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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL RECTOR GENERAL DE LA ORDEN DE LA MADRE DE
DIOS

 

Al reverendísimo padre
VINCENZO MOLINARO
Rector general de la Orden de la Madre de Dios

1. La feliz conmemoración del IV centenario de la encomienda de la iglesia de Santa María in Pórtico, así como del venerado icono de la santísima Virgen María Romanae Portus Securitatis, Puerto de la Seguridad Romana, al fundador san Juan Leonardi, por obra de mi predecesor Clemente VIII, con el breve Apud sanctum Marcum del 14 de agosto de 1601, constituye para su Orden un motivo de especial memoria y júbilo. En esta circunstancia me alegra dirigirle a usted, reverendísimo padre, así como a la entera familia religiosa de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, mi saludo y mis mejores deseos, uniéndome espiritualmente a la común acción de gracias al Señor por los innumerables dones celestiales recibidos a partir de aquel memorable acontecimiento.

Durante mucho tiempo había esperado ese evento vuestra familia naciente, cuyos miembros "hicieron voto a la santísima Virgen de ayunar en las vísperas de sus fiestas de precepto, durante un año, tal como hicieron" (C. Franciotti, Crónicas de la Congregación de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios fundada en Luca en el año 1574, en:  Archivo de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, Roma, Ms. Armario A, parte 3, marzo 33, p. 474). Aquel momento fue importante, porque insertó la nueva Orden en el corazón de la catolicidad  y  la abrió a perspectivas universales.

2. El documento que sancionaba la presencia de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios en Roma llegó en un momento particularmente positivo para ellos. Del 30 de noviembre de 1597 al 9 de abril del año sucesivo se realizó la visita apostólica a la Orden dispuesta por Clemente VIII. Los documentos de aquel tiempo aluden "al fruto que (...) ha obtenido nuestra Congregación" (G. B. Cioni, Carta del 18 de abril de 1598, copia n. 36, en:  Archivo de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, Roma) de dicha visita, la cual, colmando los deseos del Papa Clemente VIII, dio unidad y claridad a la orientación carismática de la pequeña comunidad, confirmó aún más la confianza en el fundador y proporcionó a la Congregación un impulso apostólico más clarividente

Con respecto a esos resultados, no fue secundario el deseo de salir de Luca hacia campos de apostolado más vastos y adecuados a las exigencias de aquellos tiempos.

En ese marco sus hijos espirituales pedían al fundador cada vez con más insistencia que, en la primera ocasión, asumiera algún otro compromiso en una iglesia romana. Se hicieron algunas tentativas que, aunque no tuvieron éxito, lograron que importantes personajes de la Curia notaran el deseo y, sobre todo, los méritos del padre Juan Leonardi. Entre ellos se interesó particularmente de la petición el cardenal Benedetto Giustiniani, que apreciaba al santo y habló del caso a algunos altos prelados, obteniendo la inmediata disponibilidad del cardenal Bartolomeo Cesi, sobrino del Papa Inocencio IX y titular de la iglesia de Santa María in Pórtico y de la de los Cuatro Santos Coronados.

La toma de posesión de la iglesia parroquial de Santa María in Pórtico tuvo lugar el 19 de agosto de 1601, pero la noticia de la encomienda del templo había llegado en la víspera de la fiesta de la Asunción, mientras la Orden se disponía a celebrar a su patrona celestial. El fundador la acogió con fe y entusiasmo, sobre todo porque vio en ella un signo de especial predilección de la Virgen, que lo conducía a él y a sus hijos desde la iglesita de Santa María de la Rosa, en Luca, donde había nacido la obra en 1574, hasta un santuario igualmente dedicado a ella a orillas del Tíber. Como escribió el fundador a sus religiosos, así los comprometía a "corresponder a un favor tan grande haciendo a la Esposa Virgen un don espiritual, prometiéndole corregir una de las mayores imperfecciones que tenéis y, también temporalmente, ayudándole en este principio de cosas comunes" (Juan Leonardi, Carta del 24 de agosto de 1601, en:  V. Pascucci, Cartas de un fundador, p. 89).

