en la Iglesia y para la Iglesia, mostrando al mundo actual la imagen del Verbo encarnado y descubriendo en el rostro de todo hombre el rostro mismo de Cristo. La eficacia de vuestra acción apostólica brota de la contemplación de Cristo, Verbo encarnado, que asumió la condición humana, humillándose hasta la cruz.

Conscientes de la actualidad de vuestro carisma, habéis llevado el mensaje de la Encarnación no sólo a varias zonas de Italia, donde desde hace tiempo os ocupáis de la catequesis, de la formación de los muchachos y de la asistencia a enfermos y ancianos, sino también a otros países, abriéndoos a un prometedor horizonte misionero. El Señor haga fecundo vuestro compromiso apostólico. Espero de corazón que la celebración del 50° aniversario de vuestra fundación, en el marco del Año jubilar, os fortalezca especialmente en la contemplación del Verbo encarnado y en el deseo de servir al Hijo de Dios en los hermanos, particularmente en los más pobres y en los que sufren.

7. Amadísimos hermanos y hermanas, al renovaros a todos vosotros mi profundo agradecimiento por este encuentro y mis mejores deseos para vuestras actividades apostólicas, formativas y solidarias, pido a Dios que la celebración del gran jubileo del año 2000 suscite en cada uno un celo espiritual más ardiente y un testimonio evangélico más valiente.

Con estos sentimientos, invoco sobre todos la celestial protección de la Virgen Inmaculada, Madre del Verbo encarnado, y os imparto de corazón a vosotros y a vuestras comunidades una especial bendición apostólica.

 



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