3. Con la llegada de los Clérigos Regulares de la Orden de la Madre de Dios, comenzó para Santa María in Pórtico  un  tiempo de renacimiento material  y  espiritual,  de  tal  manera  que se puede considerar a san Juan Leonardi el tercer fundador del santuario, después de mis  venerados predecesores Juan I y Gregorio VII.

En particular, la presencia del santo, que quiso elaborar ya en el año 1605 un breve compendio de la historia y de las tradiciones surgidas en torno al santuario, llegó a ser un punto significativo de referencia e incrementó la devoción mariana, poniendo los cimientos de lo que más tarde se convertiría en un centro de piedad, de estudios y de investigación mariológica.

No faltaron las dificultades. En efecto, las condiciones estructurales del templo y de los locales anexos eran precarias y se encontraban en tal estado de abandono, que parecían "chozas o cabañas de pastores". Las inundaciones del Tíber producían una humedad malsana e infecciones peligrosas, que en 1609 causaron la muerte de muchos religiosos, incluso la del fundador. Eso impulsó a la Orden, con ocasión de la Dieta reunida para elegir al sucesor de san Juan Leonardi, aun reafirmando la voluntad de permanecer en "aquella iglesia de tanta devoción", a exponer la difícil situación al Papa Pablo V, pidiéndole "otro local para albergar a los enfermos y poder alojarse alternativamente en tiempos de peligro" (A. Bernardini, Crónicas, parte III, p. 6).

Algunos años después, el Pontífice Alejandro VII, reconociendo que el sitio donde se hallaba ubicada la iglesia de Santa María in Pórtico estaba "demasiado alejado del comercio, se hallaba muy sórdido y en malas condiciones, y, en suma, era poco adecuado", quiso construir en uno de los lugares más hermosos y característicos de Roma el templo de Santa María in Campitelli, donde desde hace más de tres siglos su familia religiosa ha establecido la curia general.

En el año 1662 la imagen de la Virgen Romanae Portus Securitatis fue trasladada a la nueva iglesia, que, por esta razón, tomó el nombre de Santa María in Pórtico in Campitelli.

4. Doy gracias al Señor por el bien realizado a lo largo de estos cuatro siglos por los miembros de la Orden al servicio de ese santuario mariano y de la ciudad de Roma. Espero que las celebraciones del IV centenario de la encomienda de la iglesia de Santa María in Pórtico susciten en todos un renovado impulso de santidad y de servicio apostólico, con plena fidelidad al carisma del instituto y con un discernimiento constante y amoroso de los signos de los tiempos.

De buen grado me uno a los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, que, dando gracias por la protección de María, "Puerto de la Seguridad Romana", desean vivir este acontecimiento como ocasión para recomenzar desde Cristo, poniendo toda programación en el horizonte de la búsqueda continua de la santidad, alto grado de la vida cristiana. En particular, los animo para que, guiados y protegidos por la Madre de Jesús, se esmeren por hacer de cada comunidad una escuela de comunión, de fraternidad y de servicio. Ojalá que sean un auténtico "puerto" para cuantos buscan la  verdad,  la paz interior y el amor divino.

Recordando la visita pastoral que realicé el 29 de abril de 1984, y siguiendo el ejemplo de muchos de mis venerados predecesores, encomiendo de nuevo a la protección celestial de María a toda la Orden de la Madre de Dios y a los devotos que frecuentan diariamente ese templo dedicado a ella.

Con estos sentimientos, espiritualmente presente en las celebraciones jubilares, imparto de corazón a todos la implorada bendición apostólica, prenda de fervor, de paz y de todo bien anhelado.

Castelgandolfo, 25 de julio de 2001

JUAN PABLO II



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